Con hilo de cáñamo, diurex y curitas reparan destrozos causados por vándalos
Manos ciudadanas curan heridas causadas por fascistas a obras de arte
Dirigente menor del PAN ofrece disulpas a creadores, pero pone en duda valor artístico
Antonio Helguera y José Hernández, moneros de La Jornada, estaban ante las ruinas de una caricatura de Felipe Calderón que el primero colgó frente a la Alameda Central como parte de la expo de los artistas y los intelectuales contra el fraude. De repente, una viejita vestida de negro y con anteojos de doble fondo sacó de su chal un ovillo de hilo de cáñamo y una aguja y, sin decirle nada a nadie, se puso a remendar los destrozos de los vándalos.
La perfomancera Ilana Boltvinik se disponía a cerrar las heridas que las navajas habían trazado sobre el ploter de su compañero, el también artista plástico Néstor Bravo, cuando se percató de que otras personas, para ella desconocidas, al igual que la anciana del párrafo anterior, se le estaban adelantando en la maniobra.
Cuando las primeras gotas de la llovizna de las cinco de la tarde caían desde el alto cielo plomizo y casi nadie circulaba ya por la avenida Juárez, el texto que José María Pérez Gay había escrito sobre el fondo negro de la sábana de plástico, repentinamente lucía redecorado con múltiples dibujos de girasoles robados a los cuadros más alegres y delirantes de Van Gogh, pero la suya, como todas las piezas destrozadas por el odio la noche del martes, ahora tenía un elemento extraordinario: tremebundas cicatrices lavadas por el amor del pueblo.
Sobre las costuras que los vecinos del centro de la ciudad de México tejieron a lo largo de todo el día de ayer, otras manos colocaron vendajes transparentes de diurex y, para subrayar la intención de la denuncia, había pegatinas con aspecto de curitas de farmacia del tamaño de una baguette.
Pero lo más conmovedor brotaba de las hojas de cuaderno escolar, fijadas también con diurex, que explicaban a los paseantes: "Obra destruida por fecales y restaurada por el pueblo". "Obra desgarrada por la intolerancia y restaurada por el pueblo". "Obra navajeada por fascistas y restaurada por el pueblo."
Los vándalos que, según nuevos testimonios, actuaron concertadamente desplazándose sobre patines durante el cambio de turno de los vigilantes de la Alameda, no destruyeron la exposición: al contrario, la transformaron.
A la intención original de los creadores añadieron el ingrediente de la brutalidad, pero éste fue neutralizado por el sentido común de la gente que se niega a dejarse intimidar por los fascistas.
Estos, por su parte, recibieron la disculpa de un dirigente menor del Partido Acción Nacional que, en declaraciones radiofónicas, puso en duda "el valor artístico" de las piezas.
Incontables eran ayer las personas que se detenían a contemplar la devastación y a interpretarla. Una señora de traje sastre y con un moñito tricolor sobre el pecho le estaba diciendo a una niña de calcetas blancas y cabellos lacios y sueltos que la escuchaba sin parpadear: "Esto es lo que nos espera si gana Calderón."
Delante de su trabajo, el maestro Gilberto Aceves Navarro ponía el acento en "el gravísimo silencio de la televisión que se ha vuelto cómplice de ellos", pero ante las preguntas de una reportera sobre el desenlace del proceso electoral, no vacilaba en responder con énfasis, una y otra vez: "López Obrador ganó y el Trife tiene que demostrarlo contando todos los votos".
Una viejita de ínfima estatura, al oírlo, rompió a gritar instantáneamente: "Voto por voto, casilla por casilla", reacción que la convirtió en directora de un coro espontáneo de peatones indignados.
"Que una noticia cultural salga a ocho columnas en los periódicos mexicanos es algo maravilloso, para mí significa que este país está cambiando y me da mucha alegría", le decía Ilana Boltvinik a Gabriel Macotela, cuya obra no fue tocada, hecho que le daba una especie de envidia, como si el desprecio o la falta de tiempo de los fascistas para romperla la hubieran dejado incompleta, inconclusa.