Usted está aquí: miércoles 11 de octubre de 2006 Cultura ''Descubrí que la intensidad de la vida está en la literatura''

El cuerpo sabe más que uno y debemos escuchar sus latidos, señala Luisa Valenzuela

''Descubrí que la intensidad de la vida está en la literatura''

La escritora firmará libros de su Trilogía de los bajos fondos este jueves en el Centro Cultural Bella Epoca

El mañana, novela que prepara ''más cercana a la búsqueda del lenguaje'', adelanta

MONICA MATEOS-VEGA

Ampliar la imagen ''Aprendí a ver la parte oscura, algo que es muy incómodo en la mujer, pero esa es mi verdad al momento de escribir, ver lo oscuro, no autoengañarse'': Luisa Valenzuela, ayer, en entrevista con La Jornada Foto: Luis Humberto González

El cuerpo sabe más que uno y hay que saber escucharlo, pero no en sus gorgoritos ni en sus ruidos, sino en sus latidos, en sus pulsaciones; el lenguaje es cuerpo, una manera de respirar, asegura la narradora Luisa Valenzuela (Buenos Aires, 1938).

La escritora se encuentra en México para firmar este jueves, a las 18 horas, sus libros en el Centro Cultural Bella Epoca (Tamaulipas 202, esquina Benjamín Hill, colonia Condesa), con motivo de la publicación de su libro Trilogía de los bajos fondos (Fondo de Cultura Económica), el cual contiene tres de sus novelas: Hay que sonreír (1966), Como en la guerra (1977) y Novela negra con argentinos (1991).

La primera se desarrolla en los arrabales de Buenos Aires y tiene como protagonista a una prostituta; la segunda narración ocurre en Barcelona, donde un exiliado, un semiólogo argentino, ''inicia una pesquisa motivada por un oscuro deseo"; la trilogía finaliza con una historia acerca de los suburbios de Nueva York y su lado más sórdido y oscuro.

Interés por descubrir

Valenzuela recuerda, en entrevista con La Jornada, que su primera novela, Hay que sonreír, ''fue muy visual, iba viendo en la mente cada escena y escribiéndola. He perdido esa condición, ahora oigo las cosas, tipo Juana de Arco. Me interesa más trabajar el lenguaje.

''Entonces era más fácil, iba escribiendo y era muy curioso el descubrimiento al establecer el contacto con lugares de la mente que uno desconoce. Era como el cine. Así descubrí los mecanismos de la creación, cuando uno conecta con algo donde esa novela ya está escrita de alguna manera, dentro de la misma cabeza.

''Hay que sonreír la escribí durante las siestas de mi hija recién nacida. Estábamos en Francia, yo añoraba mucho Argentina. ¡Hay que ser loca para estar en París y extrañar Buenos Aires! Pero era mi caso, yo era muy joven. Así empecé a recrear Buenos Aires, metiéndome en su mundo subterráneo. Al principio pensé que sería un cuento, pues ya conocía el final, pero se convirtió en una novela.

''Nunca más conocí los finales de alguna novela, pues eso da cierta tranquilidad. Al trabajar sin una meta uno cree que va a perder el rumbo y tiene que seguir indagando.

''Las letras entonces se constituyen en un sonido, en un latido, en una respiración, en un flujo sanguíneo que va encontrando su cauce. Si uno no lo encuentra hay que tirar todo a la basura. Al escribir, me interesa descubrir."

Si bien la escritora no cree en las cosas inmutables, manifiesta que durante las cuatro décadas que ha dedicado a la creación literaria, en su obra ''hay hilos conductores, temáticas que persigo, como el tema de la búsqueda, para mí es muy importante. Aquello que no se sabe qué es pero se busca, son las cosas que nos hacen crecer y comprender lo que está al borde de lo inefable."

La autora de El placer rebelde: antología general (FCE, 2003), se inició como periodista en Argentina, en los diarios La Nación y La Crisis, al tiempo que escribía cuentos

Radicó en París, México, Barcelona y Estados Unidos, en este último país como escritora en residencia en las universidades de Columbia y Nueva York. Ha obtenido la beca Guggenheim y es doctora honoris causa de la Universidad de Knox, Illinois.

Asegura que ''toda palabra es erótica, siempre estamos diciendo cosas así. Un día descubrí que la verdadera intensidad de la vida está en la literatura.

''Pero uno descubre más en los libros ajenos que en los propios, uno se identifica más con otros protagonistas. A través de mi obra lo que descubrí es no negar el lado oscuro que todos poseemos.

''No puedo creer en un Dios que tiene al diablo fuera, esas ideas de que el mal está en otra parte y hay un bien absoluto son las que provocan las guerras religiosas.

''Aprendí a ver la parte oscura, algo que es muy incómodo en la mujer, pero esa es mi verdad al momento de escribir, ver lo oscuro, no autoengañarse."

Invitada de la feria de Monterrey

Luisa Valenzuela trabaja en su nueva novela, El mañana, ''más cercana a la búsqueda del lenguaje; tiene que ver con lo que éste dice al ocultar u oculta al decir, en torno a puras anécdotas. Se trata de una serie de escritoras argentinas que están en arresto domiciliario y no se sabe por qué. Siempre me planteo incógnitas de esta índole que tampoco sé contestar hasta que la novela no lo hace."

-Los submundos de los que habla en su obra son muy parecidos entre sí, aunque se trate de ciudades diferentes.

-Sí, hay muchos vasos comunicantes entre los distintos submundos de las ciudades, porque las urbes son reflejo del alma humana.

La escritora es una de las invitadas especiales de la Feria del Libro de Monterrey que comienza actividades el 14 de octubre.

 
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