México SA
La espera perpetua
PND: sexta reimpresión
Desarrollo, asignatura pendiente
SCJN: gancho al hígado
Ampliar la imagen Trabajos de construcción de las Torres de la Libertad, en Nueva York, donde estuvo el World Trade Center. Especialistas opinan que mientras la crisis inmobiliaria en Estados Unidos no sea controlada, no se podrá esperar un crecimiento económico importante Foto: Ap
Por sexto sexenio consecutivo los mexicanos han sido enterados de las promesas, vía Plan Nacional de Desarrollo, del inquilino de Los Pinos en turno (2006-2012, con ilusión de que sea a 2030) en materia de bienestar social, desarrollo económico, estabilidad política, justicia y otras menudencias.
Antes de este "nuevo" plan presentado ayer por Felipe Calderón, cinco mandatarios habían hecho lo propio: un compendio, igual que el sexto de la temporada, de "buenas intenciones" (la gran mayoría de ellas irrealizables) para supuestamente enderezar el barco, siempre enfáticos en el discurso, ondeando idénticos objetivos políticos, económicos y sociales. Pero en esos cinco sexenios la realidad impuso su rigurosa jerarquía, y los resultados fueron más que raquíticos e, incluso, contrarios a los originalmente comprometidos.
El acceso al desarrollo se ha convertido en una ilusión para los mexicanos, y en una asignatura pendiente para los cinco gobiernos que en los últimos 30 años pasaron por Los Pinos. Y el de Calderón pinta para ser el sexto al hilo, con los mismos resultados.
De lo anterior da cuenta la tajante diferencia entre lo prometido y lo alcanzado: José López Portillo (le llamó Plan Global de Desarrollo 1980-1982, y en las administraciones posteriores se renombró como PND, que abarca el sexenio) se comprometió a lograr un tasa de crecimiento del producto interno bruto de 8 por ciento entre 1980 y 1982, pero sólo alcanzó 5.75; Miguel de la Madrid "garantizó" un incremento anual del PIB de 5.5 por ciento, aunque en la práctica se sufrió un brutal desplome, para concretar un espeluznante 0.34; Carlos Salinas de Gortari presumió un 6 por ciento anual, pero concretó 3.9; Ernesto Zedillo aseguró que cuando menos llegaría a 5 por ciento anual, pero no pasó de 3.5, Vicente Fox juró y perjuró que sería 7 por ciento para, en los hechos, reportar 2.3, el peor resultado de las últimas cinco administraciones.
Los resultados del PND, en sus cinco reimpresiones (de López Portillo a Fox), han sido verdaderamente aterradores: 2 por ciento de "crecimiento" económico anual promedio en 25 años, o lo que es lo mismo tres tantos menos que lo originalmente prometido y, por si faltara algo, sin desarrollo.
Toca el turno a la sexta reimpresión. Felipe Calderón evadió, sistemáticamente, comprometerse en materia de crecimiento económico. Con la presentación en sociedad de su Plan Nacional de Desarrollo ya no lo pudo hacer, y ofreció 5 por ciento anual como promedio, aunque de entrada pintó su raya: "en ausencia de cambios importantes, será, en promedio, de alrededor de 3.5 por ciento por año" (por "cambios importantes" léase más "reformas estructurales", mismas que han estancado y monopolizado la economía).
En la espera perpetua del desarrollo y el equilibrio, los mexicanos han observado cómo la mayoría de los directamente responsables de la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo han accedido, posteriormente, a la Presidencia de la República: Miguel de la Madrid con el PGD 1980-1982; Carlos Salinas de Gortari con el PND de 1983-1988, y Ernesto Zedillo con el PND de 1989-1994. El de las ideas cortas y la lengua larga rompió la tradición (de hecho desapareció la Secretaría de Programación y Presupuesto), pero no la constante en los planes presentados entre 1980 y 2006, porque la única variante real era la fecha de impresión. Y Calderón confirma esta tendencia.
López Portillo, en su Plan Global de Desarrollo (abril de 1980) estableció tres reformas fundamentales: "política, que fortalece y acelera el proceso de democratización del país; administrativa, que adecua las instituciones a nuestro tiempo y las capacita para servir mejor a los objetivos de una política integral de desarrollo, y económica que, a través del esfuerzo concertado de los factores reales del país, persigue promover, en la independencia nacional, un crecimiento alto y sostenido para dotar a todos los mexicanos de empleo y los mínimos de bienestar que una nación bien organizada puede proveer, para así progresar más decididamente en el arribo a una sociedad igualitaria; se generarán 2.2 millones de nuevos puestos de trabajo entre 1980-1982 y un crecimiento anual del PIB del 8 por ciento". Nada se concretó.
De la Madrid subrayó "la capacidad del país para dejar atrás los aspectos más graves de la crisis; se pretende conservar y fortalecer las instituciones democráticas, vencer la crisis, recuperar la capacidad de crecimiento e iniciar los cambios cualitativos que requiere el país en sus estructuras económicas, políticas y sociales''. (No comments).
Salinas de Gortari anunció que los mexicanos "en breve accederán a un horizonte de progreso personal y familiar que no sea efímero; en ningún momento hemos perdido de vista el destino final de nuestras acciones y esfuerzos: la calidad de vida de nuestros compatriotas y, especialmente, de aquellos entre nosotros que viven el intolerable estado de la miseria; estimamos 6 por ciento de crecimiento anual del PIB". En los hechos, el derrumbe.
Zedillo ofreció 5 por ciento anual, aún reconociendo que "en el México de hoy nadie puede estar satisfecho con el desigual desarrollo del país, ni con la pobreza en que viven millones de hombres y mujeres". Al término de su mandato, el 50 por ciento de los mexicanos sobrevivía en la pobreza y la miseria.
Llegó Fox, con su 7 por ciento, su mentira de entrada ("hemos de actuar con inteligencia y sensibilidad) y su estridente fracaso. Toca el turno a Calderón, quien, como los cinco anteriores, no explica cómo -aplicando los mismos esquemas- hará realidad el desarrollo prometido.
Y así, en espera del PND 2012-1018.
Las rebanadas del pastel
Primer gancho al hígado: la Suprema Corte de Justicia de la Nación anuló el refrendo automático de concesiones que el Legislativo, sin cambiar una sola coma, garantizó en la ley Televisa.