Usted está aquí: martes 24 de octubre de 2006 Opinión 24 de abril

Marco Rascón

24 de abril

El 24 de abril de 2005 fue para la izquierda mexicana el equivalente al 18 brumario de Luis Bonaparte. Ese día, con generosidad y sin malicia, en defensa de los derechos políticos del líder amenazado de desafuero, la sociedad civil le otorgó atributos de emperador, que éste utilizó a su vez para conducir a todos a la derrota. Ese mismo instante empezó a escribirse un capítulo confuso en la historia de la izquierda en México, mezcla de tragedia y comedia, que 18 meses después terminaría en la autoproclamación del líder como presidente "legítimo" para compensar la derrota, elaborada para ocultar los errores.

Es tragedia y comedia porque no sólo se frustró la llegada al poder presidencial, sino porque hay una terquedad en querer comparar y sustituir la fuerza electoral ganada en las urnas, equivalente a 35 por ciento, por zócalos llenos. Con ello se desprecia la fuerza que se ganó en las urnas, de alto valor democrático, y se sustituye por plantones, convenciones, "acciones de resistencia creativa", caracterizadas por su vanguardismo, estridencia y espectacularidad.

Delirante, el lopezobradorismo actúa en nombre de todos los ciudadanos y hace con sus actos una república aparte, de valientes que, hay que reconocerlo, no le tienen miedo al ridículo y serán parte del gabinete lopezobradorista, surgidos de la convención que festejan a chiflidos, al igual que cada rompimiento y el inconsistente sentido de la resta.

Nadie en la historia de la izquierda mexicana tuvo tanto respaldo y generó tantas expectativas en su entorno. Nunca nadie, ni dirigente ni movimiento ni partido, tuvo tanta fuerza y ganó tanta representación legislativa y política para consolidar cambios y espacios de transformación; sólo Rosario Robles estuvo tan alto -y descendió tanto- en tan poco tiempo como él.

Días después de la marcha del 24 de abril, con la fuerza de la esperanza Andrés Manuel López Obrador purificó a Vicente Fox dándole título de "estadista", aunque al año lo condenó como chachalaca.

En un solo acto, López Obrador pasó de ser amenazado a candidato de facto a la Presidencia de la República. Por Madero entraban las masas gritando contra el desafuero y por Pino Suárez salían con candidato. Arropado por las encuestas y la movilización extraordinaria, semanas después impuso presidente al partido: Leonel Cota Montaño, e impuso sin discusión la plataforma electoral, usando la ingenuidad de intelectuales y académicos a quienes se pidió guardar sus propuestas y tomarlas en cuenta después de tomar el poder. Impuso luego a candidatos a gobernadores, senadores y diputados sin más criterio que el ofrecimiento del poder e impuso las redes ciudadanas, despreciando y haciendo campaña dentro de la campaña contra su propio partido, al que había presidido y abandonado en el desastre de 1999, como ahora abandona Tabasco y reaparece en el Zócalo sin enfrentar las consecuencias de sus errores: ni allá ni acá.

Días antes del 24 de abril de 2005, una comisión, que él envió, invita por separado a Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo a asistir a la manifestación contra el desafuero. De la visita a Cárdenas se publica una foto a manera de constancia de su aceptación; de Porfirio no se anuncia nada.

El 24 de abril Cárdenas llega puntual al Museo de Antropología y lo recibe la nomenclatura del partido. A los minutos de empezar a caminar en descubierta, les avisan por teléfono celular que AMLO no llegará ahí, que ya va llegando al Zócalo, y en minutos Cárdenas camina solo, con un puñado de compañeros, que lo resguardan de grupos que lo insultan. Porfirio Muñoz Ledo llega directo al Zócalo, y ahí López Obrador le manda pedir que suba al templete y "dirija unas palabras". Con la sola mención de su nombre se genera la rechifla, lo que inaugura el método lopezobradorista y sus formas de respetar y responder a la advertencia y la crítica.

Este rompimiento es un mensaje a la oligarquía: el 88 ha muerto. Ahí empezó el ascenso de los Camachos, los Monreales, los Núñez, los Guadarramas, los Díaz, los Durazos y el nacimiento del lopezobradorismo, tripulando la estructura de la izquierda y despreciándola, exigiéndole ser abyecta ante el poder prometido.

Vicente Fox dio a este movimiento ideología y denominó "populismo" lo que era mezcla de viejo priísmo con neoliberales y tránsfugas del salinismo, del zedillismo y del mismo foxismo. Vicente Fox fue generoso al llamar "populista" a una ideología que no era sino la unión de la ambición y el miedo.

Luego del 2 de julio, el deslinde de su fuerza electoral, desconociendo no nada más los votos de los adversarios, sino los propios, hace de la historia una comedia. Gracias a ello, el priísmo revive y sobrevive y gracias también al vacío Elba Esther se vuelve reina y emperatriz al lado de Felipe Calderón.

Para estar a la altura de la congruencia, propongo que este 20 de noviembre sea Socorro Díaz quien coloque la banda presidencial a López Obrador. Tiene experiencia y sería la culminación de su purificación.

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