El entusiasmo y la convicción acallaban otras propuestas del candidato
Un coro de miles de voces aclamó una vez más a AMLO como presidente
La pasión de los pejeviejitos contagió a los asistentes al Monumento a la Revolución
Ampliar la imagen Simpatizantes del candidato de la coalición Por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador, ofrecían escapularios de San Peje frente a la Catedral Metropolitana Foto: María Meléndrez Parada
No lo pensó dos veces la multitud. Andrés Manuel López Obrador estaba proponiendo "un gran debate nacional" para decidir qué hará la Convención Nacional Democrática si el tribunal electoral convalida la "imposición de un presidente espurio". Y propuso cuatro modalidades: nombrar a un "presidente legítimo", a un "jefe de gobierno en resistencia", a un "encargado del Poder Ejecutivo" o a un "coordinador nacional de la resistencia civil". Pero antes que terminara de leer la lista de opciones, el coro de decenas de miles deletreaba ya, a voz en cuello: "¡Pre-si-den-te! ¡Pre-si-den-te!".
"Nooo", trató de interrumpirlos el orador, alargando la o y moviendo el índice de izquierda a derecha. "No respondan todavía, es algo que tenemos que reflexionar." Pero el gentío, por lo visto, llevaba tiempo pensándolo y volvió a gritar: "¡Pre-si-den-te! ¡Pre-si-den-te!". Y muchas voces que vibraban en aquella marea que subía y bajaba por la plaza, horas después, a los pies del Monumento a la Revolución, juraban golpeando el aire con el puño en alto como si fuera un martillo: "¡No pasarán! ¡No pasarán!".
Eran las y los integrantes del coro de pejeviejitos que, por segundo domingo consecutivo, acababan de entonar la cantata Los Sueños, del compositor mexicano Arturo Márquez, apoyado por alumnos del Conservatorio Nacional de Música y el barítono chilango polaco Leszek Zawadka, bajo la dirección artística de Eduardo García Barrios y la batuta escénica de Súper Jesusa Rodríguez.
Igual que el domingo pasado, el coro había contado con la participación de la preciosa Dolores Heredia y el galanazo Daniel Giménez Cacho, y con las siluetas, los velos y la audacia de las bailarinas del aire que de nuevo desplegaron la manta horizontal que dice "Revolución Pacífica" sobre la base de la cúpula del Monumento a la Revolución y dos leyendas verticales: "magistrados: 27 de agosto" y "todavía están a tiempo", un mensaje que Jesusa complementó desde el micrófono con estas palabras:
-Esperamos que la decisión de siete personas no provoque la tragedia de todo un país.
Y la gente: "¡El pueblo, unido, jamás será vencido!". Incorporadas en primera fila al insólito, pero indudable estallido prerrevolucionario que según los que saben se empieza a vivir en México -sin haber roto un solo vidrio ni manchado una sola pared, al cabo de ocho semanas de resistencia pácífica-, esta crónica reconoció entre la multitud hermosos rostros femeninos que le resultaron muy familiares.
Eran los de las 20 muchachas, la más joven de 66 años, la mayor de 83, que la noche del sábado, luego del discurso de López Obrador ante un Zócalo abarrotado como siempre que él habla, participaron en el concurso de belleza "Señora Resistencia Civil 2006". Cada una de ellas, excepto dos de las tres octogenarias, se habían atrevido a bailar en el templete, a ritmo de rock o de salsa, antes de responder a dos preguntas: cuántas veces votaron en su vida y fueron traicionadas y...
Y, bueno, la segunda pregunta, ideada por los organizadores del certamen, pronto dejó de venir al caso porque las respuestas a la primera se convirtieron en discursos verdaderamente incendiarios, a grito pelado, de apoyo absoluto, total e irrestricto a López Obrador, de reproche feroz a "la traición de Cuauhtémoc Cárdenas" y de ni pa-qué-te cuento a Vicente Fox.
Por eso, ante ese alud de reflexiones políticas dictadas desde la cumbre de una vida de expectativas defraudadas por los gobiernos del PRI y ahora del PAN, la segunda pregunta -¿qué le diría usted a una muchacha que está a punto de recibir su primer beso?- resultó más que inoportuna anticlimática, pero las contestaciones no dejaron de causar risa, como la de aquella señora que aconsejó: "Que antes se fije en que el muchacho tenga limpia la boca, porque luego se ponen el chiclito para disimular la peste".
Eran las abuelas del plantón, vestidas casi todas con faldas y suéteres en ruinas, las invencibles pejeviejitas que hace cuatro semanas viven en los campamentos y aguantan las inundaciones y el granizo con tal de no faltar nunca a las asambleas informativas de la siete de la tarde. Cuando el jurado, que era el público, terminó de votar aplaudiendo en el Zócalo semivacío de las nueve de la noche, se alzó con la victoria la más anciana de todas y una vez que recibió su corona, su banda y su cetro y fue sentada en una silla amarilla, las banderas comenzaron a revoloterar y el cielo a cuartearse de relámpagos, pero ella permaneció impasible en su trono, sonriendo sin dientes, resplandeciendo en su octogenaria sordera, mientras gritaba al micrófono ya apagado por los técnicos: "¡Voto por voto, casilla por casilla!"
Catorce o 15 horas después, con una exasperación inversamente proporcional a la de la pejeviejita, al pie del templete donde Javier González Garza estaba finalizando su intervención en nombre de los nuevos diputados perredistas y mientras Carlos Navarrete se preparaba para hacer lo propio en representación de los nuevos senadores, un pobre camarógrafo mexicano que trabaja para una influyente cadena estadunidense, estalló furioso contra la gente que detrás de él le pedía que se bajara de su banquito para no taparles la vista.
-¡Ojalá ya venga la PFP y los mate a todos! -exclamó. ¡Y a ver quién los graba, pinches indios!
Es el clima político imperante en el corazón de México en vísperas del gran día, probablemente hoy, en que los magistrados empezarán a revelarnos de qué lado se peina el león o de qué lado masca la iguana...