Usted está aquí: lunes 28 de agosto de 2006 Opinión A un año de Katrina, Emily, Stan y Wilma

Iván Restrepo

A un año de Katrina, Emily, Stan y Wilma

Aunque Estados Unidos contribuye con la cuarta parte de los gases de invernadero causantes del calentamiento global, los electores del vecino país son los que menos interés muestran por resolver ese problema. Ni siquiera la campaña mundial iniciada hace tres años por el ex candidato demócrata Al Gore para llamar la atención sobre la necesidad de cumplir con los acuerdos internacionales sobre la materia (destacadamente el Protocolo de Kyoto) ha hecho mella en la conciencia de los estadunidenses. Ello se explica, en buena parte, por la campaña de las empresas petroleras para hacer creer que el problema no radica en el derroche energético, sino que se trata de ciclos naturales por los que atraviesa el planeta. A lo anterior se suma la resistencia a sacrificar parte del nivel de vida estadunidense en aras de un beneficio global.

Los expertos y los principales centros científicos de Estados Unidos fijaron desde hace años su posición: había que cambiar el modelo de consumo y de gasto energético si se quería evitar daños mayores. Sin embargo, el mensaje no llega a los ciudadanos, y buena culpa de eso la tienen los medios, en especial la televisión, favorecida a través de los anuncios de los grandes consorcios derrochadores de energía.

El tema ha saltado nuevamente a la palestra con intensidad ante el agravamiento de la crisis en Medio Oriente y la temporada de huracanes en el Atlántico. Los especialistas insisten sobre el efecto que el calentamiento global tiene en el aumento de la temperatura y de las aguas marinas, que combinado hace que se presenten con mayor frecuencia e intensidad los huracanes, lluvias torrenciales fuera de temporada, calores excesivos y otros fenómenos meteorológicos.

A un año del paso destructor del huracán Katrina por el sur de Estados Unidos, que tantas muertes dejó en Nueva Orleáns, el tema ocupa la atención de los medios. Todos concuerdan en que el gobierno del presidente Bush falló a la hora de tomar medidas preventivas para evitar lo peor, así como en el momento del huracán mismo y posteriormente en la reconstrucción. A las carencias que dejó al descubierto el meteoro, se sumaron el racismo y la discriminación que distinguieron la actuación de las autoridades, tanto en ese país, como en México, donde los indígenas y los pobres no son prioridad.

A un año del Katrina, los científicos nuevamente advierten sobre los efectos del calentamiento global en las aguas del Golfo y Caribe de México. Uno de ellos, ya visible en muchas partes, es el aumento del nivel de las aguas marinas que ocasionará severos cambios en la franja costera. Además, los huracanes serán más poderosos y frecuentes cada verano. El gobierno estadunidense tiene todos los reportes científicos sobre lo que puede ocurrir. Sin embargo, no toma las medidas preventivas que se requieren. Un conservadurismo extremo impone su agenda entre legisladores y funcionarios, y paraliza cualquier iniciativa renovadora que lleve a una política racional en el uso de los energéticos y la ocupación sustentable de la franja costera, destacadamente la de los estados de Texas, Louisiana y Florida.

Algo semejante sucede en México. La oleada privatizadora y el apoyo que desde el gobierno se concede al gran capital nacional y extranjero hacen olvidar la fragilidad de las áreas costeras de Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. Allí, la infraestructura pública y los "desarrollos" urbanos y turísticos no tienen en cuenta los cambios que registra la naturaleza. Ni siquiera porque es evidente una mayor erosión en el litoral y el avance del agua marina tierra adentro. Coinciden en lo anterior los científicos mexicanos y los del vecino país del norte. Diversos trabajos del Instituto de Geofísica y del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional, así como del Centro de Investigaciones Avanzadas, Cinvestav, Unidad Mérida, revelan un panorama nada alentador para las próximas décadas en la península de Yucatán como fruto de las variaciones climáticas y la irresponsabilidad de las instancias oficiales.

A un año delpaso de Katrina, Emily, Stan y Wilma, la alta burocracia muestra en los hechos que solamente le interesan los negocios, no el bienestar de la gente ni de la naturaleza.

 
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