La escritora presenta en México su más reciente libro
La novela perfecta refleja mis pasiones de adolescente: Boullosa
Cualquier escritor que toma una pluma y honestamente quiere practicar el oficio, sabe que se enfrentará con las grandes y clásicas preguntas: el misterio del cosmos, la maravilla del mundo; por eso, en la narrativa existe un gran placer, el goce de contar una historia, afirma la escritora Carmen Boullosa (DF, 1954), quien reside en Nueva York, donde forma parte del cuerpo académico del City College de la universidad pública de esa ciudad, ahora de visita en México para dar a conocer su reciente libro La novela perfecta (Alfaguara).
Boullosa asegura que este relato "es un divertimento, un homenaje al barrio donde vivo en Nueva York, lleno de inmigrantes de muy distintos lugares del mundo, donde existe una de las mezquitas más grandes del continente, por donde pasan mujeres con velo, hombres con largas barbas, y al lado está el chavo que vende café viendo su ipod. Son personas que no tienen nada en común y deben llegar a un pacto de convivencia en un espacio muy pequeño. Es el retrato de un barrio de Brooklyn.
"En esa tensión que se vive hay una cierta dulzura, de eso habla la novela. Para darle tiempo narrativo me imaginé a un personaje que es inmune a los contrastes, que viene de ese lado de la burguesía mexicana que es corrupta y holgazana: niños ricos que caen parados, que han ido a buenas escuelas, que no tienen que hacer un gran esfuerzo y que el país les regala muchas oportunidades.
"En este barrio, donde todo mundo se mueve a gran velocidad, a este protagonista se le ve lo flojo, lo podrido, pero también todo el sabor mexicano con el que carga, muy a su pesar.
"En medio de todo eso surge la trama: la posibilidad de escribir una novela sin escribirla, la posibilidad de percibir la conciencia y la imaginación de otra persona sin recurrir al lenguaje, la posibilidad de transmitir lo que otra persona percibe intacto, sin pasar por la imagen visual proyectada como el cine, sino la posibilidad de sentir al otro, de tener el cuerpo de otro."
-¿Es el sueño ideal de un escritor, tener la posibilidad de simplemente tomar la mano de un lector y transmitirle, sin más, sus historias imaginadas?
-Es el sueño de cierto tipo de escritor, no el mío. A mí me gusta escribir, me gusta la lengua, disfruto mucho la palabra. Al margen de la anécdota que cuento o del mundo que retrato, está el juego lingüístico, que para mí es muy importante. Amo la literatura, disfruto volver a leer un libro por el gozo de conocer cómo fue escrito.
"En el nuevo método de transmisión de historias, este método ya no está. A mi personaje le gusta la literatura evasiva, algo que yo no busco al escribir. Quiero una literatura donde exista el amor por el oficio literario, la memoria de otros escritores grandes y una reflexión profunda acerca de nuestra condición actual en el mundo: un mundo donde las distancias se han reducido, donde la imagen parece imperar encima de la palabra, y donde estamos obligados a convivir unos con otros y no queremos tomarnos el trabajo de pasar por todo el conocimiento intelectual para comprenderlos, sino que queremos un remedio instantáneo, y ponerles un cliché y decir: todos los musulmanes son fundamentalistas.
"La novela busca la manera larga, la única posible para comprender al otro y, por supuesto, gozar la vida. Este es un libro donde hay gozo, el cual nunca es evasivo. El gozo verdadero te confronta con el verdadero placer que tiene impresa la muerte, la conciencia de estar vivo, la percepción de las injusticias de la sociedad, la conciencia de que hemos hecho un mundo imperfecto."
Si bien la autora aclara que La novela perfecta no es un libro de filosofía, el lector encuentra entre líneas una serie de reflexiones acerca del papel de la palabra para contar una historia, "o cuál es el papel de cooperar para hacer un trabajo. El escritor a veces cree que trabaja solo, pero escribe con la ayuda de otros que han escrito libros. Mi personaje no puede escribir, porque es incapaz de admirar al que tiene al lado, posee un vicio mexicano: la envidia, la idea de que no da lo mejor que tiene porque se lo van a agandallar, no quiere hacer equipo.
"Esta novela también es un homenaje a Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Cuando éramos jóvenes escritores, a los de mi generación no nos atraía la literatura realista ni costumbrista. Adorábamos a Borges y a Bioy, era nuestro signo de rebeldía y de pertenencia. Queríamos entrar en sus mundos imaginarios, ricos en posibilidades narrativas, pero también de reflexión. Entonces, este libro es mi novela escrita a los 50 años de edad, acerca de mis pasiones de adolescente."