Usted está aquí: domingo 21 de enero de 2007 Estados Yucatán, el PRD y Ana Rosa: los sinuosos caminos de la izquierda

Enrique Montalvo Ortega

Yucatán, el PRD y Ana Rosa: los sinuosos caminos de la izquierda

La política mexicana adopta a veces giros surrealistas que nos enfrentan a la necesidad de bordar análisis en el filo del precipicio.

De pronto, como resultado de la instauración del autoritarismo calderonista al interior del PAN, el personaje que ha encarnado en forma más emblemática la posición de ese partido en Yucatán está a punto de convertirse nada menos que en la candidata a la gubernatura de Yucatán, ¡por el PRD!, pues fue víctima de un fraude electoral en las elecciones internas del blanquiazul para seleccionar al candidato a gobernador.

Giros misteriosos, sorprendentes, casi esotéricos de la política a la mexicana.

En 1993 representé al PRD como candidato ciudadano a la gubernatura de Yucatán. Quien ahora se perfila como candidata del sol azteca, Ana Rosa Payán, era una de mis adversarias, representando al PAN.

Conozco muy bien sus acciones y su trayectoria política, que analicé en mi libro México en una transición conservadora (La Jornada-INAH, 1995). Se trata de una mujer que representa ese aire derechista, con olor a sacristía, que se respira en provincias conservadoras como Yucatán. Aire que invade la vida pública y muchas veces pretende acabar con el laicismo.

Y es lógico, pues Ana Rosa Payán se formó en las catacumbas de los movimientos religiosos preilustrados. Fue de las precursoras en ese peligroso arte de utilizar la religiosidad popular para agenciarse votos. Fox en ese sentido no fue más que un mediocre aprendiz.

Pero a la vez, Ana Rosa ha mostrado sensibilidad y cercanía con los sectores populares y honestidad en el manejo de los recursos, características que se contraponen a las que definen a los neopanistas: avidez por los negocios y las ganancias fáciles a expensas del gobierno, insensibilidad social, desprecio por el pueblo y actitudes elitistas y oligárquicas. La primera ha actuado convencida de la vigencia de los principios del PAN original, tratando de ser congruente; para los segundos, los principios constituyen un estorbo.

Las acciones de Ana Rosa, entre otras haber ganado el municipio de Mérida en 1991, le abrieron grandes espacios al PAN y fue sin duda una de las principales artífices en el ascenso posterior que terminó por llevar al blanquiazul a la Presidencia.

Pero está visto que en México la política siempre puede empeorar, y tras el camino abonado por Ana Rosa llegó Patricio Patrón Laviada a realizar el gobierno más oligárquico en la historia posrevolucionaria del estado. Entre otros muchos abusos, el actual gobierno ha reprimido a campesinos para arrebatarles sus tierras, ha cubierto con un manto de impunidad actos violentos contra la sociedad, que los afectados han atribuido al gobierno mismo, y ha erigido un sistema clientelista que sería la envidia del mismo Cervera Pacheco.

En este panorama, la izquierda y las fuerzas alternativas en Yucatán son tristemente débiles, fragmentadas y divididas. El PRD, ¡que tuvo la "genial" puntada de coaligarse hace seis años con el PAN para contribuir a encumbrar a Patrón Laviada! ahora, con su identidad desdibujada, tiene muy poco que ofrecer para enfrentar a la derecha.

Al salirse del PAN, Ana Rosa divide a la derecha como era impensable hace sólo unas semanas. La profunda división en ese sentido ideológico significa que se abren entonces un cúmulo de nuevas vías que podrían conducir hacia avances democráticos en la sociedad yucateca. No se trata de que Ana Rosa se vaya a convertir milagrosamente a la izquierda, pero sí de que para llegar al gobierno deberá movilizar a un espectro plural y heterogéneo de fuerzas y agrupaciones, para canalizar la inconformidad social. De triunfar, inevitablemente se vería obligada a hacer un gobierno abierto, en el cual podría fortalecerse la sociedad, y encontrar la izquierda un espacio para avanzar, crecer y convencer. Cabe repetir aquí con Machado que no hay camino cierto por anticipado, pero que hay que andar para hacer caminos. Y muchas veces estos no son lineales y directos, sino sinuosos y llenos de vericuetos.

A quienes sostenemos una posición de izquierda nos resulta difícil aceptar que sea una mujer con el perfil de Ana Rosa quien encarne la candidatura del PRD. Estoy consciente de que no es la situación ideal, tampoco una vía segura, simplemente las otras opciones son muy inferiores, en cuanto no lograrían mellar el poder del bloque hegemónico.

Más allá de la crítica fácil que pudiera hacerse al PRD o a otros partidos como simples cacha votos oportunistas, cobijar la candidatura de Ana Rosa me parece un acierto, siempre y cuando se acuerden con ella compromisos públicos respecto a un programa económico que favorezca a la mayoría, investigación y aplicación de la ley en relación con la corrupción, y garantizar respeto a la separación Iglesia-Estado.

Si nos ubicamos desde la perspectiva de una sociedad oprimida por la derecha más autoritaria, no sería poca cosa romper al bloque oligárquico (parte del calderonismo) que se ha instaurado en el gobierno de Yucatán, y no ofrece a esa sociedad más que un neoliberalismo exacerbado, miseria para la mayoría y corrupción, impunidad y privilegios para unos cuantos.

Además, y esto no es menos importante, la candidatura de Ana Rosa se presenta como la posibilidad de infligir al autoritarismo de Calderón una derrota contundente en el primer proceso electoral del sexenio y precisamente en territorio que el PAN consideraba conquistado.

Tomar la iniciativa ahora, desde la izquierda, de aprovechar el espacio que se abre para realizar propuestas y lograr compromisos que garanticen la realización de una serie de objetivos mínimos, es una responsabilidad de políticos e intelectuales democráticos y progresistas. En tales condiciones el apoyo a la candidatura de Ana Rosa Payán tendría que ser crítico y partir de la construcción de una plataforma en la que destaquen: una propuesta económica antioligárquica y redistributiva del ingreso, impulso al campo, políticas públicas favorables a la mayoría, un programa efectivo de salud pública, respeto irrestricto al laicismo, educación popular, impulso a la investigación científica, apoyo y promoción del arte y la cultura, entre otros aspectos.

Hoy más que nunca se hace necesario enriquecer colectivamente la reflexión para construir salidas al autoritarismo despótico que nos amenaza desde los gobiernos panistas.

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