Habita en la península de Yucatán y sostiene a una de las principales pesquerías del país
Busca la UNAM criar pulpo maya en cautiverio, para comercializarlo
Las características reproductivas de la especie permiten la alta supervivencia de sus ejemplares
Carlos Rosas Vázquez encabeza la investigación en el puerto de Sisal
Pulpos hay muchos: más de 150 especies en el mundo, desde el diminuto Octopus arborescens, que con los tentáculos plenamente extendidos no llega a los cinco centímetros, hasta el monstruoso Octopus hongkongensis, que con sus casi 10 metros de punta a punta resulta 200 veces mayor. Sin embargo, pulpo maya sólo hay uno y, aunque sólo existe en aguas de la península de Yucatán, no es raro ni escaso, sino muy abundante: sostiene una de las principales pesquerías de México.
Esta especie -Octopus maya en la clasificación científica y pulpo rojo o de cuatro ojos en el habla popular- ha sido seleccionada por los investigadores de la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), inaugurada recientemente en el puerto yucateco de Sisal, para estudiar la posibilidad de criarla en cautiverio con fines de producción comercial, ya que resulta particularmente apropiada para ello.
En líneas generales, la investigación, encabezada por el doctor Carlos Rosas Vázquez, tiene los propósitos de acumular información básica sobre las condiciones en que se pueden obtener crías a partir de hembras capturadas y engordar a los pequeños pulpos hasta que alcancen el tamaño comercial, así como indagar sobre sus requerimientos nutricionales y la formulación de dietas adecuadas, entre otros aspectos.
Si se alcanza el éxito, la producción de pulpo maya -el único ciento por ciento mexicano- podrá pasar de la simple captura al cultivo.
Protegidos por la madre
A diferencia del pulpo común o patón Octopus vulgaris, que existe en la misma zona y para reproducirse simplemente libera en el agua entre cien mil y 500 mil pequeñísimos huevos fecundados, de los cuales surgen larvas que flotan a la deriva durante semanas -con riesgo de ser devoradas- antes de nacer, el maya únicamente produce entre mil 500 y 2 mil huevos de más de centímetro y medio de longitud. Pero la hembra los conserva en su refugio y los protege celosamente durante los dos meses de incubación, hasta que nacen, esto sin pasar por la fase larvaria, y ya con la apariencia de un adulto mueven ágilmente los tentáculos, cambian de coloración, atrapan alimento y son capaces, inclusive, de arrojar tinta. Durante esos dos meses de cuidados maternales, la hembra no se alimenta en absoluto y, cumplida su misión, muere.
Estas características reproductivas del pulpo maya permiten una alta tasa de supervivencia de las crías, limitan su dispersión y explican porqué la distribución de la especie se constriñe a un pequeño sector en las aguas costeras mexicanas del Golfo de México y en especial de la península de Yucatán. En cambio, el pulpo común -cuyos huevos y larvas son acarreados por las corrientes- es cosmopolita y se encuentra en todos los mares del mundo.
El pulpo maya es comparable en tamaño al común -entre 60 centímetros y un metro- y muy parecido a él en forma, aspecto general y hábitos alimentarios. Externamente, la única diferencia es que posee bajo cada ojo una mancha llamada ocelo, oscura, redonda, como un enorme lunar. De aquí el nombre común de cuatro ojos. Por mucho tiempo se creyó que ambos eran de la misma especie, hasta que hace poco más de 40 años el biólogo mexicano Manuel Solís y el estadunidense Gilbert Voss descubrieron que presenta otras diferencias menos evidentes, y en 1966 propusieron -y fue aceptado por la comunidad científica internacional- clasificarlo como especie aparte.
Métodos artesanales
La pesquería de pulpo es la más importante en Yucatán. Ochenta por ciento de la producción nacional se obtiene en este estado y aporta más de la mitad en volumen y casi 60 por ciento en valor de la producción total de pescados y mariscos de la entidad. Durante la temporada de captura -que va del primero de agosto al 15 de diciembre y se prolonga dos semanas más en aguas profundas- se ocupan en ella entre 10 mil y 15 mil pescadores, que utilizan principalmente métodos artesanales, pero muy efectivos, de pesca ribereña, con cerca de 4 mil embarcaciones.
Para la pesca se emplean cordeles que llevan carnada -jaiba o cangrejo- y una plomada en el extremo, pendientes de los costados de la embarcación y de unas largas varas de bambú llamadas jimbas, que sobresalen a ambos extremos de ella. Mientras el bote flota al garete llevado por el viento y la corriente, las líneas se arrastran por el fondo. Cuando la carnada pasa cerca de la madriguera de un pulpo, éste se lanza sobre ella, y alertado por la tensión en el cordel, el pescador lo recobra, toma al animal y lo mata con un cuchillo o -más usualmente- de un mordisco entre los ojos.
La pesquería de pulpo es relativamente nueva. Hasta 1965 las capturas eran insignificantes, del orden de unas decenas de toneladas anuales, y se limitaban a la zona de Campeche. Pero ese año comenzó a fomentarla la ya desaparecida empresa paraestatal Puerto Piloto Pesquero de Alvarado, Veracruz, y la producción pronto empezó a aumentar rápidamente, a la vez que la actividad se extendió a Yucatán.
Actualmente se pesca pulpo inclusive en el norte de la costa caribeña de Quintana Roo, y en la temporada 1996 se logró una captura, hasta ahora no igualada, superior a 28 mil toneladas. Sin embargo, generalmente la producción fluctúa entre 16 mil y 22 mil toneladas, lo cual de todos modos es un volumen importante, sobre todo porque gran parte se destina procesado a la exportación, lo que le da valor agregado al producto, además de que se ocupa abundante mano de obra.
Sin indicios de sobrexplotación
Al parecer, la pesquería ha sido bien manejada con vedas y tallas mínimas adecuadas, y no hay indicios de que el Octopus maya se encuentre sobrexplotado, pese a que por habitar aguas poco profundas cercanas a la costa es más vulnerable al esfuerzo pesquero (en aguas más profundas predominan las capturas de Octopus vulgaris). Pero resulta evidente que no se puede incrementar sensiblemente la producción sólo con base en las existencias naturales. De aquí que ese joven centro científico de la UNAM se haya echado a cuestas la tarea de estudiar la factibilidad científica y técnica -el aspecto económico se verá más adelante- de criar en cautiverio esta especie aprovechando sus especiales hábitos reproductivos.