Usted está aquí: domingo 9 de julio de 2006 Opinión De la patada

De la patada

Ruben Montedónico

Es evidente que Alemania y la FIFA organizaron la Copa del Mundo no sólo como evento deportivo-comercial de gran facturación publicitaria, sino que, subsidiariamente, sirviera para realzar logros sobresalientes de los anfitriones en distintos campos, acordes con una potencia del primer mundo.

Como ocurre a menudo, un programa preconcebido enfrentado a ciertas contingencias no da los resultados esperados, y así ocurrió con Alemania que cerró jugando en sábado, no en domingo. La ilusión de acabar espectacularmente enfrentando a Brasil se extinguió cuando el defensor del título fue eliminado y la aspiración sustituta de hacerlo contra Inglaterra siguió el mismo camino.

Sin embargo, la suerte le terminó de jugar una mala pasada y tampoco llegaron ellos a enfrentar a Francia: ayer debieron actuar en Stuttgart en lugar de hoy en Berlín.

Si bien el partido por el tercer lugar tuvo un marco de público mayor al que comúnmente acompaña estos penúltimos encuentros, en pocos momentos Portugal planteó problemas irresolubles a los locales, y hasta se puede decir que en general jugaron apenas como algo más que un amistoso.

La defensa alemana nunca fue exigida, por lo que no se vieron sus fallas, anotadas desde el partido inaugural, donde -a pesar de que ganó- el modesto cuadro tico le hizo dos goles.

En la media y al frente empujó, prevaleciendo el desplante físico sobre la creatividad, por lo que a Ballack no tuvo más consecuencia que extrañarlo en las seis u ocho oportunidades que los germanos desperdiciaron los tiros libres en las cercanías del área.

El adversario, por su parte, acompañó la pobreza del rival y, como éste, anduvo deambulando por el campo hasta que el error de su portero permitió la primera anotación, que seguida por un autogol despertaron a su técnico que ordenó -entre otros cambios- la sustitución de Pauleta por Figo.

Sin embargo, para mala fortuna de éste, al minuto de estar jugando llegó el tercer gol alemán por cuenta de Schweinsteiger, y como sólo faltaban 12 minutos para el final le quedó poco por hacer: ir por la punta, levantar la cabeza, ver quién entraba por la izquierda y hacer el centro al área chica para que sin mayor esfuerzo Nuno Gomes convirtiera de cabeza. Y ya no pasó más nada.

Pobre preámbulo de una final, como siempre, esperada.

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