En el Zócalo, cientos de miles mantienen la convicción de que su voto no fue acatado
Nunca aparecieron las hordas violentas de las que hablan medios electrónicos
"¿Quién es más violento, el que se roba una elección presidencial o el que la defiende?", cuestionaban en un letrero; otro decía: "Sonríe... Ya te subieron la gasolina, la luz, la leche"
Volvieron a salir, volvieron a llenar el Zócalo y a desbordarse por las calles aledañas. Cientos de miles otra vez, convocados no por un mesías carismático, no por los caprichos de un político ambicioso, sino por la persistencia de una convicción: su voto no fue respetado. Y por eso venían a reconocer al "presidente legítimo" y a desconocer al "presidente espurio".
No eran nunca lo han sido las hordas violentas y descontroladas que suelen describir en radio y televisión. Como en todas las concentraciones desde el 2 de julio, se reconocía en esas voces y rostros la indignación, el enojo, la frustración ante la impunidad. Personas desesperadas, pero que no pierden la paciencia.
Lo resumía una pancarta a la salida del Metro Allende, sobre avenida Cinco de Mayo: "¿Quién es más violento, el que se roba una elección presidencial o el que la defiende?"
Poco antes de las tres de la tarde el Zócalo ya estaba a más de la mitad de su cupo, pero dos horas después iba a ser casi imposible ingresar.
Un grupo de mujeres maduras levantaban las manos abiertas en dirección a los cuatro puntos del universo, a la manera prehispánica, en apoyo a Andrés Manuel López Obrador. Se respiraba una atmósfera contrastada de relajación y expectación.
Ocasión oportuna para la libertad de expresión y de transmutación, por Madero, y rumbo a la Plaza de la Constitución, apareció una mujer jaguar, de abrigo y anteojos.
En una cartulina, ese "símbolo natural y cultural de México" criticaba a los hoteleros por destruir los manglares del país, rechazaba las reformas constitucionales a los artículos 73 y 124 y remataba: "¡Viva nuestro presidente!"
Al paso se volvían a desplegar y multiplicar las pancartas espontáneas, que son expresión llana de las razones y emociones de la multitud.
Al frente de una contingente de Querétaro, una mujer con capucha y túnica blancas lucía la elocuente leyenda "Ku Klux Pan". Una pancarta con un dibujo de El pensador de Rodin refrendaba: "Los renegados estamos aquí para hacer valer la genuina voluntad del pueblo".
El movimiento de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) también se hacía presente, así como el rechazo a los operativos de la Policía Federal Preventiva en esa entidad.
Un hombre vendía playeras con la leyenda: "Soy APPO y qué". Sobre Tacuba, unos campesinos de Ixmiquilpan, Hidalgo, escribieron en una manta: "Fuera Ulises Ruiz y la PFP de Oaxaca". Y en otra exigían el "alto a la represión" en ese estado.
Mientras López Obrador se refería al caso Oaxaca, en la congestionada esquina del Monte de Piedad una señora decía a otra que ya no se podía pasar hacia el Zócalo.
En la radio dijeron que casi no había gente afirmó una.
¡Hijos de su pinche madre! exclamó la otra con franqueza.
Aguas con el muerto
Volvió a ser, con en otras ocasiones, una multitud diversa: familias con niños en brazos y carriolas; jóvenes estudiantes de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Politécnico y del CCH Naucalpan. Y se hizo presente también la Federación de Militares Retirados, que tuvo un campamento en el Zócalo durante el plantón.
De pronto, alrededor de las tres y media de la tarde, en Madero casi esquina Bolívar surgió de entre la muchedumbre un señor gritando: "¡Ahí va el muerto!", y señalaba un féretro negro en el que se leía: "Felipe Calderón, presidente ilegítimo, 2 de julio-20 de noviembre".
El señor, flaco y garruchón, portaba una cartulina en la que consignó en espíritu calaveresco: "Murió Fox muy repudiado/ al imponer al Fecal/ pues quedó evidenciado/ por el fraude electoral".
