Un desfile de brujas, diablos y calaveras dio paso al Día de Muertos... con todo y pan
Halloween en NY; de regocijo infantil, a festejo "carnavalesco" de adultos
"Mentira", "odio" y "engaño" salían de la boca de una máscara gigante de George W. Bush
Nueva York, 1º de noviembre. Anocheció con Halloween y amaneció con Día de Muertos en la gran Babel.
El gran desfile carnavalesco de Halloween que se celebra cada año en Greenwich Village fue encabezado por una banda de jazz funeraria al estilo Nueva Orleáns, seguida por unas 50 mil personas disfrazadas de diablos, ángeles, calaveras, monstruos de todo tipo, extraterrestres, brujas en patines, un plátano, María Antonieta, cavernícolas, hombres vestidos de mujer, mujeres vestidas de hombre, vampiros, piratas y más, junto con varios carros alegóricos con bandas de rock y (incluidos dos miembros de KISS) en una procesión que marchó frente a unos 2 millones de espectadores, la mitad de ellos también disfrazados.
Marionetas -calaveras y calabazas volantes- de unos 4 metros de altura se pasean y una calavera acaricia sus enormes tetas, mientras patinan de un lado a otro un diablo y una bruja. Poco después avanza una enorme máscara de George W. Bush y de su boca brota una rollo de papel que va dando vuelta con palabras como "mentira", "odio", "engaño". Varios minutos después pasa un George W. Bush que le pega y trata de enmendar con un plumón a su compañero vestido de la Constitución.
En parte, esto es como un gran cabaret callejero, con alusiones a los años 30 en Europa, con escenas de decadencia, de exhibicionismo sexual, y cuestionamientos a un orden que se desmorona, pero a la vez festejando el hecho con música, máscaras y poca ropa.
"Paz ahora", "Regresen a las tropas" y otras mantas se leen al paso de la marcha. No se sabe si algunos de los diablos y vampiros se sienten aludidos por los mensajes contra las políticas de Bush.
Avanza un gran dragón de unos 10 metros de largo, también una enorme serpiente sostenida por unas 20 personas, un grupo de flamingos vestidos de rosa, una muerte en patines, mujeres pintadas por completo de rojo, hombres pintados de verde, y mientras las escenas cambian cada segundo, los comentarios, gritos y saludos se escuchan en mil idiomas, comprobando así que este festival se realiza en Babel.
Lo que antes era un día festivo dedicado más que nada a los niños, se ha convertido en un festejo de adultos con un ambiente carnavalesco (no faltaron las bandas de samba). Antes de iniciarse el desfile, y horas después de haber concluido, las calles alrededor del Village se inundan de demonios, superhéroes, enmascarados de todo tipo, mujeres policía en mini (pero muy mini) falda, fantasmas sin que nadie diga nada ni se asombre, como si todo fuera normal. Nueva York es famoso por ser una metrópolis donde poco sorprende y casi todo es aceptado como normal, y este día todos deambulan -ciudadanos con o sin disfraz- como si fuera cosa de todos los días (hay días que así es, y lo que sería extrañísimo en cualquier otra esquina del mundo casi ni se percibe o registra aquí).
El debut de México
Entre las sorpresas: se escuchan tambores y trompetas con un ritmo muy conocido -como de banda de pueblo pero con decenas de integrantes- y de repente pasa una enorme banda con cabezas decoradas de águila y plumas de pavo real, y banderas tricolores que ondean; es la primera vez, que alguien recuerde, que se cuenta con la presencia de México en el gran desfile de Halloween. Salen cocineros y meseros de un par de restaurantes y comienzan a bailar a un ritmo nostálgico, "mira, mira, es la bandera mexicana, somos nosotros", grita uno. Pasa una Mujer Maravilla y se distraen un instante, pero después empiezan a bailar de nuevo.
Pero México no solo invadió el festejo de Halloween aquí, sino que al acabar la noche de los demonios y brujas, amaneció con el Día de Muertos. Durante toda el día la Panadería López en Brooklyn -como varias panaderías mexicanas más de la ciudad- ofrecía el aroma del pan de muerto acabado de hornear. Familias compran sus calaveras de azúcar decoradas en East Harlem, Brooklyn, Queens y los suburbios.
Algunos centros culturales y hasta iglesias ofrecen talleres para crear ofrendas (hasta en el Museo Metropolitano). En las iglesias, centros comunitarios y comercios de mexicanos el Día de Muertos se ha importado a las diversas colonias de esta urbe y a la vez se integra el festejo a las actividades tanto de otros migrantes como de los estadunidenses. De cierta manera, igual que el Halloween ha invadido México y otros países de América Latina, ahora los mexicanos están regresando el favor.
Es como se leía en un viejo cartel del grupo Cleta en México ante los primeros síntomas de que el día festivo estadunidense estaba infectando la cultura mexicana, "No se la jaloween, es Día de Muertos".
Pero aunque hubo intentos de enfrentar al temor con toda esta fiesta de Halloween (la cultura estadunidense aún tiene problemas para entender la muerte), lo que más espanta es que hay elecciones legislativas nacionales en una semana, y los candidatos rehúsan quitarse máscaras y disfraces.