Usted está aquí: martes 22 de agosto de 2006 Política Vallas y policías

Luis Hernández Navarro

Vallas y policías

Comienzo del curso escolar. Vicente Fox huye de la ciudad de México. Inaugura clases en Celaya, Guanajuato. Las mochilas de los alumnos de la escuela primaria Solidaridad son revisadas por elementos del Estado Mayor Presidencial (EMP). No se permite la entrada de los padres al centro escolar. Los soldados impiden que alguien se acerque al Presidente de la República.

Jueves 17 de agosto. En Jalisco, Felipe Calderón agradece a sus compañeros de partido su triunfo. El EMP vigila los festejos. Nadie que no esté autorizado puede acercarse al candidato o a la sede del encuentro.

El EMP ha establecido una burbuja de protección impenetrable entre Vicente Fox, Felipe Calderón y el resto de los mortales. En los desplazamientos del jefe del Ejecutivo y su candidato por el interior del país los uniformados han levantado un cordón sanitario a prueba de protestas de la coalición; quieren evitar que el encono social existente en las calles alcance a sus jefes y sea reportado por los medios de comunicación.

En la ciudad de México, epicentro de las movilizaciones populares de protesta contra el fraude electoral y la imposición, la Policía Federal Preventiva (PFP) ha tomado las calles y construido pequeñas fortalezas disuasivas alrededor del Palacio Legislativo y Bucareli. La mala impresión que causó la imagen de tanquetas en la vía pública fue tal que el presidente Fox debió modificar levemente su guión a favor del orden y las instituciones para comenzar a hablar de diálogo y negociación.

Para los noticiarios del duopolio televisivo la protesta social apenas existe. De la misma manera en la que durante la campaña electoral apoyaron al abanderado del Partido Acción Nacional (PAN) ahora militan abiertamente contra la resistencia civil. Han minimizado la cobertura del conflicto dedicándole pequeños espacios y comenzando sus programas con información sobre las lluvias y el conflicto en Medio Oriente. Lo que sucede en las calles y los hogares de muchas familias no se refleja en sus estudios de transmisión. El descontento ciudadano contra el fraude puede verse en las pantallas casi exclusivamente como un gran problema vial.

A pesar del tiempo transcurrido, el movimiento no parece dar muestras de agotamiento. Su vitalidad es sorprendente. Concentrado en su mayoría en la ciudad de México, está aún pendiente su despliegue en otras regiones del país. Cuenta con un itinerario preciso que atraviesa el calendario cívico: 1º, 15 y 16 de septiembre. En el horizonte cercano tiene en la realización de la Convención Nacional Democrática (CND) un momento organizativo central.

Para sobrevivir, la protesta deberá superar la tendencia a la dispersión y la institucionalización que surge tanto de las pugnas internas dentro de las filas del Partido de la Revolución Democrática (PRD) como de su cultura política. En esta dinámica se encuentra el talón de Aquiles del movimiento.

En lo inmediato, está en juego tanto la composición de los grupos parlamentarios como la integración de las comisiones de trabajo dentro de las Cámaras. Los pleitos por las posiciones de poder han acompañado a este partido desde su fundación. ¿Por qué debería ser distinto en esta ocasión?

Un factor de tensión adicional es la proclividad de las distintas tribus a negociar directamente con el Estado para conseguir ventajas a favor de su grupo en desmedro de los intereses colectivos. Las corrientes principales del partido han hecho de esta práctica una de sus razones de ser. Finalmente, actúa en contra de la unidad la inercia partidaria a hacer de la política institucional el centro de su actividad descuidando -e incluso despreciando- la movilización social.

¿Actuará la dinámica del partido como tradicionalmente lo ha hecho o, por el contrario, la dirección del movimiento será capaz de contener las tendencias desmovilizadoras? ¿Podrá sobrevivir la protesta a la dinámica parlamentaria e institucional? Si en el PRD se impone la forma tradicional de hacer política, la apuesta gubernamental por el desgaste triunfará. Si, por el contrario, las nuevas experiencias que se han generado alrededor de la resistencia civil se vuelven hegemónicas se crearán las condiciones para enfrentar la inminente imposición de un gobierno espurio.

Hasta ahora el uso de la represión para "solucionar" el conflicto ha sido acotado, tanto por la magnitud de la protesta como por la incapacidad gubernamental de generar consenso por esta vía más allá de las elites. Por lo pronto pareciera haber triunfado dentro del Ejército la posición de que se trata de un problema entre civiles que debe ser solucionado por ellos. El fantasma del 68 y la guerra sucia ronda sobre las fuerzas armadas. Como debe pesar también el hecho de que en las casillas electorales instaladas cerca de los cuarteles haya ganado abrumadoramente Andrés Manuel López Obrador.

Sin embargo, la situación se modificará, sin duda, con el fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. A partir de ese momento el gobierno federal apelará cada vez más al uso "legítimo" de la violencia.

Pero la lógica represiva se ha echado a andar. En los círculos empresariales se impulsa la mano dura al tiempo que se habla del resurgimiento de organizaciones guerrilleras. Desde las entrañas del poder se reorganizan los grupos parapoliciales especialistas en guerra sucia al tiempo que se considera la posibilidad de decretar la desaparición de garantías individuales.

Vicente Fox terminará los 99 días que le restan a su mandato escondido de las multitudes, protegido por el EMP. De consumarse la imposición de Felipe Calderón, el nuevo mandatario tendrá que gobernar de la misma manera: protegido por vallas, militares, tanquetas y policías.

 
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