Usted está aquí: sábado 27 de enero de 2007 Sociedad y Justicia Al rescate de la Gran Muralla china

Al rescate de la Gran Muralla china

La enorme estructura resiente los efectos del paso de 13 millones de turistas al año

CLIFFORD COONAN THE INDEPENDENT

Pararse sobre la Gran Muralla china y mirar hacia donde los ejércitos del norte alguna vez amenazaron el Imperio de Enmedio hace fácil entender cómo fue que la estructura brindó a los antiguos emperadores del país un sentido de seguridad. Sus sólidos contrafuertes se asoman a profundas laderas y a un terreno pleno de colinas, ofreciendo una de las vistas más espectaculares del mundo.

Pero la Gran Muralla nunca se usó, de hecho, para contener algún ataque. La debilidad y la corrupción del gobierno imperial permitió que los invasores amenazaran Pekín. Corre la leyenda de que Gengis Kan sobornó a los guardias para que lo dejaran entrar a China. Ahora, el desarrollo rampante y 13 millones de visitantes al año causan mucho más daño al famoso sitio que las hordas de los mongoles.

Con más de 20 siglos de antigüedad, la Gran Muralla alguna vez se extendía más de 6 mil kilómetros por toda China, de la provincia de Gansu, en el oeste, a la ciudad de Shanhaiguan, en el este, justo donde se topa con el mar Bo Hai. Por muchos años se creyó que la muralla era la única estructura hecha por humanos visible desde el espacio, pero en la actualidad el símbolo nacional de China se halla en condiciones lamentables: quedan en pie únicamente 2 mil 492 kilómetros.

En Mutianyu, la Gran Muralla es todavía accesible viajando en carro desde Pekín; se le observa impecable, ya que la reconstruyeron a finales del siglo pasado con ayuda de la compañía química alemana Henkel. Cerca del teleférico reluciente que trepa la montaña, uno puede ver camellos, algo que era común en el área desértica aledaña a Pekín. Hoy las bestias jorobadas se usan para que los niños posen ante las cámaras.

Badalingh queda más cerca de Pekín y es una trampa aún mayor para turistas. Aquí, miles de visitantes se encaraman a los bastiones todos los días, perseguidos por cientos de mercachifles que venden toda clase de baratijas fabricadas masivamente y que son disfrazadas como objetos chinescos: truhanes ofrecen lo que aseguran son paneles de puertas antiguas procedentes del sur de China, sombreros vaqueros del Tíbet y hasta sopas de tallarín.

Los corredores de piedra junto a los bastiones están lisos, gastados por los millones de pies, y casi todos los ladrillos tienen rayoneados los nombres de quienes firman frases como: "Yo visité la Gran Muralla". Cerca de aquí, unas 60 mil personas subieron a la enorme estructura durante las fiestas del día nacional, en octubre.

Los funiculares traen a los turistas a la cima de las empinadas colinas y a la muralla misma, que con sus guardias apostados es exactamente igual a la clásica imagen que aparece en los paquetes de cigarrillos chinos, en las cajas de crayones de Occidente y en los folletos turísticos. Carreras maratónicas de 10 kilómetros se corren en algunas secciones cercanas a la pared.

Los conservacionistas no están contentos con el modo en que algunos puntos, como Badalingh y Mutianyu, fueron restaurados, pues parecen recién hechos. En partes semejan algo salido de Mulan, el filme de dibujos animados de Disney. La gente espera algo más agreste.

Hoy, un tipo diferente de agresividad cobra su cuota en la muralla; en los últimos años han ocurrido muchas fiestas rave y conciertos de rock. El año pasado hubo ira generalizada cuando se dieron a conocer algunos reportajes de un baile donde los invitados, occidentales y chinos, consumieron drogas, fornicaron en los bastiones y se orinaron en los muros. Los ciudadanos se preguntaron: "Qué, ¿nada es sagrado?" Queda claro. Nada.

