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Crónica de una crónica
Desventuras de una transmisión casi en vivo
"Grupos radicales dispuestos a matar ciudadanos"
Ampliar la imagen Armas químicas Foto: Aura Perroni
Ampliar la imagen Conjura criminal en Danzócalo Foto: Virginia Gutiérrez
Ampliar la imagen Presuntos radicales en reposo Foto: Aura Perroni
Hasta hace menos de dos semanas -el ritmo de los acontecimientos es cosa de vértigo- todos en esta ciudad estábamos con el Jesús en la boca ante la posibilidad de que el presidente Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador se pelearan a gritos por el Grito en pleno Zócalo capitalino, en noche de 15 de septiembre; pero era mucho peor la perspectiva de que a la mañana siguiente los transportes blindados del Ejército circularan por entre (¿o sobre? ¿o debajo de? ¿cuál era el adverbio correcto?) las carpas del campamento instalado en la plaza por la coalición Por el Bien de Todos. Con el escalofrío correspondiente, este navegador decidió poner en práctica lo poco que ha aprendido en el curso de su experiencia bloguera con el propósito de informar, desde la jaloneada plaza, sobre lo que ocurriera allí en la conmemoración del inicio de la Independencia. Para ello realizó los trámites siguientes: a) inscripción de un blog específico para la circunstancia; b) petición a La Jornada para colocar algo del material obtenido en el sitio web del periódico; c) reservación de una habitación con vista a la plaza en el hotel Majestic; d) suscripción al servicio de Internet móvil de
E-go, consistente en un módem-antena de banda ancha, eliminador de baterías y cable de red Ethernet. Adicionalmente, se proveyó de a) computadora portátil; b) cámara de video de ésas que cuestan algo así como cinco mil pesos; c) cámara digital de foto fija, de algo así como la mitad; d) una barra de contactos; e) los cables necesarios para enchufar entre sí todo lo ya mencionado; f) unas tortas buenísimas de pan chapata: si Chapata vive, la lucha sigue, eso que ni qué.
La peligrosa combinación campamento lopezobradorista/desfile militar se despejó pronto, gracias, según se ha dicho, a las fructíferas negociaciones entre los opositores, el gobierno de la ciudad y los mandos castrenses. Ello de antemano privaba a mi operativo de interés periodístico, pero daba lugar a un suspiro de alivio en escala nacional. La posibilidad del doble Grito se mantuvo, en cambio, hasta 36 horas antes del festejo. En forma súbita, el señor que duerme en Los Pinos decidió llevarse su Grito a Dolores Hidalgo y cedió a Alejandro Encinas, jefe de Gobierno de la ciudad, la tarea de desgañitarse por los Héroes que nos Dieron Patria. De inmediato, el señor que dormía (hasta antier) en el Zócalo también renunció a abusar de sus cuerdas vocales. Los riesgos de confrontación parecieron quedar reducidos prácticamente a cero; bueno, eso creíamos, y cuando yo estaba a punto de renunciar al plan, horas antes de lo mero mero, el portavoz presidencial, Dr. Rubén Aguilar Valenzuela, dijo que los servicios de seguridad del Estado habían detectado que en el acto iban a hacerse presentes "grupos radicalizados" dispuestos a "intentar acciones de violencia en contra de los propios asistentes al Zócalo" e incluso a "matar ciudadanos". La ocasión recuperó de inmediato toda su relevancia periodística. Al parecer, dicho sea de paso, las empresas televisivas no registraron el dato, porque se llevaron sus cámaras de la plaza principal de la República y se fueron a videograbar todos los otros gritos imaginables; el del jefe del Ejecutivo, desde luego, pero creo que también los de los presidentes municipales de Escuinapa, Apizaco y Huajuapan de León.
