Aprender a morir
Más sobre la palabra
Especial interés provocó el texto publicado en este espacio hace 15 días de don José Castillo Farreras, profesor de filosofía en la Preparatoria 7 de la UNAM, por lo que no sólo continuaremos con sus reflexiones, sino que, previa autorización del maestro Castillo, proporcionamos a los lectores interesados en conocer la versión íntegra del ensayo Exégesis de la palabra del médico, su correo electrónico: [email protected]
El médico no tiene autorización alguna para ser torpe ni tosco con los enfermos -continúa Castillo Farreras. Quien no pueda impedir su torpeza debe retirarse de la profesión y el tosco también, pues pone en riesgo la paz, la tranquilidad del "otro", del paciente, a quien debe procurar.
Un caso cotidiano es cómo impedir o con qué motivos válidos frenar que un enfermo desahuciado acuda no sólo a las llamadas medicinas alternativas, sino también a la charlatanería de toda índole. Sé de quien se apresura diciéndole: "Le he dicho, reinita, que su enfermedad no tiene remedio y que es de gente ignorante utilizar esas hierbas".
En éste y en casos similares me parece que es el médico quien muestra su falta de delicadeza y su rusticidad. Y esto conforma un maltrato, además de innecesario, injusto, porque coloca al enfermo en una situación de desamparo total. Son muchos los que, desesperados y como último recurso, acuden a las medicinas alternativas, pero asimismo a la curandería, a las recetas del vecino y hasta a la magia y los exorcismos, y nada bien hace que se le pretenda impedir y sí un mal, porque arrasa con sus últimas esperanzas.
Tendría que buscarse la manera de cambiar expresiones ineficientes. Todos sabemos del dolor intenso que va a sufrir el enfermo, y uno mismo si está en el caso, cuando ante una inyección o al aplicar localmente algún antiséptico o bien frotar con fuerza y lavar una herida el médico dice: "Le va a doler un poquito". El ardor es vivo y agudísimo, por sobre las palabras. Hay, por el contrario, la tendencia de algunos que adecuada y suavemente le informan al paciente que "va a dolerle" y otros que indican (entre broma y en serio) que "va a dolerle muchísimo", con el resultado de que "no dolió tanto", y al propio tiempo el paciente probablemente entienda que el propósito es de explorarlo, revisarlo, ayudarlo y no de lastimarlo.
La profesión de la medicina es una de las más honrosas y dignas, porque combate el dolor humano, lo suprime y lo cura cuando esto es posible. En lo que concierne a los médicos, no está fuera de lugar inferir que es la inmensa mayoría la que cumple con sus deberes cabalmente y hasta hay quienes van más allá de ellos, dando atención gratuita y obsequiando medicamentos en sus consultorios del barrio o en dispensarios. Esto, que debiera ser objeto de encomio, algunos "triunfadores" los consideran como médicos mediocres o del montón, siendo que son los médicos más brillantes, ya que con pocos recursos y bajos emolumentos alivian y dan vida a buena parte de la población.