Usted está aquí: martes 24 de octubre de 2006 Opinión Saqueo y colección

Vilma Fuentes

Saqueo y colección

El pillaje de obras de arte de la época precolombina parece hoy como nunca de actualidad. Sin embargo, data de la llegada de los conquistadores al continente americano. Simplemente hoy se habla de ese saqueo, y se habla con las palabras que convienen a tal despojo de objetos que representan una tradición y una identidad para nuestros países latinoamericanos. Se llama al fin rapaz a un coleccionista que compra piezas de arte exportadas de manera fraudulenta y que, por tales adquisiciones, se vuelve cómplice de estos actos de rapiña.

La lucha por hacer reconocer el pillaje y nombrar las cosas con sus verdaderos nombres ha sido larga. Ya en 1751, Voltaire, en Le siècle de Louis XIV, escribía: España, gobernada por la rama mayor de la casa de Austria, había inspirado más terror que la nación germánica. Los reyes de España eran incomparablemente más absolutos y más ricos. Las minas de México y de Potosí parecían proveerles de qué comprar la libertad de Europa.

El saqueo, enmascarado bajo la palabra evangelización, y otros términos humanitarios de la época, ha proseguido durante cinco siglos. Oro, plata, esmeraldas, diamantes, rubíes, penachos de Moctezuma, estatuas y estatuillas, obras de arte, entonces. Ahora, petróleo, uranio, objetos del arte prehispánico, de valor inmutable como lo es toda obra maestra.

La pregunta: ¿se es un rapaz, cómplice de los pillajes de los sitios arqueológicos, cuando se adquieren objetos de arte prehispánico en venta en galerías europeas? La formidable coleccionista Dora Janssen se plantea la cuestión, sobre todo ahora que expone su colección, con más de 300 piezas precolombinas, en el Museo del Cincuentenario de Bruselas -colección que será donada a Bélgica como pago de derechos de sucesión.

México reivindica la estela de una reina maya (siglos VII-VIII), adquirida por Dora Janssen en la galería Mermoz en París, pieza que sería proveniente de un sitio arqueológico donde abundan las excavaciones clandestinas. Se reclama también el espléndido perfil de un rey maya de Palenque -podría tratarse de un retrato de K'inich Kan Balam II, 684-702- el cual sirve de portada al catálogo de la exposición de Bruselas. La tercera obra reclamada por México es un conjunto de orfebrería mixteco-zapoteca-nahua, que forman collares y adornos en oro (1450), comparables a las piezas provenientes de las tumbas de Monte-Albán.

A su vez, Colombia reclamará algunos objetos en oro. Pero Colombia como México saben que Bélgica no ratificó la Convención de la UNESCO (1970) que reglamenta la circulación de objetos de arte, ni la de Uniderecho (195): legalmente, Bélgica puede rechazar estas reclamaciones.

Dora Janssen, por su lado, afirma que no ha comprado -aparte las joyas colombianas- sino en galerías o en lugares como Sotheby's o Christie's: nunca en el país de origen. Jamás he expuesto un objeto sobre el cual hubiese duda.

Evidentemente, estoy por el resguardo de las obras de arte: no tienen por qué seguir robándonos una identidad de por sí precaria. Pero la voracidad tan amante de algunos coleccionistas, cuya labor rapaz salva las obras, no puede ignorarse. Porque no puedo sino reconocer que hay dos tipos de coleccionistas: el especulador -compra y vende según el precio- y el amante de la obra, capaz de pagar por unos minutos más de contemplación de un rayo de luz de Rembrandt o una curva torcida de una estatuilla olmeca.

La salvaguarda del patrimonio de un país prohíbe la exportación de los bienes culturales. Podría evocarse, en este sentido, una especie de analogía con la polémicas sublevadas por la nacionalización o la privatización de los recursos naturales de un país, recursos que son igualmente parte de su patrimonio, como las materias primas o el petróleo, por ejemplo. Algunos coleccionistas, al volverse propietarios de objetos únicos de nuestra cultura, "privatizan" una parte de ésta. El problema planteado es tal que la UNESCO debió analizar para intervenir con nuevas convenciones internacionales que deberían al fin ser respetadas por todos. Bélgica comprendida.

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