Usted está aquí: lunes 22 de enero de 2007 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez

"La vida no se vende"

LA BRAVURA ES joya muy cara de la zootecnia por lo que ya son contados los ganaderos dispuestos a conservarla. ¿Por qué? Porque los señoritos de civil la piden poco, sin grandeza de espíritu para engrandecer la fiesta, y le pueden menos los señoritos de luces, apoltronados en el ruinoso sillón de la comodidad. La uniformidad de tantos toreros clones e idénticos a otros obedece a la uniformidad a que se ha llevado al toro de lidia, de estilo suave y embestida dócil a costa de la bravura.

"LA VIDA NO se vende", les dijo Juan Pablo Muñoz, uno de los ganaderos de Zacatepec, a sus hermanos cuando en cierta ocasión consideraron la posibilidad de vender el legendario hierro, medio hartos de tanta mariconería de espíritu por parte de no pocos taurinos. Y agregó el también escultor al que hace algunos años casi mata uno de sus toros mientras embarcaba una corrida: "Lo más que recibiríamos es dinero, pero no amaneceres ni atardeceres, ni recorrer a caballo el campo helado y seco o repleto de hierba verde para revisar vacas, crías, toros o novillos. Podríamos comprar algunas cosas, pero ya no tendríamos una tienta o uno de nuestros herraderos en Zacatepec". Y no vendieron.

UN HERRADERO A la vieja usanza de Zacatepec no es un acto social. Se trata de una práctica con más de 100 años de tradición en la que los hermanos ganaderos ­Mariano, Juan Pablo, Alejandro y Bernardo Muñoz­s se olvidan de la ropa limpia, se atan un paliacate a la cabeza, se arman de valor y de reflejos y se transforman en barbeadores o derribadores a cuerpo limpio de becerros que han de ser herrados, con fuerza pero con orden y técnica para no lastimar cuello o pitones de los animales... ni ser lastimados o pateados por éstos, cuyas jóvenes pezuñas son como navajas.

SOLO QUE EN el corral esas crías están con sus madres, vaconas hermosas de amenazantes, desarrolladas y astifinas encornaduras, por lo que tres experimentados vaqueros echan piales desde el caballo. Lazado de ambas patas el becerro medio apartan al resto de la manada y sólo entonces intervienen los barbeadores, uno de los cuales coge por el hocico y testuz el cuello de la res, hasta hacerla caer de su lado izquierdo, sujetarla y ser herrada y vacunada en el derecho.

ESTA VEZ EL equipo de barbeadores lo integraron tres de los hermanos Muñoz, los dos hijitos de Mariano, los hermanos Gerardo y Javier Mijares, con una entrega intemporal, y el ubicuo e incansable Ignacio Ramírez de Arellano, padre del fino torero Jerónimo, hoy en un paréntesis reflexivo de su incierta carrera.

¿ENTONCES ZACATEPEC SIGUE siendo de ustedes?, le pregunté a Bernardo y respondió: "Somos parte de Zacatepec, pero Zacatepec es de la vida y de la bravura, de la tradición y la dedicación, del tiempo y el esfuerzo de muchos, del dinero que no se recupera pero se dignifica en el ruedo, de las distancias y las convivencias familiares sacrificadas, y de una locura que rechaza el conformismo de quienes ya no creen en la causa ganadera que debían defender".

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