Autopsia de la Unión Soviética
La muerte de Boris Yeltsin proporciona una buena ocasión para reflexionar sobre el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1991. La URSS fue una entidad política que sobrevivió 70 años, cubriendo un vasto territorio desde Europa oriental hasta el Pacífico. Resistió una cruenta guerra civil, hambrunas sin precedentes, dos guerras mundiales (la segunda le costó 20 millones de muertes y la destrucción de casi toda su infraestructura), y padeció el exterminio de millones a través de un sistema represivo impuesto por sus propios líderes. Sus logros más relevantes incluyen un sorprendente adelanto tecnológico que la convirtió en una superpotencia nuclear y pionera en la exploración espacial. El nivel de bienestar social era aceptable; en comparación con lo que sucedió en los últimos 16 años, era bueno. Los sistemas de educación, salud y vivienda funcionaban de manera más que razonable, aunque sin el relumbrón del consumismo occidental.
Su colapso en 1991 fue una sorpresa para muchos, aunque la mayoría acabó por aceptar la versión de los medios: la Unión Soviética se autodestruyó porque el sistema económico de la planificación centralizada no funciona. El corolario de esta explicación superficial es que el libre mercado es mejor sistema al asignar los recursos de manera eficiente.
Una explicación vulgar sobre las causas del colapso soviético sostiene que la URSS era un imperio imposible de mantener. Reagan le dio carta de naturalización a esta versión al calificarla como el imperio del mal. Su rigidez y resistencia al cambio son otra interpretación fácil. En ambos casos, el colapso resultaba inevitable, pero eso es sorprendente cuando se observa que en 1988 ningún analista serio estaba pronosticando la caída de la URSS.
La siguiente vertiente de explicaciones es la económica. Las ficciones de los planes quinquenales y sus "logros" fueron y siguen siendo la fuente en la que muchos encuentran las causas profundas de la destrucción. Los retrasos en obras de infraestructura y la postración en la producción agrícola son esgrimidos como prueba del fracaso económico. Otro ejemplo es que la economía funcionaba en buena medida en dos vías paralelas: la de las metas y "resultados" de los planes del Ministerio de Planificación, y la de un complejo sistema de trueques que permitía a los grandes conglomerados funcionar en todas las ramas de la industria. Todo eso conspiraba en contra de un buen desempeño económico, pero la burocracia soviética pudo ocultar el mal desempeño y simular cifras exitosas. A pesar de todo, es un hecho que entre 1945 y 1975 la URSS pudo alcanzar a su archirrival: la economía de Estados Unidos.
Pero es cierto que la economía soviética sufría un estancamiento desde principios de los ochenta. Empero, la baja tasa de crecimiento del PIB y el estancamiento en el ingreso per cápita no fueron mucho peores que lo experimentado por algunas economías occidentales. Además, las burocracias de grandes grupos corporativos en Occidente han simulado logros y ocultado fracasos, a veces de manera incluso más descarada. Claro, se puede alegar que eso no es lo mismo, porque en la URSS la simulación era a escala nacional.
Al final, una combinación de causas es lo que permite explicar el colapso. Un imperio y una cuestión de nacionalidades mal resuelta, burocracia represiva, la intervención en Afganistán, el alto gasto militar, un periodo más o menos largo de crisis económica, todo eso, aunado a las torpezas de la jerarquía soviética, pueden avanzar mucho en la explicación.
Mas el corolario de que el socialismo real no funciona es incorrecto. En esencia, el sistema de organización de la producción y el consumo en la URSS no era diferente de un sistema capitalista. Si se considera que en esa República existía una masa de la población que sólo podía vender su fuerza de trabajo y que la vendía a cambio de un salario, se observa que la diferencia con una economía capitalista era más de grado que de esencia. La forma de apropiación de un excedente se llevaba a cabo en términos de valor y lo único que variaba era el modo de asignación de ese excedente.
El sistema que imperó, a veces descrito como "socialismo real", no tuvo nada que ver con una economía genuinamente socialista, en la que la producción se orienta a satisfacer necesidades reales de la población tal como ésta lo puede determinar. En la URSS prevaleció un régimen subdesarrollado de capitalismo de Estado en el que la cúpula soviética forzó una forma de industrialización capitalista acelerada. Esta industrialización forzada, promovida por los jerarcas soviéticos, sentó las bases de un sistema que el débil capitalismo ruso no había podido generar. Ese fue el sistema que se vino abajo en 1991. Las lecciones no pueden pasar desapercibidas. Quizás el colapso de la URSS es más una advertencia de lo que puede acontecerle a cualquier economía capitalista en el futuro.