Usted está aquí: lunes 11 de diciembre de 2006 Deportes El pueblo tapatío se volcó a la Minerva para venerar a los campeones rojiblancos

El grito de ¡Chivas, Chivas, Chivas!, el más formidable que se haya emitido en la ciudad

El pueblo tapatío se volcó a la Minerva para venerar a los campeones rojiblancos

Los jugadores se trasladaron en vuelo privado para ser homenajeados en Guadalajara

JUAN CARLOS G. PARTIDA CORRESPONSAL

Ampliar la imagen Desde antes de finalizar el partido los jaliscienses ya festejaban en la glorieta de la Minerva Foto: Arturo Campos Cedillo

Guadalajara, Jal., 10 de diciembre. La ciudad es una fiesta en adoración al Rebaño Sagrado, que ahora sí es eso. Vírgenes que se desmayan al paso de los jugadores, hombres y niños que se hincan y juntan sus manos mientras el autobús que transporta a Chivas apenas puede avanzar, en un largo paseo atiborrado, tumultuoso, que hizo que cientos de miles ­tal vez millones­ de personas salieran a la calle a esperar y ver pasar a los campeones, desde el aeropuerto hasta la glorieta de la Minerva.

Ahí, la diosa griega tuvo el privilegio de ser testigo principal de cómo el conjunto tapatío entraba al Olimpo en su calidad de dios completo, más allá del balompié por supuesto.

Nunca como ahora el pueblo se volcó en cuerpo y espíritu de manera tan numerosa. Nunca como ahora se pudo atisbar en la profundidad de las fibras humanas que remueve el futbol.

Desde que el equipo llegó de Toluca, en vuelo privado, hasta la Minerva, transcurrieron casi cuatro horas. La razón principal fue que el convoy en que viajaban no podía avanzar ante el tumulto, ante el surrealismo de la adoración masiva, ante la santificación en vida que la gente daba a quienes iban a bordo de los dos autobuses descubiertos, sonrientes, incrédulos y ungidos en su nueva santidad de inmortales por unos días.

A las 20:36 horas el convoy llegó a la Minerva y se escuchó el grito más formidable emitido por la ciudad en toda su historia: "¡Chivas, Chivas, Chivas, Chivas..!"

Hasta las 9 de la noche los jugadores subieron al escenario dispuesto desde temprano alrededor de la simbólica glorieta, con el Bofo sonriente en su pelona que servía de base para pasear el trofeo de campeones, un escenario de papeletas rojiblancas que caían al compás de We are the champions.

Y el grito que había impuesto récord como el más grande de la historia en la ciudad volvió a ser superado cuando Oswaldo Sánchez levantó ese mismo trofeo y miró al cielo que se iluminaba y estallaba por los juegos pirotécnicos.

La Minerva fue cerrada al tráfico vehicular desde las 11 horas cuando se dispuso un cerco de seguridad con 700 policías de Guadalajara, acompañados de elementos de Protección Civil, quienes se convirtieron en aduanas para impedir el acceso de bebidas embriagantes.

Aunque conforme transcurrió el día la presencia de uniformados se incrementó, después de las 5 de la tarde la zona había sido rebasada en toda su capacidad y el festejo superó cualquier expectativa de las autoridades con más de 100 mil personas que estrangularon la vialidad en todo el poniente de la metrópoli.

Hasta las 9 de la noche el reporte oficial señalaba 25 personas detenidas por infracciones diversas. A esa misma hora no había aún recuento, pero decenas de aficionados fueron atendidos por desmayo ­muchos debido a que salieron desde temprano a la calle y se quedaron sin comer. Salvo esos incidentes, el saldo general estaba en blanco.

 
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