Editorial
Se intensifica el conflicto entre Israel y Líbano
Ayer sábado, luego de nueve días de bombardeos, las tropas israelíes invadieron Líbano. Previamente, la artillería israelí atacó edificios en ciudades libanesas y la aviación destruyó con cohetes instalaciones de comunicaciones. Se trata de acciones desproporcionadas que parecen estar diseñadas para arrasar con pueblos enteros y no para neutralizar a los grupos terroristas palestinos y libaneses, como ha justificado Tel Aviv, o para provocar una conflagración mayor en la zona. No hay que olvidar que hace unas semanas Israel abrió un frente en Gaza, supuestamente también para acabar con células terroristas. Sin embargo, los que sufren son los pobladores: miles de ellos huyen y los muertos civiles se cuentan por cientos. Las agresiones, por otro lado, agitan el avispero del Medio Oriente
El conflicto en Líbano comenzó hace 10 días cuando fuerzas especiales israelíes secuestraron a un médico y su hermano de su casa en la franja de Gaza, presuntamente por pertenecer a la dirigencia de Hezbollah; un día después, efectivos de ese grupo guerrillero entraron en territorio israelí, lanzaron cohetes contra ciudades, mataron a tres soldados y se llevaron a dos.
En represalia, Israel bombardeó importantes zonas del sur de Líbano y la capital, Beirut, conocida en otra época como el paraíso del Medio Oriente. La destrucción ha sido enorme y la gente huye por miles, hacia Siria principalmente. Las autoridades hablan de 65 mil personas, pero el Comité Internacional de la Cruz Roja aseguró que miles más se desplazan hacia otras zonas "y es difícil seguirles la pista", dijo un vocero de la organización humanitaria.
Las bajas han sido considerables. El gobierno libanés aseguró que el número de fallecidos desde que comenzaron los bombardeos israelíes asciende a 350 personas y que un tercio de ellas son menores de edad. Entre los muertos por la ofensiva israelí figuran 23 oficiales y soldados del Ejército libanés, y el resto (337) son civiles. Señaló además que las fuerzas israelíes han matado a casi 100 milicianos de Hezbollah y que, del lado israelí, se han producido al menos 34 bajas.
Se trata, pues, de un conflicto entre dos fuerzas asimétricas 3 mil 657 tanques, 402 aviones, 125 mil soldados y tres submarinos de Israel contra 310 tanques, seis aviones y 70 mil efectivos de Líbano que está generando una catástrofe humanitaria de grandes proporciones, dada la enorme diferencia entre los dos ejércitos, ante la pasividad casi total de la comunidad internacional.
En este sentido, el conflicto también es asimétrico. Washington no sólo tiene una gran responsabilidad en este conflicto sino que lo alienta, al aprobar las acciones excesivas del gobierno israelí y al mantener el arsenal de ese país renovado y actualizado con lo último en tecnología bélica.
La Unión Europea se limita a condenar tibiamente los excesos israelíes y la ONU, atada de manos por Estados Unidos, que ha rechazado varios planes del organismo internacional para hacer frente a la crisis, se restringe a patéticos llamados a la cordura. En el mundo árabe las posiciones están encontradas, entre la neutralidad forzada de los países que tienen cercanos vínculos con Washington, como Jordania, dominado por sunitas, y los que toman posturas más radicales, como Irán, con mayoría chiíta, que ha llamado a la guerra santa contra Estados Unidos e Israel.
La ofensiva de Israel en Líbano, la invasión del país, la destrucción de infraestructura vital con miles de toneladas de explosivos y la matanza de civiles es, sin duda, un crimen. Y es que tal demostración de fuerza es injustificable; no es posible que el gobierno de Israel pretenda acabar con células terroristas arrasando con poblaciones enteras. Por el contrario, con toda seguridad, las acciones bélicas israelíes generarán condiciones ideales para el nacimiento de nuevos terroristas. La postura irracional de Israel amenaza con incendiar toda la región, lo cual traería dolor a miles de personas y sería catastrófico para el mundo.