Otras secciones de la muralla se han derribado para dar paso a autopistas o fincar unidades habitacionales. La Sociedad de la Gran Muralla, un organismo no gubernamental encargado de la conservación de la estructura, dice que los pobladores que viven a su sombra predan la muralla, y que quitan piedras para construir porquerizas y gallineros.

Entre quienes intentan salvar este magnífico monumento está William Lindesay, fundador y director de International Friends of the Great Wall. "Los próximos 30 años van a ser un periodo en que la destrucción de la muralla será mucho, mucho menor", dijo el enérgico geógrafo británico que acaba de inaugurar una exposición en el Museo Capital, de Pekín, que muestra cuánto ha cambiado la muralla desde que se le tomaron las primeras fotografías, hace 135 años.

Las fotos muestran las enormes fortificaciones por encima del flujo de los ríos. En las fotografías modernas de los mismos lugares, con frecuencia hay poco que ver, y los ríos se han secado como resultado de la desertificación.

El armamento pesado de los invasores japoneses durante el conflicto chino-japonés de 19231-1945 es responsable de mucho del daño, y los ejércitos chinos que defendían el país se vieron forzados a derribar secciones de la muralla para construir barricadas en otros puntos de la ruta del ejército invasor.

"El siglo pasado no pudo haber sido peor", dice Lindesay, quien en 1987 se convirtió en el primer extranjero que recorrió la longitud de la muralla. Lindesay escribió un libro al respecto. Durante su recorrido, fue arrestado muchas veces e incluso fue deportado en alguna ocasión. Dijo: "Aun en los años 90, he visto a los campesinos con azadones desmontando torres, poner los ladrillos en sus canastos y bajar las colinas para emprender otras construcciones". El presidente Mao Tse Tung solía decir: "No se es un hombre de verdad hasta que no se trepa la Gran Muralla". Mao era feliz profiriendo consejas populares por su valor publicitario, pero en cuanto a su valor práctico, la Gran Muralla era para él meramente una reliquia histórica, un símbolo del feudalismo, y alentaba a los campesinos a utilizar la materia prima que la muralla ofrecía. Muchos de los reservorios de agua o las fincas aledañas a la muralla se construyeron con sus piedras.

No obstante, desde el primero de diciembre, el gobierno de Pekín ha introducido una serie de nuevas medidas para proteger el muro más largo del mundo, que desde 1987 está incluido en la lista del Patrimonio Cultural del Mundo de la UNESCO.

Las nuevas regulaciones obligan a "todos los ciudadanos, a las entidades y organizaciones legales" a proteger la muralla e informar de cualquier actividad ilegal a las dependencias locales de gobierno. Llevarse tierra, ladrillos y piedras está prohibido, como también plantar en ella, rayonear y hacer garabatos, construir cualquier tipo de instalación que no se relacione con la protección de la Gran Muralla, cruzarla manejando, exhibir artículos que puedan dañarla, organizar actividades en las secciones de ésta que se hayan declarado fuera de límites, y cualquier otra actividad prohibida por la ley de protección de reliquias de China.

Cualquiera que viole las regulaciones puede ser multado hasta por 50 mil yuanes (equivalentes a unas 3 mil 200 libras esterlinas), y las instituciones pueden recibir multas de hasta 10 veces más.

Al primer estadunidense que franqueó la muralla en patineta, el Ministerio de Cultura le otorgó un pedazo de ella, informó el China Daily, al tiempo que preguntó si tales actividades se prohibirían también. "Las actividades turísticas inapropiadas han ocasionado daños a la Gran Muralla y a sus rasgos históricos", dijo un funcionario del Consejo de Estado, parte del gabinete chino, lo que sugiere que esta vez el gobierno puede ser serio en sus intenciones de protegerla.

