Adriana González Mateos cuenta un incesto en El lenguaje de las orquídeas
Vivimos una época en la que podemos escuchar los secretos de la vida cotidiana
"No se puede catalogar a alguien como víctima o victimario cuando la situación es compleja"
Ampliar la imagen La escritora Adriana González Mateos con su novela Foto: Cristina Rodríguez
Vivimos en un momento interesante en el que ya estamos dispuestos a escuchar los secretos, aquellas historias que se mantienen ocultas, pero que forman parte de la vida cotidiana, señala la escritora Adriana González Mateos, autora de El lenguaje de las orquídeas.
Este título, publicado por Tusquets en su colección Andanzas, es la primera novela de la ensayista y cuentista mexicana, y en ella aborda el tema del incesto -una adolescente seducida por su tío- sin poner etiquetas de víctima o victimario.
Se trata "de una labor tanto de memoria como de reflexión a partir del trabajo que he realizado en teoría y estudios de género. En esta novela, trato de asimilar todo ese marco teórico y combinarlo con la memoria para narrar una historia que normalmente no se narraría", señala González Mateos, quien en 1995 recibió el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen.
Lo que caracteriza una historia que transcurre en el secreto, añade, "es la cautela que existe para tocar estos temas: cómo abordar una historia que normalmente no se cuenta y cómo hacerlo sin caer en lo demasiado previsible, lo melodramático, cómo evitar los lugares comunes. Creo que es una zona rodeada de palabras muy pesadas, como víctima, abuso, como todas estas ideas preconcebidas que tenemos para hablar de esto. La protagonista no es una víctima que solamente está ahí para sufrir sino que es alguien que tiene su propia idea de lo que está haciendo" y que a su manera era una especie de rebeldía en contra de ese orden establecido en su familia.
No se puede catalogar a alguien como víctima o victimario cuando la situación es mucho más compleja y está inserta en una sociedad y en una cultura que de alguna manera lo determinan, dice la ganadora del Premio Nacional de Traducción Literaria 1996.
"Busqué tener un lenguaje suficientemente cruel y preciso para narrar la historia. Me interesa que haya un contraste entre el lenguaje preciso y las muchas paradojas, contradicciones y ambigüedades de lo que narro; me interesa mucho comenzar a explorar todo eso que no se dice porque no hay un lenguaje para decirlo."
Aun cuando muchas de esas historias se mantienen en el silencio, en este momento ya estamos dispuestos a escucharlas; ya todo ha cambiado y existe una mayor apertura, sobre todo por la caída del esquema familiar tradicional -padre, madre e hijos-. "Esto es algo que ya no existe, que en la vida cotidiana todos nos damos cuenta de que así no es, de que estamos explorando otras formas de vivir y todos tenemos ya una experiencia muy distinta, creo que esto es una transformación maravillosa que se presenta en muchos niveles, vemos todas las leyes que están cambiando, las cosas que permiten que la gente muestre sus formas de vida, que a lo mejor hace algunos años hubieran sido secretas.
"Hoy están aflorando estas otras maneras de decir, pensar, de inventar otras vidas."