ONG advierte que Monsanto intentará acabar con la biodiversidad del maíz
Controlan 10 empresas 95 por ciento del mercado mundial de semillas
Ampliar la imagen "La propiedad de las semillas el primer eslabón de la cadena alimentaria tiene implicaciones de muy largo alcance para la seguridad alimentaria global", señala ONG. En la imagen, bodega de maíz en Puebla Foto: José Carlo González
Tan sólo 10 empresas controlan 95 por ciento del mercado mundial de semillas comerciales que tiene un valor de 30 mil millones de dólares, mientras hace tres décadas había 7 mil compañías. De ese negocio, los transgénicos representan 21 por ciento del total, alrededor de 6 mil 500 millones de dólares; su importancia radica en que son la base de la alimentación mundial.
La lista de esas firmas la encabeza Monsanto, cuyas ventas pasaron de 2 mil 270 millones de dólares en 2003 a 3
mil 550 millones este año; le siguen Dupont/Pionner, con ventas en 2004 de 2 mil 600 millones de dólares, y la suiza Syngenta, que ese mismo año tuvo ventas por mil 239 millones de dólares.
Esas trasnacionales controlan 49 por ciento del mercado global de semillas; además de los transgénicos, comercializan granos mejorados y otros "materiales cultivables". Aunque este comercio es menor en comparación con el de la industria farmacéutica que tiene un valor 446 mil millones de dólares, su importancia se halla en que "la propiedad de las semillas el primer eslabón de la cadena alimentaria tiene implicaciones de muy largo alcance para la seguridad alimentaria global", señala el Grupo ETC (colectivo de acción sobre la erosión, la tecnología y la concentración).
Los gigantes Monsanto, Dupont/Pionner, Bayer, Syngenta y Dow Agrosciences formaron en 1999 la asociación civil Agro Bio México con el fin de "representar a la industria relacionada con la biotecnología agrícola para colaborar en el desarrollo de políticas y regulaciones nacionales que fomenten el cuidado del ambiente y la salud, además de la inversión y la transferencia de tecnología".
Tan sólo Monsanto concentra 60 por ciento de las 102 millones de hectáreas que en el mundo se cultivan con transgénicos. Cubre 97 por ciento de la superficie que utiliza maíz transgénico y casi la totalidad de la de soya; con 50 años en México, espera desde hace al menos una década llevar sus productos de maíz al agro nacional.
Esta empresa ha crecido por la compra de distintas compañías, pero fue la adquisición en 2005 de la mexicana Seminis la que le ha dado más poderío: controla entre 25 y 38 por ciento del mercado de semillas de frijol, pepino, chile, pimiento, tomate y cebolla.
Todavía el año pasado presentó la propuesta de adquisición de la firma Delta Pine, la cual, junto con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, desarrolló la tecnología Terminator una semilla que se aniquila a sí misma para no ser utilizada en posteriores ciclos productivos-; la transacción aún es analizada por la comisión de competencia de ese país.
El mayor crecimiento en el cultivo de transgénicos ha ocurrido en Estados Unidos y Canadá. El resto de las naciones que lo siembran en grandes áreas están en vías de desarrollo.
Argentina, Brasil, Canadá, India, China, Paraguay y Filipinas aumentaron la superficie cultivada con esos productos durante el último año. Cada uno de esos países rebasó un millón de hectáreas, indica el informe de 2006 de la Internacional Service for the Acquisition of Agribiotech Applications (Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas).
Falta en México información sobre alimentos con transgénicos
En tanto, mientras la Unión Europea exige que los alimentos estén etiquetados con el fin de que la población conozca si contienen transgénicos, la apuesta de las trasnacionales de semillas es que los países que tienen al maíz como parte de su alimento lo consuman.
En México, donde se destinan 8 millones de hectáreas a la siembra de la gramínea y es el principal alimento, "no tener mecanismos que permitan incrementar la productividad obviamente desabastece el mercado y pone las situaciones que estamos viviendo, la tecnología de la compañía puede ser muy útil", señala Eduardo Pérez Pico, director de desarrollo de Tecnologías Latinoamérica Norte de Monsanto.
Mientras en el mundo la cuarta parte de los agricultores aún guardan sus propias semillas para los próximos ciclos, en México lo hacen 85 por ciento y el restante 15 por ciento adquiere el grano a alguna de las trasnacionales, sostiene Silvia Ribeyro, del Grupo ETC.
La defensa de Monsanto es que a ningún campesino se le obliga a utilizar el maíz transgénico. "No creo que 10.3 millones de los que ya utilizan nuestras semillas estén equivocados. El 90 por ciento son pequeños productores y han encontrado practicidad en su uso", indica por su parte Pérez Pico.
Agrega que en México "ha habido buena adopción" de los transgénicos, ya que desde 1996 los agricultores vienen sembrando algodón y soya; recuerda que los primeros experimentos con maíz se hicieron en 1997, pero después entró la moratoria. "Los productores han manifestado su interés en sembrar maíz porque han visto beneficios en los otros productos y en el maíz biotecnológico en otras partes del mundo".
Riberyro considera que la concentración en este sector es grave, porque no sólo se genera la dependencia de los campesinos a la adquisición de las semillas, sino también porque, en el caso de maíz, si se hacen los cultivos comerciales, Monsanto va a "intentar contaminar, acabar con la biodiversidad de la gramínea, para extender la presen-
cia de sus productos y obligar a que la gente compre semilla comercial, aunque no tenga por costumbre hacerlo. Es un grano que los campesinos acostumbran guardar y seleccionan para sus próximas siembras".