Rafael de Paula: el soplo torero
En una pausa de la entrevista que el comentarista taurino José Suárez Inclán le realizó al torero gitano Rafael de Paula (El País 22/12/06) se perciben entre líneas las pausas que hablan del profundo sentimiento que resuena sin querer en el maestro de la media verónica, que era una pausa donde dormían los recuerdos.
Recuerdos de lo que es el toreo de arte, que hoy está huérfano. En los toreros artistas como Rafael, el dolor es casi innecesario. Ese dolor que le imprimía el ritmo a su toreo personalísimo y que no toleraba ningún otro ritmo que no fuera el de su toreo. Menos cualquier otro ritmo musical que lo desviara o el ruido de los olés que lo distrajera, que le cantara el poeta José Bergamín.
Rafael de Paula era un ritmo estremecido y embriagado, un demonio gitano que huía en su música callada que le llamara Bergamín y que se diluía en música al azul mientras el toreo se resbalaba. ¡Mira que te mira Dios, mira que te está mirando! Esa copla que canta el toro del tiempo y se fija en nosotros y salva al torero. Remata el poeta.
Por eso Rafael de Paula dice en la entrevista que "siempre se habla del temple, del valor, la quietud, el arte. ¿Y la gracia? ¿Hay toreros con gracia? La gracia torera de Morante a quien hoy apodera el gitano. Toreros con gracia gitana: Pepe Luis Vásquez, ¿y el soplo? Eso que emociona de pronto, eso que tenía el cantante de flamenco Caracol, de la Isla de San Fernando, y Antonio Ordóñez que ha toreado con gracia y con soplo y (...)con hondura. Torero de brazos, muñeca, nunca de pies. Yo que con el capote ponía a los toros a mi ritmo para torear con el pecho y la cintura"
Así toreaba Rafael de Paula, con ademanes lentos, solemnes, chorreando majestad y gracia torera. Sobre el ruedo citaba y venía el revuelo de la verónica cargando la suerte y la media soñada, el pase natural y el de pecho ligados. Un ritual en que improvisaba y emocionaba.