La gran estructura fue construida durante la dinastía Qin, entre 221 y 206 aC, uno de los logros de ingeniería más imponentes que el mundo haya visto, el cual involucró a cientos de miles de obreros, incluidos soldados y prisioneros. Estos fueron atacados con frecuencia por pandillas de bandoleros merodeadores. Cuenta la leyenda que cuando los trabajadores morían, sus cuerpos eran enterrados en los cimientos, por lo que llegó a conocerse como el "cementerio más largo del mundo", aunque los historiadores dudan de que eso ocurriera con los cadáveres.

Se le reconstruyó durante la dinastía Ming (1368-1644), pero el derrocamiento de los Ming significó el fin de la importancia de la muralla. Los nuevos gobernantes Manchú fueron proclamados desde el norte de la muralla, por las tribus de guerreros que originalmente se intentaba mantener fuera. En 1644, los Manchú convencieron al general Wu Sangui de que abriera las puertas en el Paso de Shanhai y los dejara entrar. Cuenta la leyenda que el ejército Manchú requirió tres días para cruzar la muralla.

Tejida a través de nueve provincias y municipalidades, la Gran Muralla es el nombre colectivo de muchos castillos, murallas y fortificaciones mucho más pequeñas, originalmente desconectados. Se extiende por algunas de las más remotas regiones del país, impidiendo rastrear su longitud y su condición exacta.

Hubo gran consternación cuando el primer astronauta chino, Yang Liwei, reveló que de hecho no pudo ver la Gran Muralla desde el espacio durante su viaje en su cápsula espacial tripulada en 2003. Aunque los viajes espaciales hayan desmantelado uno de los mitos acerca de la muralla, pueden ayudar a brindar información más precisa acerca de su estructura, porque China planea usar sus satélites y otros dispositivos de alta tecnología para cotejar la longitud de la muralla y encontrar modos de protegerla mejor.

Tong Mingkang, vicedirector de la Oficina Estatal de Reliquias Culturales, dijo que el examen podría tomar entre dos y tres años. Y añadió: "Utilizaremos tecnología de información de vuelo, y de sensores a distancia. Los análisis científicos nos permiten constatar las condiciones actuales de la Gran Muralla y actualizar las regulaciones vigentes para protegerla. Es imperativo emprender investigaciones de gran escala para elaborar un registro científico integral de la Gran Muralla". Sorprendentemente, hay todavía secciones que hay que descubrir; en algunas áreas remotas se hallaron fragmentos apenas en 2002. Al mismo tiempo, la erosión climática ha borrado también trozos de la mampostería de la estructura.

El mes pasado, tres albañiles fueron detenidos en Mongolia Interior por cavar una parte de la muralla para usar la tierra como relleno en un proyecto local de construcción, y la manera en que encararon las quejas de los funcionarios de la oficina municipal de Protección de Reliquias Culturales muestra la indiferencia que mucha gente siente. "Es simplemente una pila de tierra", dijo Hao Zengjun, principal del poblado de Erhaihao. El 3 de diciembre la compañía Honji Landbridge Investment se convirtió en la primera empresa multada bajo las nuevas regulaciones. Se le fijó una suma de 500 mil yuanes (32 mil libras esterlinas) por derrumbar grandes segmentos de la muralla para hacerle campo a una autopista ilegal, también en Mongolia Interior. Dong Yaohui, secretario general de la Sociedad de la Gran Muralla, invirtió 35 días inspeccionando la muralla el verano pasado y dijo que 20 por ciento de los 6 mil 400 kilómetros de la estructura está en condiciones razonables, 30 por ciento está en ruinas y el resto ha desaparecido. Describió las nuevas regulaciones como un hito en la protección del sitio. "Queda claro por primera vez que debemos proteger toda la muralla y no sólo secciones", afirmó. "El valor de la muralla radica en su particular tamaño y complejidad, no en unas cuantas torres." Lindesay espera que las nuevas regulaciones ayudarán a salvar la muralla, pese a los grandes retos implicados. "No va a ser fácil. La grandeza de la muralla es su totalidad. Si las brechas crecen, no es una gran muralla."

© The Independent

Traducción: Ramón Vera Herrera

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.