Por mi parte, el dispositivo de cobertura casi en vivo resultó un desastre: los del hotel Majestic me habían jurado sobre piedras calientes que el establecimiento disponía de conexión inalámbrica a Internet, promesa que resultó más falsa que el doctorado del Dr. Aguilar Valenzuela; el switch que yo llevaba para compartir el acceso a Internet entre varias computadoras no quiso funcionar; a lo anterior han de sumarse mi patética ignorancia sobre edición de video, mi abrumadora impericia como usuario de cámaras para movimiento y foto fija, y mi gravísima falta de experiencia y de "olfato" para tareas reporteriles. Si la experiencia se salvó fue gracias a Aura Perroni y a Virginia Gutiérrez, quienes resolvieron la mayor parte de los problemas, fotografiaron y videograbaron en forma mucho más hábil que el que firma y llevaron a cabo esfuerzos (fructíferos) por disipar la frustración y la neura de las dificultades acumuladas: entre otras, el balcón del hotel estaba perfecto para tomas de Palacio Nacional y del templete lopezobradorista, pero entre nuestra posición y la ventana de Encinas se interponía un árbol tan frondoso como inoportuno, escollo que no fue posible salvar sin escalar e invadir el balcón de los vecinos de habitación; la cámara de video permaneció inutilizada durante los largos periodos de transferencia a la computadora, y a mí nunca se me pasó por la cabeza -incauto de mí- llevar un segundo aparato; para colmo, la única lap top que tenía conexión a Internet tardaba más que un dolor en subir los fragmentos de película al servidor de video de Google, movimiento indispensable para insertarlos luego en la página de La Jornada y en el blog z15s, establecido específicamente para la operación.
El fracaso más grave del experimento fue la imposibilidad de descubrir entre la muchedumbre a los grupos radicalizados dispuestos a matar gente de los que habló el Dr. Aguilar Valenzuela. En todo momento vimos en la plaza, tanto en las tomas desde el balcón como en las incursiones a la planta baja del acontecimiento, a la muchedumbre más pacífica del mundo, compuesta por jóvenes de todas las clases y filiaciones -desde pirruros, darketos y punketos urbanos, hasta muchachos rurales, pasando por la panoplia imaginable-, a viejos apacibles pero muy puestos para el danzón, a señoras a las que su adhesión al Peje no parecía causarles conflicto con su condición evidente de clase media, a niños regocijados con algodones de azúcar (pero quién sabe: tal vez eran enanos terroristas que manejaban armas químicas camufladas), a oficinistas, concheros, choferes, comerciantes y profesionistas sin trazas de portar un puñal o una ametralladora. Puede ser, como se ha dicho, que los asesinos hayan asistido con disfraces muy convincentes, o bien que este cronista improvisado carezca del entrenamiento necesario para descubrirlos. Desde luego, no me atrevo a sugerir que el vocero presidencial haya sido mal informado, y menos que haya pretendido él mismo mal informar a la opinión pública. Vean en http://z15s.blogspot.com los acercamientos a la gente y decidan cuál de las anteriores es la verdad.
Una de las cosas buenas del esfuerzo es que en la página web de La Jornada y en z15s fue posible, a fin de cuentas, ver el video de la ceremonia del Grito a cargo de Encinas, así como una treintena de fotos de la tarde y la noche del 15 de septiembre de 2006 en el Zócalo capitalino. Por cierto, con la experiencia de antenoche, ayer en la mañana videograbé algunos momentos del desfile militar que fue posible difundir en jornada.unam.mx antes de que terminara el evento.
En lo personal, me resultó benéfico corroborar que ya resulta posible, con muy poco dinero y recursos, realizar difusión y cobertura de asuntos que las grandes cadenas mediáticas deciden ignorar, ya sea por razones económicas (Fox se llevó el rating a Guanajuato), políticas (no hay que dar foro a los violentos, aunque se disfracen de ancianos, señoras de clase media, chavos comunes y corrientes y niños juguetones), estéticas (ni hablar, señores: los nacos son feos, y cuantimás si son asesinos) o periodísticas (el Grito del Zócalo es mucho menos importante que en cualquier otro lado). En rigor, basta con un blog, una cámara de medio pelo, una lap top, corriente eléctrica (móchate con el diablito, hermano ambulante; dame chance de llegarle al encendedor de tu coche, hermano taxista) y una conexión móvil a Internet. Esta última está disponible, en distintas modalidades y precios, en MVS (E-Go), Movistar y Telcel (Edge), Iusacell (BAM) y Unefón. Luego les platico en detalle de mi impresión personal de cada uno de estos servicios.
Prometo que antes de volver a intentarlo tomaré unas clases de fotografía con Fabrizio León, unas de tecnología internética con Luis Gutiérrez y unas más, de periodismo, con Julio Hernández, a quien envío una cordial felicitación por el inicio de su proyecto OtraTele. Ah, y el jueves sigo con los asuntos de resistencia pacífica, desobediencia civil y demás, y con respuestas a los lectores. Pero este fin de semana, el asunto obligado era el Grito. Y perdón por no haberme ceñido, por hoy, al formato de esta columna.