Usted está aquí: jueves 24 de agosto de 2006 Cultura El país necesita la creación de lectores inteligentes, afirma Jaime Labastida

El libro de texto se ha convertido en una traba para las capacidades, afirma

El país necesita la creación de lectores inteligentes, afirma Jaime Labastida

El director de Siglo XXI critica los programas para impulsar la lectura, por ser de corto plazo

ERICKA MONTAÑO GARFIAS

Ampliar la imagen Jaime Labastida, durante la entrevista con La Jornada Foto: Cristina Rodríguez

Lo más importante al cumplir 41 años dentro de la industria editorial "es mantenernos vivos en un momento en el que la situación general del país no es del todo halagüeña", expresa el director de Siglo XXI Editores, Jaime Labastida.

En este momento la editorial marcha bien desde el punto de vista financiero y de publicaciones -este año tendrá 70 nuevos títulos más 300 reimpresiones de su catálogo- "pero tampoco es un escenario para echar las campanas al vuelo. La situación está tensa, difícil. De las editoriales nacionales que fueron creadas en los años 60 sólo quedamos ERA y nosotros. Es difícil -añade- porque los periódicos y las revistas, además de la circulación, viven de la venta de anuncios, pero los libros no tienen ningún anuncio".

Esta sobrevivencia en el mundo editorial mexicano es cada vez más difícil por dos aspectos: "no se ha creado el público lector que las editoriales y el desarrollo de la inteligencia y de la sensibilidad del país necesita. La segunda es porque los libros de texto, que tuvieron su importancia en su momento, se han convertido ya en una traba para el desarrollo de la inteligencia. Estamos convirtiendo a México en un conjunto de gente que no sabe razonar ni pensar".

Jaime Labastida, poeta y filósofo, insiste en que el problema es que no existen lectores ávidos, adictos, no sólo de best-sellers, sino de la literatura que desarrolla la inteligencia y la sensibilidad.

Por ejemplo, explica, en Argentina, con un tercio de la población que tiene México, leen tres veces más que los mexicanos, y esto va mejorando cada vez más desde la recuperación de la crisis económica que tuvo ese país sudamericano en 2001.

Al respecto, Carlos Díaz, gerente de la filial de Siglo XXI en Argentina, señala que, tras la debacle económica, la industria editorial argentina pasa por un buen momento. La industria se reactivó gracias a que con la crisis la importación de libros mexicanos y españoles hizo que los precios fueran prohibitivos, así que las editoriales argentinas se dedicaron a publicar su propio catálogo.

Eso ocurre con esta filial sudamericana que reabrió sus puertas en 2000 después de 34 años de inactividad provocada por el allanamiento de sus oficinas y la persecución de sus directivos y colaboradores que comenzó un mes después del inicio de la última dictadura, en 1976. Hoy publica unos 40 títulos nuevos al año de autores argentinos jóvenes y consagrados, además de "mover" el catálogo que produce Siglo XXI en México.

De regreso al caso mexicano, Jaime Labastida advierte que mientras no se creen nuevos lectores ni exista la necesidad de la lectura "no vamos a lograr nada".

Programas de corto alcance

Los programas como Hacia un país de lectores no dan resultados, "porque son de corto plazo. Los programas que funcionarán son los de largo plazo. No vamos a poder solucionar este asunto en dos, tres o seis años, además de que es necesario cambiar los planes de estudio, porque la educación está por los suelos: no se fomenta la lectura, la enseñanza pone el acento en la memoria y no en la capacidad crítica o en la inteligencia".

Tampoco será de gran ayuda la aplicación del precio único del libro, aprobada este año, porque el lector perderá el beneficio de los descuentos. "Como editor no le puedo dar a las pequeñas librerías el mismo descuento que a Gandhi o El Sótano, que tienen ese beneficio para que también lo apliquen a la venta al público, pero si no va a regir eso, sino que van a ser los mismos precios, a los editores no nos perjudica, porque entonces los libros no van a valer los 75 pesos con descuento, sino 100 pesos. A los editores no nos afecta, pero a los lectores sí".

Además a la par del precio único deben buscarse incentivos para las librerías y bajar los precios en el transporte de libros. "No se ha pensado en eso, es simplemente una discusión legal. Pero, ¿a poco las discusiones legales son las que resuelven las cosas? Muchas veces las constituciones y las leyes son letra muerta".

Para mí, subraya, el problema central está en la posibilidad de que haya lectores ávidos, eso es lo que desarrollará a la industria editorial en nuestro país.

 
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