Usted está aquí: domingo 23 de julio de 2006 Opinión Los nazis de Tel Aviv

Guillermo Almeyra

Los nazis de Tel Aviv

Israel ataca e invade el Líbano -país con el que ni siquiera está en guerra- por aire, mar y tierra, con una tremenda desproporción de fuerzas bélicas. Lo hace "para castigar" un acto común de guerra -éste sí, pues entre Hezbollah e Israel la guerra ha sido declarada hace tiempo- como es el secuestro de dos soldados enemigos. Al mismo tiempo, para "castigar" a Hamas, que ganó legítimamente las elecciones en el Estado palestino, destruye u ocupa lo que le da la gana en éste, asesina a diario dirigentes palestinos y mantiene ocupada la frontera palestina con Egipto, amenazando de paso a este país, mientras arrasa infraestructura, fuentes de energía eléctrica, de agua y secuestra las ayudas humanitarias internacionales al Estado palestino, al cual ha convertido en un campo de batalla para hacer del mismo una colonia, un bantustán. Por supuesto, la matanza de civiles y de niños árabes es masiva y cotidiana, y los nazis de Tel Aviv, contra la oposición a la guerra de lo mejor de sus ciudadanos, aplican el concepto nazi de la responsabilidad colectiva de los pueblos por los actos de sus gobernantes, el criterio nazi sobre las razas "infrahumanas" (en este caso no los judíos sino los árabes) y agregan a esas monstruosidades una filosofía basada en la bárbara Ley del Talión, impropia de cualquier país civilizado, del "ojo por ojo, diente por diente", cobrando además usura sobre los ojos y los dientes a razón de 200 por uno.

Israel masacra libaneses y palestinos con armas y con dinero estadunidenses. Es un matón, un asesino del gobierno de Estados Unidos en el Medio Oriente y, más allá de éste, en las acciones bélicas a escala planetaria. Estados Unidos, con su sangrienta marioneta de Tel Aviv quiere en efecto acabar con Hamas para terminar con la independencia palestina, quiere aplastar a Hezbollah para atacar a Siria y preparar un ataque a Irán (porque ambos países, según Bush-Olmert, estarían detrás de aquél). Israel tiene el monopolio en la región de las armas atómicas y por eso quiere golpear sangrientamente a Irán, deseo que comparte con Estados Unidos, país que busca afianzar con esa agresión su tambaleante ocupación de Irak y cerrar a Rusia, China y los competidores europeos todo acceso al Golfo y a sus recursos naturales, y toda salida a los mares calientes.

Estados Unidos está empantanado en Irak y en Afganistán, y no controla ni el terrorismo de Estado pakistaní, que no acepta su acercamiento a India en la búsqueda de construir un cerco en torno a China (dicho sea de paso, ¿por qué Washington no pone a Pakistán y su terrorismo en el "eje del mal"?). De modo que, como no puede encontrar un acuerdo para invadir Irán, lanza a Israel contra Líbano y Palestina, para golpear a Siria y a Irán, someter a la ONU a la pasividad y aprovechar las divisiones entre los europeos respecto de Israel (que mientras asesina, como siempre, se presenta como víctima).

No faltan en esta situación crucial quienes, contra todo lo que dijeron antes -como Rifondazione Comunista- votan la permanencia en Afganistán e Irak de soldados que sólo sirven para sostener a las tropas estadunidenses, a los señores de la droga y a criminales en el poder títere de ambos países. Tampoco faltan los sectores racistas o fascistas en las diversas comunidades judías en todo el mundo que, contrariamente a la valiente acción de los pacifistas en Israel, apoyan a Bush y a Olmert en sus matanzas y atrocidades. No falta el silencio de los infames en los gobiernos serviles y en los sectores políticos que no creen necesario condenar esas masacres (ni perder sus negocios con los sectores capitalistas sionistas) o el silencio de la ultraizquierda que no mira hacia Bolivia ni tampoco los efectos de la barbarie israelí-estadunidense en Medio Oriente y los pasos que Tel Aviv y Washington están dando hacia una guerra mundial.

No es necesario ser socialista ni siquiera democrático para condenar a Israel. Basta con tener sentimientos humanos, con oponerse a la violencia feroz del fuerte contra el débil, con tener un mínimo sentido de justicia. Tanto Hamas como Hezbollah mataron o secuestraron soldados durante una guerra: nada tienen que ver en esto los civiles libaneses o palestinos. Además, no hay proporción entre los cohetes de Hezbollah que caen en zonas civiles que matan algunas personas y son por tanto condenables, y los terribles bombardeos israelíes que matan diariamente cientos de civiles sobre todo niños. La condena a Israel es una exigencia moral y un deber político. Los gobiernos independientes deben obligar a los nazis de Tel Aviv y de Washington a parar la guerra, y retirar de inmediato las tropas israelíes e indemnizar a sus víctimas. Deben sostener a éstas con un fondo internacional especial que Israel no pueda desviar ni controlar. Deben crear de inmediato una fuerza de paz en el sur del Líbano y en la frontera entre Israel y el Estado palestino para impedir nuevas agresiones israelíes. Limitarse a retirar sus ciudadanos y dejar que los nazis sigan matando, es intolerable cobardía y pasividad.

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