El hijo de Mao
Es posible que el Gran Timonel haya sido un individuo de compasión escasa. Así lo sugiere la información monocorde sobre la muerte de su hijo Mao Anqing, difundida el sábado por Xinhua: el cable fue reproducido sin cambios por miles de periódicos del mundo y en él se asienta que el difunto tenía 84 años, que nació en la provincia de Hunán en 1923 y que era hijo de Yang Kaihui, segunda esposa del dirigente de la Revolución China. Tras ser abandonada por su marido, en 1930 Yang cayó en manos del Kuomintang y fue torturada frente a sus hijos hasta que murió. Tres huérfanos de apellido Mao -Anying, Anqing y Anlong-- mendigaron durante un tiempo por las calles de Shangai mientras su padre, ya unido con su tercera consorte, He Zizhsen, se entregaba en cuerpo y alma a la causa de la rebelión conocida como "levantamiento de la cosecha de otoño" en Changsha, capital de Hunán.
En 1933 -prosiguen los relatos-, cuando tenía 10 años, Anqing sufrió una paliza a manos de un policía, lo que le ocasionó daños cerebrales perdurables. Por ese tiempo su hermano menor, Anlong, murió de disentería a los cuatro años. Mientras tanto, Mao Tse Tung se afanaba en hacer compatibles el marxismo y la guerra campesina, en huir de las huestes de Chiang Kai-shek y en defenderse de las acusaciones de sus propios compañeros, los "28 bolcheviques" que controlaron el Partido Comunista Chino entre 1930 y 1934, y quienes lo tachaban de derechista.
Cuando el Gran Timonel se hizo con el poder del Ejército Rojo y emprendió la Larga Marcha, envió a Moscú a sus hijos hombres sobrevivientes, Anying y Anqing, para que estudiaran ruso. Al triunfo de la Revolución, ambos volvieron a China. El mayor hizo carrera en el Ejército (que para entonces ya no se apellidaba Rojo, sino Popular de Liberación) y murió en Corea en 1950. El menor padecía de esquizofrenia e inició un largo peregrinar por los sanatorios mentales de la República Popular recién instaurada. Su padre, el Presidente, no se interesó nunca por él.
A pesar de su padecimiento, Anqing consiguió trabajo en el departamento de Publicidad del Comité Central del Partido Comunista Chino y tradujo, de acuerdo con la información oficial, "una docena de obras maestras del marxismo-leninismo y algunos libros sobre ciencias políticas". Logró casarse en 1960 con la fotógrafa Shao Hua, con quien procreó a Mao Xinyu, actualmente investigador de la Academia de Ciencias Militares, y de ahí su biografía brinca hasta su muerte, a los 84 años de edad, la semana pasada.
Mao combatió a su manera la infelicidad humana: recuperó la soberanía de China, encabezó un proyecto histórico que transformó al país feudal en una nación atómica, capaz de darles de comer a sus numerosos habitantes y de romperles la cabeza cuando reclaman libertades. Cambió la faz del mundo. No quiso o no pudo, en cambio, ocuparse de sus hijos, ni impedir su desdicha. Algo de sospechoso tienen los redentores que prodigan a sus descendientes el maltrato del abandono, por más que su huella en la historia sea incuestionable.