Usted está aquí: miércoles 3 de enero de 2007 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

Guerra declarada entre el GDF y NI

Golpe bajo de esa corriente a los capitalinos

Más que fortuita, una acción de largo alcance

No hay vuelta de hoja, entre el gobierno de la ciudad y la tribu perredista de Nueva Izquierda hay una guerra declarada. La situación no es sencilla, se trata de un momento que bien puede calificarse "de alta complejidad" para ambas partes, y por tanto muy peligroso para sus futuros inmediatos.

Para la tribu, el asunto guarda definiciones de extrema importancia: se juegan la posibilidad de permanecer como fuerza predominante en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, y así continuar con el proyecto mediante el cual René Arce Islas sería el candidato del PRD a la jefatura de Gobierno en 2012.

Otra condición, en ese proyecto, es el bloquear, de cualquier manera, la posibilidad de que el gobierno pudiera influir en el nombramiento de otro candidato para el mismo cargo, contrario a NI, es decir, el gobierno debe tener tales cargas de descrédito que le sea imposible opinar sobre el posible sucesor de Marcelo Ebrard.

Y aún más, el plan establece, con cierta claridad, que ese descrédito no obrará en contra de Nueva Izquierda, porque ellos se ofrecerán, como la alternativa, como una "izquierda salvadora", moderna, que prometerá romper con los supuestos vicios de los grupos que han gobernado en los últimos nueve años.

Por ello, bien podría decirse que se han lanzado al vacío político con un paracaídas de poco diámetro. Hay la seguridad, casi absoluta, de que el gobierno de Ebrard caerá en errores de tal magnitud, por tratar de salvar los escollos a los que lo someta la tribu, desde la misma Asamblea, que sólo espera recoger los pedazos del gobierno para cimentar con ellos su oferta para 2012.

Y ese puede ser su gran error, porque en las oficinas de Ebrard ya se empieza a diagnosticar la jugada de Nueva Izquierda, para combatirla, en cada uno de sus embates, y se afilan la tijeras para cortar los hilos del paracaídas con el que sobrevuelan los miembros de la tribu del senador Arce.

Es imposible que el gobierno central utilice la técnica del boxeador en la que mientras más le pegan más se ríe, aunque el daño que se le esté causando lo mine en su fortaleza. El golpe de Nueva Izquierda a Ebrard sí es duro, sí afecta, y si no se es corto de mirada se podrá observar hasta dónde dañó los programas prioritarios, como el de desarrollo social.

Eso quiere decir, se mire como se mire, que en el afán de dañar el proyecto político de Ebrard, Nueva Izquierda le pegó a la gente, por ejemplo a los jóvenes que no tendrán un nuevo plantel universitario, cosa que era una promesa de campaña, hasta donde nos acordamos, y un hecho así debería quedar claramente expuesto por el jefe de Gobierno, porque en el incumplimiento de las promesas hay corresponsables o cómplices, no hay de otra, así que Ebrard deberá escoger de qué lado de la línea se ubica.

Es encomiable que desde el más alto puesto de gobierno en la ciudad, se trate de minimizar el hecho para no reditar el problema, pero en algún momento Ebrard deberá hacer caso a los diagnósticos que le indican que la acción de Nueva Izquierda no es un acto fortuito, ni la respuesta vengativa que termina con el golpe de regreso, sino a un proyecto firme con alcances más allá del recorte presupuestal para este año.

Como ya hemos apuntado aquí, por más que se quiera cubrir entre los dichos y los comentarios la verdadera naturaleza del evidente encontronazo entre los proyectos de Nueva Izquierda y el GDF, la guerra está declarada y todos deberíamos ser copartícipes de los esfuerzos del gobierno para sacar adelante sus planes, si es que puede, y de los de Nueva Izquierda para apoderarse de la ciudad, para empezar.

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