Usted está aquí: domingo 12 de noviembre de 2006 Política Navegaciones

Navegaciones

Pedro Miguel
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Felicidades, señor

"Error técnico" en Beit Hanoun

Aplicación de la guerra preventiva

No parece haber nada especial, señor Ehud Olmert, en el hombre que aparece en la foto de la derecha. Podría ser árabe, o peruano, o uzbeko, o sefardí. Es un hombre cualquiera, todavía joven, con cierto acento de tedio o desaliento en la expresión facial y un aspecto general desaliñado, y tiene en las manos un par de zapatos evidentemente usados y que, a juzgar por las dimensiones, son de niño o niña.

Podría tratarse de Ibrahim al Attamne, un sujeto que ronda los 30 años, padre de familia, creyente, u otro habitante cualquiera de Beit Hanoun. Lo cierto es que a las cinco y media de la mañana del martes 7 de noviembre salió de la mezquita cercana a su casa y de pronto el templo se derrumbó a sus espaldas. Ahora sólo queda en pie un minarete, y lo demás es un amasijo de escombros. Frente a él, el edificio donde vivía quedó envuelto por una nube de humo. La pequeña Ghadir, su hija de seis meses, salió disparada por una ventana. Adentro de la construcción quedaron los pedazos de una abuela, de dos sobrinos, de cuatro hermanos de Ibrahim, así como un brazo que se desprendió del cuerpo de su esposa. Un primo recogió posteriormente los fragmentos de Ghadir y los metió en una bolsa de plástico. Lo único que Ibrahim ha podido recuperar de su familia es este par de zapatos, demasiado grandes para ser de su pequeña y demasiado chicos para haber pertenecido a un adulto. Posiblemente solían cubrir los pies de uno de sus sobrinos fallecidos. Pero esos pies ya no están, y a Ibrahim estos zapatos no le sirven de nada.

No estuvo nada mal, señor Olmert: la destrucción fue casi perfecta y ahora, de una mezquita, una vivienda de cuatro pisos y una familia de 20 miembros, sólo quedan un hombre (moralmente destruido, cabe suponer), una mujer mutilada y un par de zapatos infantiles. Ah, y un minarete.

¿Con qué arma realizaron sus soldados esta hazaña, señor Olmert? ¿Con misiles antitanque Picket, fabricados por IAI, de vuelo supersónico y guía autónoma? ¿Con proyectiles de la gama Spike, de la firma Rafael, que otorgan un pleno control digital de la misión y envían a sus remitentes una imagen televisiva del blanco conforme el misil se acerca a su objetivo? ¿Con MAPATS, guiados por láser? ¿Con lanzagranadas desechables Matador, especialmente recomendables para operaciones en terreno urbano y una cabeza explosiva innovadora de tecnología patentada?

http://www.elpais.es/articulo/internacional/primo/recogio/pedazos/hija/bolsa/elpporint/20061109elpepiint_18/Tes/

http://www.israeli-weapons.com/weapons/missile_systems/anti-armor/picket/Picket.html

http://www.youtube.com/watch?v=qpJZKrSACoA

http://www.israeli-weapons.com/weapons/missile_systems/anti-armor/matador/MATADOR.html

http://www.israeli-weapons.com/weapons/missile_systems/anti-armor/mapats/MAPATS.html

Pero los instrumentos empleados en este admirable trabajo no son lo más importante. Un nido de abuelas y bebés y brazos de mujer terroristas habría podido ser neutralizado mediante el asalto de un comando de aniquilamiento, con un bombardeo aéreo o por medio de la supresión total del poblado de Beit Hanoun, aunque tal vez esto último requeriría el empleo, poco recomendable por motivos ambientales y de relaciones públicas, de una bomba nuclear. Lo verdaderamente genial, señor Olmert, es que con la acción del martes pasado usted ha matado ­nunca mejor dicho­ varios pájaros de un tiro.

Por un lado, ha mostrado, con una aplicación práctica, el enorme potencial de la "guerra preventiva", al matar terroristas antes de que llegaran a serlo. Cuánta previsión, y cómo no se le había ocurrido nunca antes a nadie del mundo civilizado y democrático: el mejor momento para eliminar a los fundamentalistas es cuando tienen seis meses de edad. Después resulta mucho más difícil controlarlos, adquieren movilidad (es decir, aprenden a caminar), se entrenan en las artes del lenguaje articulado y aprenden a legitimarse con argumentos demagógicos.

Por otra parte, ha conseguido usted neutralizar en forma tajante los alegatos propagandísticos en el sentido de que el gobierno israelí provoca sufrimientos a la población palestina. Ahora ha dejado sin argumentos a esa manada de antisemitas que ladra con estridencia cada vez que las fuerzas de Israel actúan en defensa propia: en Beit Hanoun operaron mientras el enemigo dormía, y es razonable suponer que ninguno de los difuntos experimentó dolor; es más, no han de haber tenido tiempo ni siquiera de sentir miedo.

En adelante ya nadie podrá comparar al régimen de Tel Aviv con el Tercer Reich ­una comparación tan molesta, ¿verdad?­ porque a Hitler y a sus ayudantes jamás se les ocurrió gasear a sus víctimas mientras dormían. Auschwitz y los demás mataderos eran crueles e inhumanos. En cambio, los proyectiles disparados por las fuerzas de defensa de Israel, señor Olmert, operan bajo el manto anestésico de la noche, llegan con suavidad hasta las camas de los pequeños y acarician sus párpados para anunciarles que su sueño será un poco más largo de lo que se pensaba. "Sigue durmiendo, niñito", canta la cabeza explosiva del misil. Y pum, y ya: con toda la ternura del mundo, usted ha conseguido deshacerse de un embrión de terrorista. Esto va más allá de la genialidad propagandística, es más que una revolución en las relaciones públicas y la diplomacia, trasciende la innovación tecnológica en el arte de matar: es, querido señor Olmert, poesía pura.

A veces, cuando una persona se da cuenta de que ha llevado a cabo una obra maestra, sufre un acceso de inhibición y pudor, se siente abrumada y dice: "fue casualidad". Con todo respeto, señor Olmert, no sea usted tan modesto; deje de morder el rebozo, como se dice por acá, y cese de atribuirle a un "error técnico" lo que es un gran mérito propio. En semanas recientes los soldados israelíes han dado muerte a 50 personas en Beit Hanoun y sus alrededores; el 5 de noviembre un misil israelí (¿un Picket?, ¿un Spike maravilloso?) alcanzó a dos adolescentes que iban a la escuela, y unos días antes de la hazaña aquí referida la aviación de Tel Aviv bombardeó una casa donde había 12 niños. Vamos, señor Olmert: el verdadero error técnico es que ésos se hayan salvado. ¿O fue un milagro?

Acaba de consumarse una gran victoria moral para usted, para su gobierno y para su pueblo, señor Olmert: 19 terroristas en potencia han quedado reducidos a pedacería achicharrada. Siga así. Prolongue el cerco sobre Beit Hanoun, siga arrestando a sus habitantes y enviándolos a prisiones israelíes, prosiga con la destrucción de los cultivos y la demolición de las casas, mantenga el corte del agua, la electricidad y los teléfonos. Acabe con ellos. Le deseo que duerma tranquilo.

 
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