La muerte de Dios, punto de partida del libro Ateologías, coordinado por Benjamín Mayer
La religión como institución vive un declive, considera Monsiváis
Asegura que el concepto de divinidad es una idea mutante que se ha ajustado con la historia
Deplora que el secretario de Salud se erija en cardenal alterno, por criticar la lucha contra el sida
En la modernidad tardía la religión no se ha desvanecido, pero su naturaleza se ha modificado, dijo el escritor Carlos Monsiváis, y agregó:
"No puede ya definirse únicamente en términos de atributos históricos, estructurales o doctrinarios. La religión como institución vive un declive, o por lo menos padece tensiones muy considerables". Además, dijo, la religión es "algo generado en la experiencia, la práctica y las aspiraciones de vidas vividas".
El ensayista y cronista habló durante la presentación del libro Ateologías (Fractal-CNCA), junto con Benjamín Mayer Foulkes y Fernando M. González, en la Capilla del Centro Cultural Helénico. Se trata de una reflexión colectiva que parte de la oposición entre la creencia y la no creencia en Dios, el teísmo y el ateísmo, la teología y la razón, y que además revisa la validez de esta última, surgida en la Ilustración.
Ateologías es una compilación de 14 ensayos de autores como los mismos Monsiváis, González y Mayer, este último también coordinador del volumen, además de Ilán Semo, Ugo Pipitone, Sandra Lorenzano, Judit Bokser, Bolívar Echeverría y Néstor Braunstein, entre otros.
Idea mutante
Monsiváis agradeció la publicación del libro y señaló que el punto de partida de la antología es la "muerte de Dios, frase que suele ridiculizarse sin tomar en cuenta que, como todo concepto o hecho, Dios es una idea mutante:
"El dios monoteísta de los hebreos es distinto al dios del amor que Pablo transforma en institución, y es por entero diferente al dios que preside la persecución de los disidentes religiosos, y al dios cuya mención vigorosa bendice la explosión demográfica del dogma, y al dios de los distintos ejércitos, y al dios de George Bush y Osama Bin Laden, y al dios en cuyo nombre Benedicto XVI exige a los obispos africanos que combatan las amenazas de su continente: el adulterio, el aborto, la homosexualidad (supongo que no debe haber otros problemas en Africa)."
Como epílogo, siguió Monsiváis, Joseph Ratzinger insiste en la prohibición del condón. Y enseguida mostró su indignación por declaraciones del secretario de Salud, José Angel Córdova Villalobos, acerca de que "ha sido mal encausado el tema del sida desde el punto de vista de las políticas de salud, porque se ha beneficiado a una tendencia que es nociva, como la homosexualidad".
Ante ello, el escritor consideró como "un poco excesivo que un secretario de Salud se erija en cardenal alterno y nos dé la posibilidad de saber hasta qué punto su ignorancia no es casual sino orgánica". Y planteó como inadmisible que "la idea de religiosidad, de la aplicación de la norma a todos aquellos que no tienen por qué compartirla, se convierta en política de estado".
Luego retomó el asunto de la muerte de Dios, dijo que ésta no implica la muerte de la fe y aclaró que su diferencia no es con los creyentes. Basado siempre en diversos ensayos de Ateologías, cuestionó que los atributos de Dios se trasladen, en los mundos teocráticos, a sus representantes, quienes identifican la crítica a la Iglesia con la "traición a la patria".
Tras admitir que evadía los ensayos del libro referentes al sicoanálisis, reivindicó la defensa urgente del laicismo y enseguida leyó unas "notas pararreligiosas" en las que, por ejemplo, planteó que "en el cristianismo de hoy es muy vigoroso el componente mediático, que en buena medida normó recientemente la respuesta sentimental y devocional a la muerte del papa".
El escritor dijo que a la "ateología" la produce la realidad, pero que ahora la "teología", en la mayoría de los casos, se ha vuelto una actividad académica que "no sirve ni para la edificación ni para el esclarecimiento de los santos", además de que existe una notoria "escasez de público".
Carlos Monsiváis llamó a la última parte de su larga intervención como "autobiográfica", y compartió:
"Soy profunda y obstinadamente laico, y nunca, por lo menos de manera consciente, determiné mi conducta por el sistema de recompensas ultraterrenas (cómo se nota que nunca he estado en el lecho de muerte)". Y más adelante: "sin la Biblia, mi vida se despoblaría de un número impresionante de referentes. Y aquí termino para que no me escuchen decir: confiésome padre."