Hace falta conciencia en un fin común para solucionar la crisis poselectoral: Tomás Eloy Martínez
México, ante la gran oportunidad de encauzar su democracia
El país tiene la obligación de acabar con dos grandes males: la pobreza y la desigualdad, afirma
Significativo, que haya gente que abandone su hogar para vivir en el plantón, considera
Ampliar la imagen Tomás Eloy Martínez, en imagen de archivo Foto: Marco Peláez
No es imaginación lo que le hace falta a México para solucionar su conflicto poselectoral, lo que necesitan los protagonistas de éste es "coincidencia en un fin común, armonías. Si los aspirantes a la Presidencia se reunieran para discutir claramente qué es lo mejor para el país, difícilmente se pondrían de acuerdo, es cierto, pero si esa fuera su mirada y su actitud, no habría problemas", considera Tomás Eloy Martínez (Tucumán, Argentina, 1934), escritor y periodista.
En entrevista vía telefónica con La Jornada, desde Nueva York, a propósito de la aparición de la antología La otra realidad (FCE), en la cual reúne fragmentos de sus novelas, notas periodísticas, relatos, textos inéditos y críticas literarias escritas entre 1960 hasta la actualidad, el autor de Santa Evita señala que México se encuentra ante una gran oportunidad "de encauzar su democracia, que durante los tiempos del PRI fue muy imperfecta, porque era la sucesión por el dedazo. Ahora la democracia se impone por decisión de las mayorías.
"Entonces, la gran obligación de México es acabar con los dos grandes males que han padecido América Latina y el mundo en las décadas recientes: terminar con la desigualdad que es la madre de la pobreza.
"Desde 1929, desde la época de Plutarco Elías Calles, desde la instauración del PRI hasta el presente, la mitad del país ha conocido y estado sumido en la pobreza. También mi país sabe de eso.
"América Latina ha padecido el mal de la pobreza, de las desigualdades abismales. Y eso hay que enmendarlo, corregirlo. La tarea es de todos.
"El peor de los escenarios para México es seguir con la incertidumbre. Antes de las elecciones ya se sabía que si alguno de los candidatos no ganaba por más de 5 por ciento de los votos, iban a crearse problemas a posteriori.
"Ahora, el hecho de que la gente que está en el plantón haya abandonado todo para vivir ahí por un ideal es muy significativo. Valdría la pena contar la historia de esa movilización en un libro, a la manera de La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, porque vale la pena recuperar esta memoria colectiva que se está construyendo."
Optimista cargado de dudas
Tomás Eloy Martínez se define más que como un escéptico, como un optimista, cargado eso sí, de dudas sobre la identidad de las cosas:
"Pienso que las miradas de los seres humanos son múltiples, cambiantes, que nadie ve la misma cosa, la misma película o el mismo libro, y sobre todo, nadie ve las mismas cosas en una realidad inmóvil.
"Una señal de esto es que cada lengua tiene palabras diferentes para designar un mismo objeto. Inclusive las raíces originales de las lenguas difieren. En Babel hubo una ruptura del río central en infinitos afluentes, y eso crea discontinuidades no sólo en el lenguaje sino en las distintas visiones de la realidad."
-¿Esta antología sería su Babel personal?
-Sí, como un recorrido por mis distintas miradas sobre el mundo, aunque esas miradas responden a un mismo peso ético, a una misma confianza en la condición humana y a una misma intención de mirar la complejidad de la condición humana.
"No se trata de una antología exhaustiva, es apenas 5 por ciento del total de lo que llevo publicado. Es una selección bastante bien hecha, realizada por Cristine Mattos, que me permitió ver ciertas cosas de mí mismo que no tenía claras. Por ejemplo, la idea de la duda que marca muy bien la antóloga y prologista.
"También se incluye un fragmento de mi primera novela Sagrado (1969), la cual nunca había sido reditada por mi voluntad, pues creo que es un libro ajeno a lo que soy ahora. Esta hecha antes de que se produjera dentro de mí la síntesis entre el periodista y el escritor de ficciones."
-¿Cómo se conforma ese olfato de algunos grandes periodistas para encontrar buenas historias para contar?
-Son dos los ideales que lo crean: la capacidad de asombro, pues debe haber una cierta inocencia por parte del periodista para ver lo que pasa con ojos nuevos. Además, la vocación por narrar. Eso es central. Ambas cualidades se aprenden, nada es innato.
"Claro, lo que no se aprende es qué tipo de mirada tiene uno sobre las cosas. Un buen periodista nunca sazona mucho lo que escribe. Lo hace lo mejor que puede, pero siempre escribe la verdad o lo que cree que es la verdad."
-¿En qué se encuentra trabajando en esos momentos?
-En una novela sobre la vida cotidiana durante la dictadura militar en Argentina. Es una historia que no viví, no acerca de los campos de concentración o la tortura, sino la vida de la gente común, porque hubo una cierta complejidad de algunas personas, sobre todo en las clases medias.
"Ante la dictadura voltearon la mirada a un costado y permitieron muchas cosas. Los regímenes militares o dictatoriales no prosperan si no hay una especie de consenso civil que los apuntala.
"Estas historias más particulares, ante grandes acontecimientos sociales son las que se pierden de vista. Y es algo que también se debe recuperar en México."