El encuentro
El Encuentro Nacional sobre Comunicación y Sociedad empezó en Oaxaca el viernes pasado. En la propia sesión inaugural se dio respuesta a una pregunta que flotaba en el ambiente desde que empezó a circular la convocatoria: ¿Por qué en Oaxaca? ¿Por qué precisamente ahora?
Para explicarlo se habló del miedo. Se habló del que aún cunde por Oaxaca tras la feroz represión y el estado de sitio no declarado, y también del miedo global que se extiende poco a poco por el planeta. Para describirlo, se mencionó un texto tan hermoso como espeluznante de Eduardo Galeano:
"Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
"Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
"Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
"Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
"La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
"Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas.
"Las armas tienen miedo a la falta de guerras.
"Es el tiempo del miedo.
"Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo."
El miedo, se dijo, produce parálisis. Y el miedo con la parálisis producen rabia. Y la rabia produce, tarde o temprano, la violencia. Y el miedo con la violencia destruyen todas las formas de la democracia, las reglas básicas de la convivencia social.
El encuentro responde a la necesidad urgente de examinar la medida en que los medios masivos de comunicación provocan el miedo, la parálisis y la rabia e incitan a la violencia, como se hizo muy evidente en Oaxaca.
Lo primero que llama la atención respecto del encuentro es su diseño. No es un acto, sino un proceso. Se inició con tres días de intensos debates y se prolongará un mes, durante el cual se realizarán numerosas actividades que propicien la reflexión y el análisis para generar consensos en torno a propuestas que se discutirán en un nuevo foro de tres días, del 23 al 25 de marzo. Cuando los oaxaqueños produzcan su Manifiesto sobre la Comunicación Social no será producto de gabinete o del grito de un grupo de iluminados o dirigentes. Será un documentado bien pensado y discutido por la sociedad.
Forma parte del diseño la idea de que el encuentro no sea un acto meramente académico, aunque participen en él destacados especialistas. Se busca que los expertos dialoguen con los actores y protagonistas de los propios medios y con representantes de los diversos sectores de la sociedad, para examinar juntos los problemas existentes y encontrar formas de resolverlos.
Se está cumpliendo claramente esta intención, en un ambiente de mutuo respeto y clara pluralidad. En el primer foro, que concluyó ayer, participaron ciudadanos y ciudadanas de a pie, estudiantes, amas de casa, miembros de organismos civiles, periodistas de medios impresos y electrónicos, dueños de periódicos o estaciones radiofónicas, radios comunitarias, personalidades como el diputado Raymundo Cárdenas, presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales de la legislatura actual; Aleida Calleja, vicepresidente de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias; Javier Corral, presidente de la Academia Mexicana de Derecho a la Información, o Abraham Zabludovski, de Radio 13, así como tres prominentes luchadores por el derecho a la información de Argentina, Colombia y Perú. Han confirmado su participación, para fases posteriores: Carmen Aristegui, Virgilio Caballero, Miguel Angel Granados Chapa, Carlos Monsiváis y Javier Solórzano, entre otras muchas personas.
En el segundo día de debates un ama de casa respondió con eficacia a una pregunta que acosa a todos desde que la formuló Monsiváis hace un mes: "¿Por qué no se ha producido -señaló- una gran movilización nacional en defensa de Oaxaca y su gente agredida, golpeada, vulnerada tan vastamente? (...) ¿Por qué se ha decidido sin deliberar que es mejor ver de soslayo o no enterarse de los agravios bárbaros a los derechos humanos?"
La señora recordó un viejo dicho: "Ojos que no ven, corazón que no siente". Lo que vio el país, lo que los medios le hicieron ver, impidió a la gente sentir el horror. Vio lo que le enseñaron: grupos de vándalos, delincuentes, falsos líderes. No se enteró de lo ocurrido. Apenas ahora, poco a poco, se van descorriendo los velos de la desinformación.
Los oaxaqueños discuten ahora cómo terminarán de hacer esa tarea fundamental, permitiendo que se conozca la verdad. Analizarán, sobre todo, cómo podría impedirse que esto vuelva a ocurrir. Van a dar mucho de qué hablar.