El Gran Vidrio, su nuevo libro, es ''un ajuste de cuentas'', dice a La Jornada
Bellatin utiliza la autobiografía para seducir al lector en un universo desconcertante
El escritor participó ayer en la segunda versión del Cabaret literario franco-mexicano
Ampliar la imagen El novelista Mario Bellatin se dice feliz, ''a pesar de la vida tan dispersa que he llevado'' Foto: Yazmín Ortega Cortés/ Archivo
Fundador de la Escuela Dinámica de Escritores, Mario Bellatin recrea mundos paralelos en su reciente libro, El Gran Vidrio, con la encomienda de sorprender y seducir al lector, quien transitará entre lo real y lo ficticio, en cada una de esas páginas.
''Mi piel luminosa'', ''La verdadera enfermedad de la sheika'' y ''Un personaje en apariencia moderno'' son las autobiografías que integran ese volumen editado por Anagrama, en las cuales Bellatin ''crea innumerables universos".
''Los textos han sido escritos durante muchos años, e inclusive el tiempo dentro de las mismas estructuras narrativas los separa muchas veces."
Explicó Bellatin: ''Retomé los pequeños recuerdos o anécdotas que siempre estuvieron presentes en mis apuntes y de pronto decidí unirlos para que fueran contemporáneos y obedecieran a una lógica para seducir al lector en un universo desconcertante".
En ''Mi piel luminosa'', Bellatin narra la obsesión de una madre, quien exhibe de manera rutinaria los genitales de su hijo. El texto, dice el autor, está fragmentado, numerada cada frase, en una especie de amplio listado.
''La numeración es una suerte de vanguardia, traté de hacer evidente cada fragmento, entretejido en un universo completo. Es un larga letanía que muestra múltiples realidades de forma paralela."
Esta simultaneidad, prosiguió, también se manifiesta en ''La verdadera enfermedad de la sheika''. Y en la tercera autobiografía, Bellatin entrelaza una narración en femenino y masculino que va desde la búsqueda de un Renault 5, hasta interminables cabriolas.
Por ello, puntualizó el escritor, El Gran Vidrio ''es un ajuste de cuentas."
Escribe en el libro: ''A pesar de la vida tan dispersa que he llevado, estoy ahora feliz. Sin pesos emocionales, de familia, de nación, de identidad. Creo que es mejor estado para ejercer mi trabajo. Sin preocuparme ya de que la rareza de mi cuerpo pueda ser exhibida desnuda, como una atracción popular, sin pensar demasiado tampoco en las vestimentas necesarias para zambullirme en los bailes de los derviches".
Símbolo de invisibilidad social
Para lograr seducir con estas autobiogra-fías, indicó Mario Bellatin, ''traté de escapar a la estructura y a la retórica tradicionales para no delimitar la realidad y la ficción".
El Gran Vidrio, explicó Bellatin, es una celebración. ''Es una fiesta que anualmente se realiza en las ruinas de los edificios destruidos en la ciudad de México, donde viven cientos de familias organizadas en brigadas que impiden su desalojo".
Ese símbolo de invisibilidad social -añadió- se extiende cuando ''deciden pertenecer al resto y carnavalizan de alguna manera su situación".
Mario Bellatin nació en el Distrito Federal y hace cinco años fundó la Escuela Dinámica de Escritores, donde los autores afinan su estilo propio y donde él ejerce su profesión: escribir por escribir.
Efecto invernadero, Canon perpetuo, Salón de belleza, Damas chinas, Poeta ciego, El jardín de la señora Murakami y Flores son algunas de sus obras que han sido traducidas al francés, inglés, italiano y alemán.
Con el libro Flores obtuvo en 2001 el Premio Xavier Villaurrutia, mientras Salón de belleza fue postulada al premio Médicis a la mejor novela editada en Francia, hace siete años.
Por cierto, ayer por la noche Mario Bellatin participó en el segundo Cabaret literario franco-mexicano que se realizó en el patio de la Fundación en la Universidad del Claustro de Sor Juana.
Para la segunda versión de esta temporada se escucharon fragmentos de textos novelísticos de Francia y México adaptados con voces, música y escena: Portrait d'un Inconnu, de Nathalie Sarraute (1948) y La jornada de la mona y el paciente, de Mario Bellatin (2006), se escucharon en el recinto de Izagaga, y ambas obras compartieron el valor de reinventar un tipo particular de novela, de poseer una retórica propia y de poner a prueba las fronteras del género y de la escritura.