China, ASAT y el cinturón de chatarra espacial
Ampliar la imagen Imagen dispuesta al público por la Nasa
El 11 de enero pasado China destruyó uno de sus viejos satélites meteorológicos que permanecía en una órbita polar a unos 800 kilómetros de altura. Para hacerlo, utilizó una nueva arma antisatélite (ASAT) y envió un poderoso mensaje político. El arma empleada es algo rudimentaria: dirige un vehículo en trayectoria directamente opuesta a la del satélite, acelerando hasta alcanzar una velocidad de 28 mil kilómetros por hora (diez veces más rápido que una bala disparada por un rifle) para que la energía cinética del impacto destruya el satélite.
¿Cómo interpretar este despliegue militar y tecnológico? Hay varias vertientes de análisis. Por una parte, puede tratarse de un mensaje político relacionado con la perspectiva de un ataque de Estados Unidos contra Irán. Es posible que también se relacione con la tendencia a la modernización de las fuerzas armadas chinas. Después de todo, la doctrina militar de China hace hoy especial énfasis en el desarrollo de métodos para anular asimetrías tecnológicas. También puede estar relacionado con la pretensión de Taiwán de declarar su independencia de iure en este año, justo cuando Pekín termina los preparativos para celebrar las Olimpiadas en 2008.
Todo lo anterior puede ser cierto. Pero otro aspecto del problema es la aportación al cinturón de chatarra espacial que amenaza los programas de uso del espacio orbital. Hasta enero de este año se habían identificado más de 10 mil objetos chatarra de un tamaño de por lo menos 10 centímetros en diversos planos orbitales. La lista incluye satélites muertos, restos de propulsores que también entraron en órbita, una cámara que dejó un astronauta descuidado, unas pinzas y miles de pedazos de metal, producto de explosiones accidentales y experimentos con armas antisatélite de Estados Unidos y Rusia. El ensayo chino acaba de añadir otros mil objetos chatarra.
Muchos de esos objetos viajan a más de 20 mil kilómetros por hora. Para dar una idea del daño que pueden causar, el impacto de una canica contra un satélite viajando a esas velocidades tiene tanta energía como la de una caja fuerte de una tonelada lanzada desde un tercer piso.
Estos objetos están volando en órbitas de entre 240 y 640 kilómetros de altura. Esta es la banda en que se sitúa la mayor parte de los 800 satélites de órbitas bajas. Los satélites de telecomunicaciones, de imágenes de percepción remota, los de navegación y posicionamiento global, los de control y comando militar, así como la estación espacial internacional se encuentran en esta banda. Las órbitas de satélites geosincronizados son más altas y, aunque en menor grado, también están amenazadas por chatarra espacial.
La probabilidad de que uno o más objetos de estos desperdicios choquen con un satélite, un transbordador o hasta un astronauta en actividad extra vehicular, no es despreciable. Y con el ensayo chino, esa probabilidad acaba de dar un salto significativo. El peligro no es simple especulación. Los transbordadores espaciales estadunidenses frecuentemente han aterrizado mostrando cicatrices de impactos con pequeños objetos chatarra.
El escenario más alarmante de todos es el de una reacción en cadena. Un pequeño objeto chatarra podría impactar un vehículo espacial grande y provocar su desintegración en decenas de miles de pedazos más pequeños. Eso elevaría la densidad de chatarra de manera exponencial y haría muy probable que se multiplicara el número de colisiones. Los satélites de todo tipo, civiles y militares, podrían ser aniquilados por estas colisiones que se producirían de manera inexorable, probablemente durante decenios. La reacción en cadena cancelaría todos los sistemas de telecomunicaciones, posicionamiento global y percepción remota, provocando un extraordinario caos en todo tipo de actividades, desde los mercados financieros hasta la navegación aérea y marítima. El cinturón de chatarra espacial podría convertirse en la amenaza más seria para los usos civiles del espacio orbital.
Una ironía de todo esto es que en abril China será anfitrión de la reunión anual del comité coordinador inter-agencias sobre chatarra espacial. Este es el grupo de trabajo de los países con programas espaciales encargado de coordinar actividades de inventario y rastreo de la chatarra espacial. La reunión será un asunto embarazoso para las autoridades chinas, pero con seguridad van a afirmar que la militarización del espacio a través de ASAT no la inventaron ellos.
Estados Unidos inauguró la era de ASAT en los años sesenta con misiles balísticos, y en los ochenta realizó varios experimentos con un misil lanzado desde un F15. La ex URSS experimentó con ASAT desde la década de los setenta. Finalmente, los cientos de satélites de inteligencia y control militar que mantienen en órbita las grandes potencias son parte de la militarización del espacio que hasta hace poco China condenaba. Así, mientras las grandes potencias intercambian acusaciones sobre quién tiene la culpa, la amenaza del cinturón de chatarra espacial sigue creciendo.