Andanzas
Shen Wei Dance Arts en Bellas Artes
EL 28 DE marzo pasado se presentó en el Palacio de Bellas Artes, en el contexto del 23 Festival de México en el Centro Histórico, la compañía de Shen Wei, una docena de bailarines de excepcionales cualidades que recibieron emocionados, en su inquebrantable hieratismo, un aplauso que fue convirtiéndose en ovación cerrada de un público que, después de cierto desconcierto, se entregó sin reservas a algo nuevo, desconocido, impactante en su profundo hermetismo y belleza extraordinaria.
SHEN WEI ES un artista sensible por los cuatro costados. Aparte de ser coreógrafo y bailarín es pintor, diseñador, cineasta y escenógrafo. Una unidad completa. Nacido en China, en Hunan, desde los nueve años, como estudiante en la Opera China, aquilata un vasto lenguaje corporal y escénico que lo lleva de la mano, dadas sus inquietudes artísticas, a ser parte de la primera compañía de danza contemporánea de aquel milenario país.
UNA VEZ BECADO en Nueva York con Murray Louis (nada de Graham) comienza su prolífica capacidad creativa en sus ballets, óperas, exposiciones pictóricas, diseños plásticos y sonoros, ubicándose decididamente como un artista completo en sus propios términos y sin ataduras genéticas estilísticas de cualquier índole. Shen Wei simplemente capturó el exquisito misticismo de oriente, la sacralidad de las danzas y un lenguaje corporal, un nuevo idioma que nos muestra esencialmente lo de afuera hacia adentro y la presencia de una energía interior sin los aspavientos ni estridencias de cuerpos mudos, intentando gritar o demostrar su existencia.
NI SIQUIERA La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky, a dos pianos en grabación, y 11 o 12 bailarines, lo hicieron sumergirse en el aroma de las múltiples versiones de esta obra suprema desde los días de Vaslav Nijinsky y su estreno en Le Petit Palais, de París, en 1909, donde la audiencia prácticamente la tomó a sombrerazos entre el escándalo y la sublimación del binomio Stravinsky-Nijinsky, entre lo magistral y lo escabroso.
LAS FIGURAS CAMINABAN como robots de cuerda, deslizándose con pasos menuditos, haciendo dibujos en el espacio, trazos perfectamente ensamblados y calculados.
UN PISO BLANCO habitado una gran acuarela china en azul, grises y negros de diversos tonos.
EL VESTUARIO UNIFORME de los artistas revelaba, en la estructura muscular de los bailarines, otro tipo de entrenamiento académico y, sin duda, mental. En ellos se percibe una actitud de enorme interioridad, al grado que todos parecen orientales, chinos, pues no se mueven como los japoneses o coreanos, y nada tienen que ver con el butoh. Son otra cosa. El dibujo escénico de la coreografía de Shen y sus movimientos corporales alrevesados, de afuera hacia adentro, como llevando hacia el ombligo y al torso toda la energía capturable del exterior, pies tornados hacia adentro y combinaciones en el suelo de portentosa fluidez, son como torcidas, extrañas, porque estamos acostumbrados a una estética hacia fuera, abierta, visible a todas luces. En Shen me parece todo lo contrario y, sin embargo, logra imponer una fuerza, belleza y energía interna, mental, emocional y espiritual, que son únicas y de su propiedad, su estilo inédito, por lo menos nunca antes visto. Esto propone, sin lugar a dudas, una nueva forma de danza para el siglo XXI, una conexión sicofísica de gran envergadura.
LA SEGUNDA OBRA, Folding, más asombrosa aún, con música y cantos budistas tibetanos y las composiciones de John Tavener se resume en doblar. Carne, papeles, fibras, lo que sea, así sus figuras, como salidas de un templo fantástico en cuerpos blancos y telas rojas y negras creó, en mi opinión, una serie de desdoblamientos corporales hacia atrás, con este magnífico tocado blanco en la cabeza, una especie de mantra contemplativo con la presencia de dios o un espíritu superior. Es un rezo, en el que no hay, como en la otra obra, distinción de sexos. Sólo son seres, criaturas, humanos en otro estadio. Las combinaciones llegan al extremo de la concentración emanando en la sala estupor y el milagro del arte.
MUCHA GENTE PARECIA atónita o no gustarle, pero finalmente se rindió ante la proyección de este grupo espléndido, que me descubre y demuestra la vasta e infinita realidad de otros mundos en la danza; una especie de desprendimiento de piel para una nueva búsqueda en la profunda raíz de nuestra identidad, humanidad, hasta elevarse por encima de todo, en bellísimo truco escénico; todo un grupo de personas por encima del piso, en una levitación vertical verdaderamente excelente.
SHEN WEI ES un espectáculo puro, de alta espiritualidad y lenguaje innovador y, sin duda, perteneciente a las ligas mayores de la moderna concepción creativa de la danza en el mundo.