Su uso como goma de mascar
La historia del uso del chicle como goma de mascar se remonta al siglo XIX. Antonio López de Santa Anna tenía la costumbre de masticar chicle y cuando ya estaba exiliado, en la década de los 60, en Staten Island, Nueva York, se hospedaba en la casa de Thomas (algunos autores dicen que fue James) Adams, fotógrafo o general, quien expresó interés en las bolitas masticables. En 1867, con 50 dólares, estableció una fábrica de goma de mascar. La primera caja de chicles Adams se vendió en su color original café y sin sabor, y el negocio funcionó. Fue consumido por los soldados durante la Primera Guerra Mundial, ya que funcionaba como tranquilizante, pero en la Segunda Guerra Mundial ya formaba parte de las raciones de los combatientes, y después alcanzó difusión planetaria. En 1950 apareció la goma de mascar sintética, que se produce con polímeros de petróleo y saborizantes artificiales. El consumo del chicle natural que se produce en el sur de México, Guatemala y Belice ha quedado restringido al mercado verde, de productos orgánicos, y la principal demanda proviene de Japón, Italia y Singapur.