Usted está aquí: sábado 30 de septiembre de 2006 Opinión El fantasma de Louisa Michel

Carlos Beas Torres*

El fantasma de Louisa Michel

Desde hace más de tres meses, los fantasmas de Louisa Michel y Elisee Reclus pasean de noche por las desiertas calles de una vieja ciudad del sur de México; la oscuridad tan sólo es iluminada por la luz tenue de los focos de las lámparas o por el fuego de las hogueras que en cientos de barricadas calientan las noches oaxaqueñas.

Los datos más conservadores indican que la población de la ciudad de Oaxaca ha levantado por lo menos unas 500 barricadas; otros más exaltados hablan de hasta mil 500 levantadas en una sola noche.

La comuna de Oaxaca nació a raíz de que el gobernador Ulises Ruiz, un tipo déspota perteneciente al PRI más violento, ordenó el pasado 14 de junio un agresivo desalojo en contra de un plantón pacífico que realizaban profesores en huelga. El operativo policiaco ocurrido en el Centro Histórico no sólo golpeo a los sindicalistas, ya que al ser acorralada la policía, el gobernador ordenó utilizar un helicóptero particular para tirar desde el aire bombas de gas pimienta. La intoxicación alcanzó a empleados de hoteles y comercios, así como a vecinos y a cientos de turistas que tuvieron que ser desalojados del campo de batalla. Los sindicalistas recuperaron el centro y con esta acción despertaron la conciencia de la población.

Casi de inmediato 360 organizaciones sociales de todo tipo, desde indígenas hasta mujeres, pasando por ambientalistas, pequeños comerciantes y universitarios, crearon una asamblea popular, un tipo de parlamento ciudadano, mejor conocida como APPO. Esta asamblea ha realizado cinco megamarchas, movilizaciones que han reunido a cientos de miles de manifestantes; ha tomado más de 30 alcaldías y bloqueado carreteras, cerrando además las oficinas públicas y juzgados. El gobierno dejó de existir y sólo quedó visible en operativos nocturnos donde cientos de policías de civil y golpeadores salían a la calle a disparar armas de fuego en contra de la población. Ante esos operativos las barricadas oaxaqueñas han demostrado su enorme eficacia.

Las mujeres han jugado un papel extraordinario; una buena tarde, miles de ellas se manifestaron por la ciudad, batiendo cacerolas, y llegaron a la televisora oficial a pedir que se dejara entrar a una comisión para dar a conocer sus preocupaciones. El personal de vigilancia les negó el paso, lo cual obviamente las indignó, acto seguido tomaron la televisora y durante varios días transmitieron, hasta que un comando policiaco inutilizó las antenas a balazos, lo cual generó una nueva acción de la población, la cual tomó de inmediato 13 radiodifusoras, donde se dio por vez primera voz a cientos de mujeres y hombres anónimos.

La represión ha sido vasta; varios dirigentes de la APPO han sido detenidos, maltratados y permanecen encarcelados, uno de ellos en un penal federal de alta seguridad; dos manifestantes han sido asesinados; decenas de personas han sido golpeadas o amenazadas. Ante ello se ha respondido con extremada cautela; sin embargo, los medios de comunicación masiva tratan a toda costa de ocultar la impresionante revuelta ciudadana y sólo destacan los posibles nexos con la guerrilla y el vandalismo que significa cerrar el acceso a bancos, grandes centros comerciales o al aeropuerto.

¿Pero qué explica esta revuelta? Oaxaca, es junto a Chiapas y Guerrero, un estado extremadamente pobre, habitado por una gran cantidad de comunidades indígenas. Oaxaca ha sido un reducto controlado por los caciques del PRI, quienes se han enriquecido, aliados a grandes empresarios y compañías trasnacionales como Iberdrola. Los gobernantes de Oaxaca se han caracterizado por su incapacidad, corrupción y estilo violento de gobernar. Y el pueblo dijo el 14 de junio: hasta aquí, ya basta.

Después de tres meses de muy intensa movilización, ¿qué sigue? La clase política nacional y los empresarios urgen al gobierno federal a una solución represiva expedita. A gritos Ulises Ruiz reclama el envío de la Policía Federal Preventiva, el desalojo de los plantones y barricadas y el encarcelamiento de más opositores. Por otro lado las negociaciones están virtualmente rotas, ya que el gobierno federal y los partidos PRI y PAN en el Senado se niegan a desaparecer poderes, es decir a destituir al gobernador. Por ello, el escenario más posible es el de una salida represiva, como la ocurrida hace 30 años, cuando el pueblo oaxaqueño logró destituir al sátrapa Zárate Aquino, pero en la que, simultáneamente, la ciudad fue ocupada por el Ejército y nombrado un gobernador militar; los opositores fueron encarcelados, asesinados o exilados, y sólo a una parte del pueblo le quedó la respuesta armada.

La APPO conoce esa historia y por ello ha evitado la violencia; sin embargo, bien sabemos que en el estilo y en la mente desesperada de Ulises Ruiz cabe el hecho de provocar la violencia, infiltrando policías de civil y golpeadores, para provocar desmanes y enfrentamientos y con ello justificar la represión y la entrada de la Policía Federal Preventiva. El plan de Ulises Ruiz es quedarse en el poder, sustentado por las fuerzas policiaco-militares.

Hoy desde temprano, miles de oaxaqueños y oaxaqueñas siguen su caminar rumbo a la ciudad de México, desde hace una semana han avanzado unos 260 kilómetros; este puede ser el último intento para evitar la represión y para despertar la conciencia de los mexicanos, llamado que empieza a tener eco, pues en otros estados ya se ha iniciado la formación de asambleas populares.

Ante este escenario, la inmensa revuelta ciudadana oaxaqueña reclama con urgencia de los y las ciudadanas del mundo su solidaridad activa. Desde Oaxaca les hacemos este llamado, aún es tiempo de parar un baño de sangre; aún es tiempo de dar una salida democrática a este grave conflicto. Mientras tanto en esta noche oaxaqueña los fantasmas de los comuneros de París seguirán acompañando a los hombres y mujeres rebeldes de Oaxaca, e incluso se tomarán un buen mezcal minero, para el frío. Salud.

* Integrante de Ucizoni

 
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