Silverio, un símbolo de lo mexicano
Sería complicado señalar con exactitud los pioneros de la época de oro del toreo en México. Pero evitando enojosas prelaciones, no siempre claras o significativas, téngase por seguro que es Silverio Pérez quien, resueltamente con sentido abierto, da al tema trascendencia y relieve poético. En Silverio hubo siempre una intención amexicanada constante. Sobre todo a una serie de faenas inmortales coherentemente mexicanas. El mismo era dechado vital y espiritual mexicano.
Ese torear lento, muy lento, adormilado a tono con nuestra manera de ser. Ese no querer terminar algo y perderse por donde otros se salen. Vendaval de raíces aztecas y leyendas en blanco y negro. Juego melancólico sobre el redondel, el de Silverio en la plaza del toreo, o en la México en que crujía la ciudad ante el dramatismo del torero. ¿En donde quedó tu trincherazo, brujo de la poesía torera mexicana? La noche torera, viuda de tu chicuelina eterna a las plazas de toros, ha vestido de negro.
Silverio es, sin discusión, el torero verdaderamente entrañado con el ritmo relajado de los mexicanos. En él, entre otros rasgos esenciales a señalar -torero y fuentes. Sin folklorismos, están entrañados, fundidos entre sí, a pesar de que daba la impresión de sorpresivo. Ni Lorenzo Garza, Armillita, Arruza, Solórzano, El soldado, Procuna, Calesero, se fusionaron como Silverio del ser mexicano. Esto no les quita lo grande que fueron. Simplemente Silverio fue el representante de lo mexicanista en su torear.