Esa área protegida es vital para recargar el acuífero de la ciudad: responsable
Trabajan para salvar el bosque en el vivero del Desierto de los Leones
Producen con métodos naturales oyamel, encino, pino, árboles frutales y hortalizas
Ampliar la imagen Juana Díaz Ramírez explica a los visitantes el método para la reproducción de árboles que utilizan en el vivero del Desierto de los Leones, en la delegación Cuajimalpa. En la otra imagen, labores de supervisión de los vegetales en crecimiento Foto: Yazmín Ortega Cortés
Ampliar la imagen Juana Díaz Ramírez explica a los visitantes el método para la reproducción de árboles que utilizan en el vivero del Desierto de los Leones, en la delegación Cuajimalpa. En la otra imagen, labores de supervisión de los vegetales en crecimiento Foto: Yazmín Ortega Cortés
El trabajo continuo y los cuidados de hombres y mujeres, quienes todos los días del año permanecen atentos a las condiciones de luz, temperatura y agua de sus plantaciones, es lo único que requieren los 80 mil oyameles que cada año se producen en el vivero del Desierto de Los Leones.
Ubicado a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar, a un costado del ex convento de los carmelitas, el terreno que durante varias décadas sirvió como almacén, desde hace tres años es un espacio donde se reproducen los ejemplares de esa especie nativa de este bosque.
Son fundamentales para preservar el área natural protegida y la renovación del bosque -que se encuentra en estado de vejez-, que es una de las principales fuentes de recarga de los mantos acuíferos de la ciudad, explicó Víctor Manuel Reza, encargado de la reforestación de los bosques de Cuajimalpa.
Por su parte, Juana Díaz Ramírez, quien desde hace 10 años pasa varias horas al día de rodillas plantando cientos de esquejes (la primera ramita con raíz, tras la germinación de la semilla), explica que se requieren alrededor de dos años para que cada semilla se transforme en un arbusto listo para plantarse, cuyo proceso se realiza de manera completamente natural y rudimentaria, sin la ayuda de fertilizantes ni tecnología.
Las labores que realiza en el vivero son diversas; van desde la recolección de la semilla, su siembra y colocación en las camas germinadoras, hasta el transplante de los esquejes en bolsas negras de plástico, colocadas en hileras a lo largo de los 2 mil 400 metros del vivero. Además realiza las tareas de supervisión que requieren las plantas para crecer satisfactoriamente.
El proceso, señala, requiere una constante vigilancia de las condiciones de luz, agua y temperatura. "Para ello se necesita poner o retirar los plásticos y evitar excesos de humedad que puedan provocar la producción de hongos y arruinar el crecimiento".
Su explicación la hace sin dejar de colocar las plántulas en la tierra, pues se requiere hacerlo rápido, para evitar la entrada de aire. La escuchan los visitantes, sobre todo niños y jóvenes que acuden a realizar actividades ecológicas.
"A la gente le explico todo esto porque quizá no saben que para que un árbol crezca se requieren primero dos años aquí en el vivero, bajo cuidados, y después hasta 20 años para que pueda alcanzar su esplendor", señala.
Además de oyameles, en el vivero se reproducen encinos, pinos y árboles frutales, como manzanos, peras y tejocotes, que además sirven de alimento a la fauna nativa, así como hortalizas, mismas que se reparten a los comuneros de la zona para la siembra en sus hogares, explica el ingeniero Reza.
Destaca que la creación del vivero, además del incremento de las brigadas de vigilancia -de día y noche- son algunas de las acciones emprendidas por la actual administración delegacional para preservar el bosque.
Subraya la importancia de preservar las 6 mil 473 hectáreas que comprenden el área natural protegida de Cuajimalpa, para garantizar la existencia de una de las principales fuentes de recarga de los mantos acuíferos del Distrito Federal.
Acuíferos, en riesgo
Explicó que durante la temporada de lluvias esta zona recarga 800 litros de agua por metro cuadrado; sin embargo, advirtió, "esa cantidad es insuficiente, ante la sobreexplotación de los mantos acuíferos, a los que no se les inyecta el agua que se extrae; la prueba es que cada vez la ciudad se hunde más.
"Existen reportes de que se hunde 12 centímetros, y en algunas zonas, como Iztapalapa, hasta 40 centímetros por año", agregó.
Ante ello, indicó, "se requieren nuevas formas de recargar los acuíferos, como los pozos de absorción, que ya existen en algunos puntos de la ciudad y que concentran el escurrimiento del agua de la lluvia, pero se requieren más obras similares.
"Bajo las actuales condiciones de sobrexplotación de los mantos, éstos corren el riesgo de desaparecer en unos 20 años", alertó.
De ahí que "son urgentes más obras de reforestación, más viveros como éste en diferentes comunidades y más obras de conservación del suelo e inyección de agua. Estamos a tiempo", sentenció el funcionario.