La medida beneficia a la industria editorial y hasta a los lectores: Jean-Guy Boin
El precio único del libro genera ''solidaridad en la competitividad''
''Solidaridad en la competitividad comercial" es lo que generaría la aplicación del precio único del libro, el cual beneficiaría a toda la cadena de producción, desde editores y libreros, hasta los lectores.
''En la actualidad más de 30 países han instituido esa medida y otros 15 están en vías de hacerlo", explicó en entrevista con La Jornada el economista francés Jean-Guy Boin, quien se encuentra en el país para reunirse con editores mexicanos.
Como promotor cultural, desde los años 70 Boin impulsó en su país la reflexión sobre el libro como objeto cultural y comercial, lo que favoreció la publicación, en 1981, de la norma del precio único, conocida como ley Lang.
Con base en lo que dispone esa legislación, Boin ha continuado su labor durante más de tres décadas, en la creación de diversas políticas públicas sobre el libro y la lectura.
Entre ellas, destaca la fundación de la Adelc (Asociación para el Desarrollo de la Librería Cultural), organismo sin fines de lucro que financia el impulso, ampliación y apertura de librerías.
Inviable, ''el precio aconsejado''
Actualmente, Jean-Guy Boin encabeza la Oficina Internacional de la Edición Francesa (BIEF, por sus siglas en francés), cuyo objetivo es promover internacionalmente los libros editados en Francia (más de 45 mil títulos al año) y cuenta con subsidio del gobierno, por conducto del Ministerio de Cultura y Comunicación, para apoyar a las más de 250 editoriales que agrupa.
''Desde hace 25 años, Francia instrumentó el sistema de precio único al libro, medida que ha permitido que no aumente el costo de los volúmenes y se ensanche la producción de títulos. Esto ha creado una especie de solidaridad en la competitividad comercial", expresó el economista.
''Antes existía lo que se llamaba 'Sistema de precio aconsejado', es decir, el editor aconsejaba un precio, lo señalaba en todo documento de promoción, inclusive en la tapa del libro y generalmente era el que cobraban los libreros, haciendo descuentos para los textos escolares, las bibliotecas y a veces a profesores.
''¿Por qué el cambio, si por tanto tiempo funcionó el sistema anterior?", apuntó Boin. Pues simplemente porque una de las formas de distribución, lo que llamamos los hipermercados y las cadenas de gran superficie, se convirtieron en nuevas estructuras de circulación. Sin contar con una disposición legislativa decidieron hacer un descuento de entre 20 y 30 por ciento al precio del libro, con lo que desestabilizaron muchísimo la red de libre-rías tradicionales.
''En cuanto a los editores -recordó Boin-, estaban en favor del precio fijo y curiosamente los libreros en favor de un precio lógico, es decir, determinado por ellos mismos. Esto fue catastrófico. Sencillamente porque los libros que llamamos 'prevendidos', por ejemplo, el Diccionario Larousse, un libro de Moliére o Sartre, los grandes supermercados les hacían descuentos de 35 por ciento, lo que ponía a los libreros en una situación de no poder sobrevivir, entonces algunos seguían el mismo comportamiento de los supermercados, esto es, adjudicando igual 35 por ciento de descuento, una venta que les hacía prácticamente perder dinero.
Para Boin, cuando se habla del precio único ''hay que dejar de lado ciertos malentendidos. Se cree que tal medida es una especie de socialización latente y, por tanto, una amenaza contra el liberalismo económico. Esta posición es totalmente errónea, ya que el precio único del libro es una ley de competencia y solidaridad''.