Más cómoda, en el absolutismo, afirma académico
La Iglesia católica, "contraria" a sociedades plurales y transparentes
A diferencia de las sociedades donde priva la democracia representativa, la Iglesia católica se siente más cómoda en los absolutismos; es decir, no llega a identificarse con sociedades más plurales y transparentes, sino que aparentemente le sientan mejor los regímenes de opacidad, refiere un análisis en torno a este culto realizado por el académico del departamento de derecho de la Universidad Iberoamericana, José Luis Caballero Ochoa.
Durante la presentación del libro Dios y el César. Itinerario político de la Iglesia, del politólogo Juan Luis Hernández Avendaño, en su calidad de comentarista de la obra, Caballero Ochoa expuso que la presencia política en el interior del culto es una base de estructura vertical y piramidal, que apoya la obediencia más que el diálogo, con intolerancia de la jerarquía hacia la disidencia.
Sobre la obra presentada, el jurista destacó: "el análisis del libro es una aportación saludable, incluso para la Iglesia", además de permitir al lector acercarse a la vida interna de esta corporación, "poco conocida y entendida".
Por otra parte, en su libro Avendaño expone la tesis de que la Iglesia católica es esencialmente una institución política que administra la religión. Un organismo, se señaló, que ante problemas como la pederastia responde como institución política y protege su capital social y político sin ponerse del lado de las víctimas.
Según lo explicado en la presentación, si bien Iglesia y Estado han vivido separados en el país en los últimos años, con un discurso intrincado, con conflictos y ayuda mutua, ciertamente el discurso religioso ayuda en dos sentidos: legitima políticas de opresión y subversivas. Ejemplo de ello fue el silencio que guardó sobre el 2 de octubre de 1968.
En el mundo contemporáneo cualquier discurso religioso tiene consecuencias políticas. Además, la Iglesia católica está organizada por un Estado Vaticano que tiene relaciones con otros estados, con una jerarquía que siempre termina del lado de quienes tienen el poder religioso, para legitimar la opresión y la emancipación, se dijo.