Albéniz y Saura: Iberia
Ampliar la imagen La bailaora Sara Baras, en un fotograma de la cinta de Carlos Saura
Al inicio de su más reciente película, Iberia, el director español Carlos Saura ha insertado un letrero en el que informa al público que el filme está basado en las piezas pianísticas de Isaac Albéniz (1860-1909) agrupadas en la suite de ese nombre, y que los arreglos y transcripciones presentados en la cinta han sido realizados con el mayor respeto por los originales.
Después de ver y oír Iberia, uno se queda con la impresión de que la advertencia es redundante, y de que probablemente fue incluida por Saura para apaciguar las posibles diatribas de los puristas. Es evidente, a lo largo de todas y cada una de las viñetas que conforman esta película musical, que los arreglos (bajo la responsabilidad artística del compositor Roque Baños) no sólo son de alta calidad musical, sino que respetan cabalmente la esencia más profunda de la música de Albéniz.
A lo largo de Iberia, las distintas piezas de la suite son presentadas en muy diversas dotaciones instrumentales, que van desde algunas de las versiones originales para piano solo hasta diversas combinaciones de instrumentación flamenca, pasando por violoncello solo, trío de violín, violoncello y piano, ensamble de jazz y banda de viento.
Para realizar esta puesta en escena y en cámara de las piezas de la Iberia de Albéniz, Saura ha elegido un formato que ha probado antes, en la media docena de películas musicales que preceden a ésta en su filmografía.
Un amplio estudio de filmación con elementos escenográficos mínimos: paneles, espejos, luces. Cámaras móviles (pero no hiperactivas, evadiendo felizmente la malhadada y ubicua estética visual ''moderna") que en ocasiones pasan a formar parte integral de la imagen del filme. Estilización y abstracción que remplazan a lo estrictamente descriptivo o narrativo.
Un grupo de intérpretes (tanto de la música como de las coreografías) evidentemente comprometidos con sus materiales y apasionados de las fuentes musicales originales. Ausencia total de diálogos para potenciar la eficacia de la música y la imagen.
El respeto (que no esclavitud) mostrado por Saura al espíritu de la música de Albéniz permite, entre otras cosas, que en su versión fílmica de Iberia se proyecten, además de su propio estilo, las personalidades individuales (siempre potentes y comunicativas) de sus intérpretes, lo que da a este interesante mosaico audiovisual una notable variedad expresiva.
De las numerosas viñetas que forman esta Iberia cinematográfica de Albéniz y Saura, todas ellas con atractivos valores de música e imagen, destaco algunas particularmente efectivas:
1. Torre Bermeja, interpretada (en más de un sentido) cálidamente por un cuarteto de robustas matronas andaluzas.
2. Asturias, realizada en una potente versión para violoncello solo, taconeo y palmas.
3. El Corpus en Sevilla, efectiva combinación de manolas enlutadas, banda municipal, cantaora y procesión ritual.
4. El Albaicín, tocada en un arreglo para ensamble de percusiones y bailada por una solitaria bailarina casi desnuda, en un inquietante ámbito cuasi-expresionista.
5. Córdoba, visualizada como una sencilla pero efectiva danza árabe que remite al espectador a los tiempos en que España era al-Andalus.
6. Zortziko, interpretada en lo musical por la más sencilla combinación instrumental de la música tradicional vasca, txistu y atabal (flauta y tambor), y reflejada puntualmente en una coreografía muy austera, tan atractivamente irregular como su inusitado compás de 5/4.
7. Almería, coreografiada y bailada como una especie de versión peninsular de la pugna entre los Jets y los Sharks de West Side Story, en la que quizá se alcanzan a filtrar discretamente algunos perfiles del hip-hop.
Los críticos han señalado, no sin razón, que Iberia representa un ejemplo más en la ya larga serie de filmes (Flamenco, Bodas de sangre, Tango, Salomé, Carmen) en los que Saura repite una fórmula prestablecida.
Si bien tal observación es exacta, lo cierto es que la fórmula es muy efectiva en lo general, debido en buena parte a la efectividad individual de sus componentes: una puesta en escena muy atractiva, una música altamente seductora, arreglos inteligentemente realizados y muy bien interpretados, músicos y bailarines de sólida presencia escénica.
Así, este enorme videoclip ibérico urdido por Carlos Saura sobre la música de Isaac Albéniz tiene atractivos suficientes para satisfacer por igual a cinéfilos y melómanos, y vale mucho la pena de ser visto y escuchado.