Deben superar diversos filtros hasta que a juicio de vigilantes no representen peligro
Crecientes molestias a pasajeros de vuelos a EU e Inglaterra, por revisión
Participan en las supervisiones elementos de una empresa española de seguridad
Luego de casi cinco años de soportar diversos tipos de revisión de sus maletas, equipajes de mano, corporales con detectores de metales, enojosos como quitarse los zapatos y denigrantes al ser supervisados, en México, sus documentos migratorios, por agentes de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), los pasajeros de vuelos internacionales hacia Estados Unidos y, ahora, a Londres y otros destinos europeos, no aceptan fácilmente que los obliguen a guardar dentro de bolsas de plástico transparentes sus pasaportes, tarjetas de crédito y dinero en efectivo.
Todo lo anterior sucede en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). En el momento en que los viajeros de vuelos internacionales llegan a la terminal aérea y se acercan a los mostradores de las aerolíneas para documentar sus boletos de viaje, antes, sus maletas, las que van a ir en los compartimientos de carga dentro del avión, son revisadas exhaustivamente por elementos de la empresa española de seguridad privada Eulen.
Lo hacen en forma manual, con guantes de látex, y no con "equipos dotados de tecnología de punta" como las autoridades del AICM afirmaron que van a ser instalados, anuncio que a la fecha no se materializa. En cambio, a partir de enero de este año por la revisión los pasajeros pagan ocho pesos por boleto, como "cuota de recuperación" (de una supuesta inversión de 200 millones de pesos que se dice cuestan en su conjunto las máquinas por instalarse), además de la tarifa de uso de aeropuerto (TUA), que en su "nueva modalidad se incrementa mensualmente, cuando ese impuesto antes era de aplicación anual".
La segunda barrera de este via crucis continúa al cruzar los filtros electrónicos de ingreso a las salas de última espera, donde nuevamente elementos de Eulen, con cara de pocos amigos, exigen a la gente quitarse chamarras, abrigos, sacos, cinturones y todos los objetos que lleven en las bolsas de pantalones o vestidos.
Si suena la chicharra echan para atrás a las personas, para que sigan desposeyéndose de los objetos, metálicos o no, que accionan las alarmas, hasta que los individuos pasan sin la menor sospecha de que oculten "algo peligroso".
Atrás de dichos filtros, a unos metros de distancia, permanecen, armados hasta los dientes, agentes de la Policía Federal Preventiva, por si acaso tratara de colarse algún presunto terrorista, que por su manera de mirar a la gente dan la impresión de que para ellos todo mundo es sospechoso.
Finalmente, desde hace una semana, a los pasajeros de vuelos internacionales con destino a Estados Unidos o Inglaterra, en el momento en que se disponen a entrar en los pasillos móviles que llevan al interior de los aviones, ¡otros agentes de seguridad privada! los obligan a vaciar sus bolsas de mano, portafolios, y abrir y mostrar lo que llevan en envoltorios.
Por segunda ocasión se les exige quitarse chamarras, abrigos, sacos y, sobre todo, los zapatos, los cuales son examinados, uno a uno, manualmente. De las bolsas o paquetes se están retirando cremas, cepillos y pastas para dientes, perfumes, aun los recién comprados en las tiendas libres de impuestos; todo tipo de líquidos, encendedores, cortauñas, alimentos enlatados, vinos y licores cerrados, tijeras para manicure, entre otras varios artículos considerados "peligrosos".
La gente protesta. La respuesta es la misma: los afectados tienen tres opciones: entregar a sus familiares o amistades los artículos que no pueden llevar consigo; introducirlos en sus equipajes que van en la bodega del avión, o entregarlos en custodia y, mediante un recibo de entrega, recuperarlos al regresar a México, en el departamento de objetos perdidos. Así de fácil.