Una chava universitaria gritaba por escrito: "¡La verdad y la justicia nunca serán vencidas! ¡AMLO es mi presidente!"
Casi frente al templo de San Francisco, a espaldas de la Torre Latinoamericana, muchos se detenían y arremolinaban para firmar el formato de la Declaración ciudadana, que desconoce "al usurpador" Calderón y reconoce "al único presidente legítimo de México", López Obrador.
Las salidas del Metro Allende no dejaban de expulsar ciudadanos con destino al Zócalo. Una señora ensayaba con su hijo de unos 10 años lo que gritarían poco después: "¡Es un honor estar con Obrador!"
En la calle de Brasil un señor acompañado de su pequeño hijo sintetizaba las razones para seguir protestando: "Estar aquí es lo mínimo que puede uno hacer".
La cita era a las cuatro, pero desde horas antes había un flujo continuo de simpatizantes de López Obrador hacia la gran plancha que tanta historia ha visto pasar en los tiempos recientes.
En el salón Corona, la breve noticia en televisión de la concentración arrancó aplausos. Aunque a decir verdad no había el ánimo festivo, el entusiasmo de otras ocasiones. Quizá era la incertidumbre que se abre en lo que sin duda es una nueva etapa de la resistencia civil pacífica.
Lo que era patente, lo que se manifestaba evidentemente viva era la convicción de estar defendiendo algo justo y urgente.
Por eso vinieron Jesús Pérez y Juana Gómez, un matrimonio maduro de Teoloyucan, estado de México.
Dijo Jesús: "Venimos a la protesta del presidente legítimo de México porque tiene que haber un cambio. Ya no es posible vivir en esta situación de que para los que están en el poder, toda la riqueza, mientras los que estamos abajo estamos cada vez peor. Estamos hartos. Si antes teníamos para comer, para alimentar a nuestros hijos, ahora es cada vez más imposible. Antes nada más trabajaba yo, y ahora tiene que trabajar mi esposa. Creo que no hay otra más que una revolución para que esto se enderece".
La pejemanía
A cada paso, a cada pregunta entre la multitud afloraban voces con esa indignación y con esa convicción.
La industria de la pejemanía mostró novedades de forma, como los globos amarillos con la figura de AMLO, y de fondo, casi todas las imágenes de playeras, tazas, llaveros y cachuchas mostraban al dirigente con la banda presidencial.
Incluso, apenas investido López Obrador, un ambulante comenzó a gritar: "¡Llévese la pluma del presidente, llévese la pluma del presidente, a 10 pesos!"
Acompañada de sus padres, una niña de unos siete años mostraba en una cartulina pequeña: "Queridísimo Peje, si alguien obstruyera tu camino, yo continuaré con tu ejemplo".
Muchos carteles también estaban al día, como el exhibido a un costado de la Catedral, en 5 de Mayo y Monte de Piedad: "Norberto Rivera: si Jesús viviera, de su casa te corriera".
Una mujer joven de clase media colgó un papel detrás de su espalda: "Sonríe... Ya te subieron la gasolina, la luz, la leche... ¿Eres cómplice del fraude? Ahora... ¡Aguántate!"
Un estudiante de la Universidad del Valle de México vendía videos "a 15 varitos" y en una cuartilla apuntó: "Evidencias. Demuéstrele a la gente que sí hubo ¡pinche fraude!... Vea el fraude en casa".
Infinito parecía el poder de síntesis, como se leía en una manta: "Fox traidor. Martita millonaria. Calderón espurio". O en otra tela, ésta amarilla: "¡Calderón, nunca serás nuestro presidente!"
Ya de noche, en un café del centro de la ciudad, un señor de Iztapalapa y su esposa resumían: "no venimos de acarreados; a López Obrador le hicieron fraude, él es nuestro presidente. No reconocemos a Calderón, seguiremos en la lucha".