Número 126 | Jueves 4 de enero de 2007
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Director: Alejandro Brito Lemus

Necesito medicamentos para vivir

Por Christian Rea Tizcareño

Juan Estrada Trujillo es hemofílico de nacimiento y en 1985 se infectó de VIH. “Después del terremoto —cuenta— entró mucha sangre contaminada. Nosotros les decíamos a los médicos que teníamos el temor de que nos fueran a infectar. Ellos nos decían que no nos preocupáramos porque ‘la sangre estaba al cien por ciento segura’, y resultó que no.

“Éramos como unos 50 hemofílicos en aquel tiempo. Ahora ya nada más quedamos dos, pues a todos nos infectaron. Al enterarnos le echamos pleito a uno de los doctores del Centro Médico Siglo XXI. Él, por su parte, nos señaló que no había culpables, ‘aquí se analiza la sangre. La han de haber agarrado en un periodo de ventana o no sé’. De allí para acá, nos empezaron a relegar y nos entró más coraje”.

Juan recuerda cómo se dio cuenta: “Mi esposa empezó a adelgazar. Yo la llevaba al Seguro, y nada. La llevé a particulares —estaba desesperada porque decía que los medicamentos del Seguro no servían—, y nada, cada vez estaba peor. Hasta que le comenté a una doctora y nos hizo la prueba de VIH. Nos dijeron que eramos positivos en noviembre de 1989”.

Sin embargo, como aún no había terapia antirretroviral en el IMSS, su pareja se fue deteriorando rápidamente hasta la muerte.

Juan comenzó el tratamiento anti VIH en 1992. Un año después apareció en su vida la hepatitis C. “Estuve internado 15 días en el Hospital de La Raza. Yo no me explico por qué salí infectado”.

“Desde 1993 me atienden en el Hospital General de Zona número 53, Los Reyes, La Paz, Estado de México. Necesito de por vida los medicamentos, pero siempre he tenido problemas con ellos. Ahora me pidieron un ‘resumen médico’ anual para que me dieran el factor antihemofílico, en una ocasión duré como tres días sin antirretrovirales y una vez nos los dieron caducados.

“Me desespero, pero yo no los puedo comprar. Hay un medicamento que vale como mil 700 y otros como dos mil 500, y necesito como 12 cajas mensuales.

“Han disminuido mis fuerzas. Antes desmontaba camionetas. Pero ya ahora para trabajar, pues no. Lo que antes hacía en un día, ahora lo tengo que hacer en tres. Estoy como si me hubieran apaleado. Ya no sé si es a consecuencia de los sangrados que me dan por la hemofilia o por los efectos secundarios de los antirretrovirales. Se llegan a confundir los síntomas. Me quedan adoloridos y engarruñados los pies y las manos por la neuropatía periférica.

“A veces me viene el sangrado por dormir en una sola posición. Luego luego hay que meterle factor porque si se deja, n’ hombre, se me calienta y los dolores no se aguantan. Pero no me internan, a menos de que sea por una infección de muelas o una operación.

“Un doctor me comentó ‘tu destino es morir hospitalizado, a menos que quieras morir en tu casa. El día que te pongas muy grave, ahí vas a quedar’.

“Las personas con VIH/sida estamos al tanto para que no haya desabastos; sin embargo, la licenciada del Seguro nos dice ‘hazle como quieras’, retándome. Yo quería llevármela en paz pero la verdad me están orillando a, de plano, meter una demanda por daños”.