Antrobiótica
La revelación del jocho. Ultima
UNO. COMO TODO el mundo sabe (aunque no todo el mundo lo acepte), no hay ningún asunto demasiado pequeño para un gran poema. Esta antiquísima verdad está ponderada en el principio de la silva V de la querida Gatomaquia -donde el jefe Lope en su avatar del licenciado Burguillos narra los felinos afanes amorosos de Marramaquiz, gatazo de gentil persona y no menos galán, que enamorado por Zapaquilda, como tantas otras gatas "crüel y inexorable"- que dice, por ejemplo, "Mira si de Virgilio fueron tersos, / cuya princesa pluma fue divina, / cuando escribió el Moreto, que en la lengua / de Castilla decimos almodrote, / sin que por él le resultase mengua, / ni por pintar el picador Mosquito": y sí, en el Appendix vergiliana hay un idilio donde un güey se prepara un almodrote ("especie de guisado, ò salsa con que se sazonan las berengenas, que se hace y compone de azeite, ajos, queso, y otras cosas", dicen las Autoridades en 1726), y otro, de 414 versos, de título Culex, en que un mosquito le pica el ojo a un campesino. Y sigue Burguillos: "Y tanta filosófica fatiga / Dïocles puso en alabar el nabo, / materia apenas para un vil esclavo, / el rábano Marción, Fanias la ortiga, / y la pulga don Diego de Mendoza, / que tanta fama justamente goza"... (Porcierto #1, en A fenix renascida ou obras dos melhores engenhos portuguezes hay una silva A hum mosquito, que trae versos muy simpáticos; éstos, por ejemplo: "Invencível mosquito, / emulo do mais livre pensamento, / sem corpo, e todo espirito". Porcierto #2: Donne tiene un poema sobre una pulga que goza aun más justamente de fama que el de don Diego: "Oh stay, three lives in one flea spare, / Where wee almost, yea more than maryed are. / This flea is you and I, and this / Our mariage bed, and mariage temple is": en esta pulga, que nos picó a los dos, somos una sola sangre...)
DOS. DIOCLES FILOSOFO fatigosamente un nabo; Quevedo (entre otras mil cosas sabrosas) romanceó un nigérrimo banquete: "A la mesa se sentaron, / donde también les pusieron / negros manteles y platos, / negra sopa y manjar negro. / Echóles la bendición / un negro veintidoseno, / con un rostro de azabache / y manos de terciopelo. / Diéronles el vino, tinto; / pan, entre mulato y prieto; / carbonada hubo, por ser / tizones los que comieron. / Hubo jetas en la mesa, / y en la boca de los dueños, / y hongos, por ser la boda / de hongos, según sospecho. / Trujeron muchas morcillas, / y hubo algunos que de miedo / no las comieron pensando / se comían a sí mesmos. / Cuál por morder el mondongo / se atarazaba algún dedo, / pues sólo diferenciaban / en la uña de lo negro. / Mas cuando llegó el tocino / hubo grandes sentimientos, / y pringados con pringadas / un rato se enternecieron. / Acabaron de comer, / y entró un ministro guineo, / para darles agua manos / con un coco y un caldero. / Por toalla trujo al hombro / las bayetas de un entierro. / Laváronse, y quedó el agua / para ensuciar todo un reino..." Etcétera, etcétera: pura ojetez quevediana de la más golosa. Y se antoja: la carbonada es "carne cocida que después se asa en las ascuas ò en las parrillas"; jetas son setas, pero también las bocazas de los negros, y a qué abundar en los mondongos: "intestinos y panza del animal (especialmente de carnero) dispuesto, rellenas las tripas de la sangre y cortado en trozos el vientre, que llaman callos; y assí se guisa para la gente pobre". Uf. Jonson poetizó una invitación a cenar; Baltasar del Alcázar, además de su inclinación por Inesita ("Tres cosas me tienen preso / de amores el corazón: / la bella Inés, el jamón, / y berenjenas con queso"), poetizó toda una cena jocosa. Tiene cuartetas geniales: "Rebana pan. Bueno está. / La ensaladilla es del cielo; / y el salpicón, con su ajuelo, / ¿no miras qué tufo da? // Comienza el vinillo nuevo / y échale la bendición: / yo tengo por devoción / de santiguar lo que bebo"; o estas: "La ensalada y salpicón / hizo fin; ¿qué viene ahora? / La morcilla. ¡Oh, gran señora, / digna de veneración! // ¡Qué oronda viene y qué bella! / ¡Qué través y enjundias tiene! / Paréceme, Inés, que viene / para que demos en ella"; dos y ya: "Mas di: ¿no adoras y precias / la morcilla ilustre y rica? / ¡Cómo la traidora pica! / Tal debe tener especias. // ¡Qué llena está de piñones! / Morcilla de cortesanos, / y asada por esas manos / hechas a cebar lechones".
TRES. PERO, POR alguna razón simplemente incomprensible, todos los poetas del mundo (salvo una) han hallado al jocho cosa demasiado pequeña para la poesía. El gran filólogo H.L.Mencken lo menciona por ahí; John Kennedy Toole hace a su personaje elegir una salchicha de su agua hirviente como quien elige una langosta en el acuario restaurantero. (Ni siquiera la Ballad of baseball burdens, inspirada por Swinburne, menciona un hot-dog. Sería su ambiente poético natural.) Y párale -casi- de contar. El honorable 'casi' pertenece a una poetisa muy probablemente chilanga, de la que ignoro casi todo salvo su nombre, Alejandra Rosario; el título de su libro, Vivir a trochimoche, y que es capaz de versos como estos: "Aunque eres, Teresilla, tan muchacha, / te das al quehacer de los bizcochos; / y en busca del Gran Jocho entre los jochos / te entregas sin empacho a la talacha." Jeje. Todo el soneto da vuelta sobre la Teresilla sorjuanesca, retruécano tras retruécano, a cual más torcido, más sabroso y más perverso.
CUATRO. ALGUIEN TIENE que empezar a subsanar la ausencia del jocho en la poesía, porque éste es el último dolor que a mí me causan, y éstas los últimas líneas que les escribo.