Elsa Schneider y otras historias
El dramaturgo catalán Sergi Belbel compuso un trío de unipersonales con la protagonista de la novela La señorita Elsie de Arthur Schnitzler, considerada un monólogo interior de la pobre mujer que muere suicida durante la depresión, la vida trágica de la actriz Romy Schneider y una mujer contemporánea que, supuestamente, es resumen de las dos anteriores. Schnitzler, médico y dramaturgo austriaco, escandalizó no poco a la sociedad vienesa de su época al retratar a esa burguesía ociosa y decadente de finales del siglo XIX -su escándalo mayor fue la obra La ronda, prohibida en su lugar natal- y que queda inane, aunque siempre proclive al hedonismo y el acopio de dinero, tras la derrota sufrida en 1918. La señorita Elsie, escrita en 1924, corresponde a esa etapa desencantada y es una muestra del buceo que el autor hacía en el interior de sus personajes, lo que llevó a Sigmund Freud a considerarlo "su espejo". Este primer monólogo es el más afortunado, por los cambios entre supuesto diálogo y pensamiento dicho casi como aparte y por el buen desempeño de la actriz Pilar Padilla, aunque las voces grabadas, como en toda la escenificación, se escuchan poco. (Y por cierto, grabar voces para un unipersonal es un truco no demasiado feliz).
El unipersonal dedicado a Romy Schneider -incorporado por Jana Raluy, de poco parecido con la conocidísima actriz austriaca, lo que dificulta un tanto la identificación entre ambas- empieza con la madre y el padrastro de la jovencísima Romy, ya reconocida por su éxito en la serie de Sissi, dictándole lo que debe hacer, en pos de éxito y dinero, lo que podría emparentarla con la Elsie novelesca. Pero de allí en adelante el relato de la vida y muerte de la actriz austriaca se vuelve monótono porque narra cosas del dominio público, aunque habla más de sus primeros éxitos y sus escándalos postreros que de las numerosas actuaciones sobresalientes que la bella actriz tuvo. La directora Claudia Ríos convierte con fortuna a una Sissi silenciosa -la actriz Jaqueline Solórzano- en una especie de doble y asistente de Romy. Lo que debería ser una síntesis de ambas historias se convierte, a pesar de la buena actuación de Pilar Ixquic Mata, en un paso cómico que pretende descubrir los entretelones del teatro, con esa mujer común y corriente que se llama Elsa Schneider y que nada tiene que ver con las otras dos, escapándose al autor la posibilidad de un personaje contemporáneo que se acercara a las otras y en verdad resumiera sus tristes historias. La escuela escenografía es de Atenea Chávez y Auda Caraza, la iluminación de Matías Gorlero y el vestuario de Jerildy Bosch.
Otro modo de unipersonal es el de cuentacuentos, que tiene una feliz expresión en el talentoso Mario Iván Martínez que no ceja en su empeño de acercar a los niños a lo mejor de la música y la literatura (aunque yo querría verlo otra vez también en una escenificación para adultos) en su ciclo Un rato para imaginar. Esta vez pone en escena De cuentos y poetas, en que recita a Amado Nervo, tras explicar algo acerca del poeta, y canta El lagarto viejo, de Federico García Lorca, además de narrar el Cumpleaños de la Infanta de Oscar Wilde, en donde canta, baila, hace los diferentes papeles, con música de diferentes autores. Se apoya en los muñecos de Moisés Cabrera, Gerardo Sardain, Gabriela Villalpando y Tania González, recorre el escenario con las flores diseñadas por Adriana Amaya y se acerca a algún niño o niña que en este momento pasa a ser casi un personaje al que le habla.
He de agradecerle el obsequio de dos discos, uno de su espectáculo Fábulas de mi granja presentado en julio de este año y, sobre todo, ¿Conoces a Wolfie? En el que aprovecha la efeméride de los 250 años del natalicio de Wolfgang Amadeus Mozart -como antes lo hiciera con el cuatricentenario de El Quijote- para que los pequeños conozcan un poco del maravilloso músico. Cantan él y la soprano Lourdes Ambriz, apoyados por el pianista Alberto Cruz Prieto y el violinista invitado, como lo es la soprano, Sergei Gorbenko. Mario Iván Martínez lleva a los niños al mundo mozartiano narrando hechos de su vida, sin continuidad cronológica y de La flauta mágica salta a la infancia del compositor, a su matrimonio con Constanza, a la inquietante leyenda del desconocido que le pide el Réquiem y nuevamente a la infancia y luego a su legado. Es uno de los más bellos discos que ha hecho en su modalidad de cuentacuentos.