Usted está aquí: lunes 11 de septiembre de 2006 Política Calderón destaca el "triunfo" como personal; para Espino, es del partido

En el festejo en la Plaza México afloran diferencias entre el michoacano y el líder de AN

Calderón destaca el "triunfo" como personal; para Espino, es del partido

El discurso del presidente electo toma casi idénticas palabras de Luis Donaldo Colosio

ROSA ELVIRA VARGAS

Ampliar la imagen Para poder ingresar al festejo panista en la Plaza de Toros México, los asistentes, además de contar con boleto, tuvieron que sortear estrictas revisiones Foto: Cristina Rodríguez y Marco Peláez

Ampliar la imagen Para poder ingresar al festejo panista en la Plaza de Toros México, los asistentes, además de contar con boleto, tuvieron que sortear estrictas revisiones Foto: Cristina Rodríguez y Marco Peláez

¿Cuántas manos hicieron el discurso de Felipe Calderón? A juzgar por sus oscilantes y hasta contradictorios conceptos, fueron varias. Porque pensar que él solo pudo escribir de su puño y letra contra Andrés Manuel López Obrador y decir que "amaga con atrapar a México en el odio y en el rencor", y líneas adelante pedir "a quienes han sido mis adversarios" que le ayuden a definir políticas y programas para su gobierno, y todo "por el bien de México", resultaría, por decir lo menos, reflejo de una actitud dual e insegura.

Pero así se oyó al mediodía de este domingo en la Plaza de Toros México. En algunos momentos parecía que uno era el texto que Calderón leía en el atril, y otro el que le transmitían desde el teleprompter estratégicamente ubicado en medio del ruedo.

También, y con eso de que elogio en boca propia es vituperio, pareciera que otras manos, y no las suyas, redactaron los elogios que hizo de sí mismo: "soy alguien que ha sido forjado en la adversidad, no tengo raíces en los privilegios, sino en el esfuerzo", con lo cual el autor, de paso, se fusiló aquel célebre discurso de Luis Donaldo Colosio del 6 de marzo de 1994: "...provengo de una cultura del esfuerzo y no del privilegio".

Así, en el que debió haber sido el día de su consagración, Calderón Hinojosa no logró, al menos en su discurso, deponer resentimientos, viejas cuentas por cobrar. ¿A santo de qué espetarle, ahí mismo, a Santiago Creel y a cualquier otro descreído, que "se decía que ni siquiera llegaríamos a la contienda, que aunque compitiéramos no tendríamos posibilidad de triunfo?" Y eso fue sólo para abrir boca.

Pues, por si quedaran dudas de qué trae por ahí, como diría la canción, "un sentimiento, pero muy adentro", al final remachó con la misma tonada: "Cuando nadie lo creía, dije que sería candidato a la Presidencia; cuando pocos lo pensaban, dije que ganaría las elecciones presidenciales".

En la primera fila del presídium, Creel, hoy coordinador de los senadores del PAN y a quien los hados abandonaron en su búsqueda por la candidatura a la Presidencia, hace exactamente un año, se removía enrojecido.

Sin embargo, para viejos conocedores de los intrincados salones del blanquiazul, el presidente electo por decisión oficial recibió a su vez, de Manuel Espino, no pocas alusiones e indirectas, de ésas "que duelen".

Porque más allá de la confesión inicial del líder, de que el PAN ganó porque "nos atrevimos a romper inercias de nuestro propio partido, hicimos las cosas diferentes", también le advertía a Calderón que será presidente porque los militantes "cumplimos como promotores de un programa". Y al parecer fue, según la visión de Espino, sólo por obra de éstos que se ganó, pues en ninguna parte de su discurso reconoció una sola prenda personal al candidato Calderón Hinojosa.

"Gracias a ustedes y a millones de ciudadanos, Acción Nacional refrendó por primera vez la Presidencia de la República en otro panista; gracias a ustedes hoy Felipe Calderón Hinojosa es presidente electo de todos los mexicanos", lanzó Espino.

Sin embargo, la "puntilla" vino con el largo paréntesis -con minuto de aplausos incluido- que hizo Espino para rendir homenaje a Carlos Castillo Peraza, muerto hace seis años.

