Usted está aquí: lunes 28 de mayo de 2007 Opinión Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.

...y no se hincan

¿En qué se parecen los gobiernos, las religiones y las ciencias falsas? En su demagógica, hipócrita y utilitaria preocupación por "la defensa de la vida", así, en abstracto, como enunciado en letras de oro o como frase de un himno nacional cualquiera, pero nunca en la comprometida salvaguarda de los derechos que exige "la vida".

Hay mentalidades que ven la tempestad y no se hincan. Su acobardado fundamentalismo está por encima de toda postración... ante el sentido común. Ahora tocó el turno a la inefable Procuraduría General de la República (PGR), limitada desde siempre para entender el concepto de justicia, y de plano una bochornosa nulidad a la hora de procurarla en serio.

Así, en un comunicado de prensa, la deliberadamente despistada procu declaró que su conmovedora defensa de la vida se basa "en la interpretación establecida a lo largo de los años por la propia Suprema Corte de Justicia de la Nación y, sin excepción alguna, los criterios que soportan la posición del procurador son estrictamente técnico-jurídicos, sin atender factores de orden político, económico, social, ético, moral o de cualquier otra índole".

¿Lo técnico-jurídico antes que los factores de orden político, económico, social, ético, moral o de cualquier otra índole? Vale decir, las vetustas abstracciones de los presuntos socios de Dios por encima del menor intento de libertad en los individuos, a quienes se reduce a ser libres para ayuntarse, procrear, preservar la especie, buscar trabajo, defender a la patria del terrorismo, excepto el económico, y obedecer a instituciones tan sui géneris como la procu, la Corte y, faltaba más, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), sumisa cuando de tapar el sol con un dedo se trata (67 años de cárcel a alzados e impunidad y escolta vitalicia a ex gobernantes ladrones).

En una coordinación con la PGR digna de mejor causa que su combate al aborto, la CNDH argumenta, con la contundencia que la caracteriza, que "el debate no puede centrarse en razones religiosas o de Estado laico, lo que deberá analizarse es si las reformas aprobadas son correctas, y eso le compete definirlo a la Corte".

Vuelta la mula al trigo: la libertad, lo correcto, lo permitido y lo obligatorio lo defino y delimito yo, depositario supremo y conocedor exclusivo de las verdades esenciales de la vida sobre la tierra. En este caso el "yo" entendido como el supremo gobierno y sus asalariados servidores públicos, las iglesias de distinto logotipo y sus respectivos intérpretes de la voluntad divina, y las ciencias al servicio de las ventas y la mercadotecnia.

El Distrito Federal puede tener elecciones democráticas e incluso una Asamblea Legislativa pluripartidista que haga como que legisla en beneficio de la ciudadanía pero, al igual que los individuos concretos con nombre y apellido, según las autoridades que se sueñan nombradas por Dios, de ninguna manera está facultado para pensar por sí mismo. "Autorregulable la libre empresa, ustedes a callar, a obedecer y a parir, les parezca o no".

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