Mujeres, comerciantes y profesionistas arrestados por su aspecto de alta peligrosidad
"Me detuvieron por ayudar a los que resultaron intoxicados por los gases"
Temor de los consignados ante el regreso a Oaxaca: "¿Qué pasará con nuestra seguridad?"
Ampliar la imagen Mercedes Cumplido Pantoja y Ruth Cabrera Vázquez, quienes estuvieron detenidas por su notoria apariencia de alta peligrosidad
Ampliar la imagen Mercedes Cumplido Pantoja y Ruth Cabrera Vázquez, quienes estuvieron detenidas por su notoria apariencia de alta peligrosidad
Mercedes Cumplido Pantoja tiene 47 años de edad, usa el pelo de raya en medio con largas trenzas de campesina y trabaja como ayudante en una mina de Tuxtepec, en el oriente del estado de Oaxaca. A pesar de su aspecto que no refleja sino bondad, el sábado 25 de noviembre, alrededor de las 9 de la noche, en el atrio del templo de Santo Domingo, centro histórico de Oaxaca, fue detenida por "cuatro hombres camuflajeados", que la patearon y la golpearon en la cabeza.
A Ruth Cabrera Vázquez, de 48 años, comerciante de la chiapaneca ciudad de Tuxtla Gutiérrez, ese mismo día y casi a la misma hora de la noche, muy cerca del anterior lugar, los hombres de la Policía Federal Preventiva (PFP) le dieron "una patada en el costado", le "lastimaron la mano izquierda", la "jalaron de los pelos" y le dijeron que "ya estaba vieja para andar en esas pendejadas", en referencia a la lucha de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en contra del gobierno de Ulises Ruiz.
Hasta ayer ambas estaban presas, acusadas de incendio, sedición, asociación delictuosa y daños a particulares, en la cárcel de mediana seguridad de San José del Rincón, Nayarit, en donde fueron internadas el pasado lunes 27 de noviembre en compañía de 139 personas más, en su gran mayoría capturadas al azar en las calles de la capital oaxaqueña.
De todas ellas, la Secretaría de Seguridad Pública federal que en esos momentos aún estaba a cargo de Eduardo Medina Mora, quien ahora funge como procurador general de la República, afirmó que tenían "un perfil de alta peligrosidad", diagnóstico que incluye al arquitecto Porfirio Domínguez Muñozcaño, a quien las tropas de la PFP molieron a palos y estuvieron a punto de sacarle un ojo por el mero hecho de haber salido a la calle a imprimir unos planos.
A Mercedes Cumplido, quizá por su indudable apariencia de mujer de "alta peligrosidad", quienes la capturaron se complacieron en aterrorizarla. "Me decían que me iban a matar brutalmente, me tocaban las piernas, me golpeaban, me mentaban la madre, me decían 'te vas a morir, eres una perra, idiota, pendeja, ¿quién te pagó por andar ahí, cuántos miles de pesos te pagaron?'", según le contó en la cárcel nayarita de El Rincón a una visitadora de la Liga Mexicana de Defensa de los Derechos Humanos (Limeddh).
Ruth Cabrera Vázquez, por su parte, ratifica las denuncias de sus compañeras de cautiverio en Nayarit. Mientras los agentes de la PFP la golpeaban, "me dijeron que ya estaba vieja para andar en pendejadas, que no teníamos valores por destruir una ciudad tan bonita, que yo parecía 'decente' para andar en esas cosas", recuerda en su testimonio.
Agrega que la subieron a una camioneta con 11 mujeres que fueron conducidas al parque de El Llano donde "nos tiraron al suelo y nos tomaron fotografías (mientras) seguían insultándonos. Nos amenazaron de llevarnos quién sabe a dónde. Se burlaron cantándonos las consignas (del movimiento), nos pidieron nuestros nombres y direcciones una y otra vez y muchas veces más (sic), nos subieron a la camioneta y nos llevaron al cuartel general de la policía en Santa María Coyotepec (y) de ahí al Cereso (Centro de Rehabilitación Social) de Miahuatlán".
En ese lugar, cuenta, "nos metieron a un cubículo, ahí estuvimos muchas horas con mucho frío, de pie, con mucho miedo, mucho terror. El policía que estaba a cargo de nosotras se portó amable dentro de lo posible. Todas esas horas fueron interminables, nos subieron en una sala a 'declarar', y el defensor de oficio me preguntaba qué me habían aconsejado, pero lo decía en forma burlona".
En su testimonio, publicado ayer, la bióloga Edith Coca Soriano asentó que en circunstancias similares ella se negó a declarar en Miahuatlán porque no le asignaron defensor de oficio ni la acompañaba ninguna persona de su confianza. A Ruth Cabrera, en cambio, sí le dieron un abogado defensor pero éste, según explica, parecía estar del lado de sus acusadores.
"Yo le dije que no tenía nada que declarar porque yo no había hecho otra cosa que auxiliar con vinagre y coca-cola a las personas que (las tropas de la PFP) intoxicaban con gases, ¿eso es delito?", pregunta.
Fue hasta el mediodía del domingo 26 cuando ella y varias detenidas más fueron bajadas al patio. "Nos dieron de comer, nos permitieron comprar tarjetas para hablar por teléfono, hacer una llamada, ir al baño. Yo tenía muy inflamada mi mano, con mucho dolor, pedí ir a la enfermería y estuve esperando una hora hasta que al fin nos llamaron y dijeron que ya nos íbamos. Ahí sentí alegría, pensé que ya nos iban a liberar, pero cuál fue mi sorpresa al ver que nos trasladaban quién sabe a dónde, esposadas, con la mirada al suelo, como vil y sanguinaria delincuente."
Antes de abandonar el penal de Miahuatlán para abordar el helicóptero al aeropuerto de Oaxaca y el avión hacia Nayarit, los de la comisión estatal de derechos humanos "nos tomaron fotografías de los golpes y cuando supe que nos mandaban a otra cárcel, un comisionado de ellos me dijo que era para nuestra protección, porque los presos de Miahuatlán no querían a los de la APPO y que debíamos tener mucho cuidado".
Casi un mes después de haber comenzado a sufrir esta interminable pesadilla, Ruth Cabrera estaba en la cárcel de El Rincón, tramitando un amparo para poder volver a Oaxaca a seguir su proceso penal, pero afirma que eso le da mucho miedo. "Si por alguna razón nos trajeron a Nayarit, ¿qué va a pasar con nuestra seguridad si nos devuelven a Oaxaca?"