En el PAN todo mundo sabe que Calderón y el yucateco terminaron peleadísimos después de haber sido muy cercanos colaboradores y que el malhadado dirigente fue incluso su tutor político. Y nunca se reconciliaron.

Ayer, Manuel Espino -de manera por demás significativa- destacó que Castillo Peraza "fue un panista que supo perdonar agravios, aun los de sus más cercanos amigos".

Pero en lo que está por venir, el acto de ayer no dejaba lugar a dudas para los malos augurios: 30 mil personas -¿será un récord?- pasaron rigurosamente por arcos detectores de metales y una a una sus bolsas fueron revisadas, pues así lo advertían grandes mantas colocadas cerca de las puertas del coso.

Elementos del Estado Mayor Presidencial controlaban todos y cada uno de los puntos de acceso hasta llegar al sitio donde ubica a cada cual el consabido gafete. Aquello se convirtió en un embudo infranqueable donde hasta la gente nice sacó sus artes del trinquete y el codazo para sortear las insustituibles vallas que todo lo cuadriculan, incluida el área de invitados especiales y con las cuales, además, se forma el pasillo de acceso para Felipe Calderón, su familia y guardaespaldas.

Anunciado para las 10 de la mañana, el postergado festejo de la victoria -equivalente al organizado hace seis años por Vicente Fox el mismo día de los comicios en el Angel de la Independencia- da inicio con la pasarela que arman en la puerta uno los personajes de la clase gobernante y la farándula con militancia blanquiazul.

La revisión

Uno de los primeros en someterse a la revisión es el vocero de Los Pinos, Rubén Aguilar, y minutos después Carlos Abascal, secretario de Gobernación. Y desfilan orondos, cumpliendo además la consigna de vestir este día de blanco, Francisco Gil Díaz, Reyes Tamez, Pedro Cerisola, Francisco Javier Salazar (que no se pierde una), Patricia Espinoza, el potosino Marcelo de los Santos, el yucateco Patricio Patrón, Carmen Segura y su recién estrenado cargo como asambleísta capitalina, donde comparte curul con su hijo José Antonio Zepeda.

Adentro, el PAN decide que no hay mejor escenografía para su festejo que reproducir, a cuento de nada y de todos tamaños, decenas de fotografías individuales de hombres, mujeres, muchachos, niños. ¿Qué querían simbolizar? No se supo. Así como tampoco quedó muy claro el sentido de la frase distribuida en decenas de pendones: "Unidos somos México", y a un lado, al mismo tamaño, un par de manos entrelazadas.

De ahí en fuera, la misma parafernalia de todo acto panista, donde a leguas se nota la salvación que para ese partido representa la existencia de las ruidosas bandas de música norteña, porque con cualquiera -todas suenan igual- ponen a brincar a su gente y logran matar la larga espera entre la hora de la convocatoria y el arribo, en este caso, de Calderón Hinojosa.

Todo sigue el mismo guión. Los cañones de confeti, la ola del graderío, los indígenas que dan el toque colorido, el tímido grito de "Felipe, Felipe" y, luego, el arribo de Calderón, a quien a nivel del ruedo casi nadie logra ver, pues los militares que lo rodean, además de muchos, son bastante más altos que él.

Cuando luego del desfile de "triunfadores" ante el micrófono, con Ana Guevara en su debut de oradora de la política, llega el turno de Calderón Hinojosa, quien sigue enfundado en un incómodo y caluroso saco color arena, empieza con su discurso dual, inseguro, amontonado de conceptos y francamente reduccionista.

"Gobernaré sin distinguir la religión que profese un mexicano; gobernaré defendiendo la ideología de cada cual por muy diversa que sea y sin distingos de condición social''.

Y no podían faltar sus sueños, donde al parecer por travesuras de la economía de tiempo -sólo habló 20 minutos- hay un párrafo como éste: "Pienso en México e imagino que sus drenajes vuelven a ser lo que eran: ríos y lagos. Un México, un país de mexicanos ganadores, como Ana Guevara, como Chucho Ramírez...''

¿O ese apunte fue también contribución de las tantas manos que escribieron esta vez para Felipe?

Por lo menos, raro sí se escuchó.

 
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