El lodo transexenal
Ya sé que no debiera dejar de mencionar que el crudo marcador West Texas Intermediate (WTI) lleva tres meses con promedio cercano a 70 dólares por barril. Y que, consecuentemente, nuestra mezcla mexicana tiene tres meses con cotización cercana a 55 dólares. Y que, probablemente, en 2006 el WTI promedie no menos de 68 dólares por barril, 12 dólares por encima de su precio promedio en 2005. Y nuestro crudo cerca de 54 dólares por barril, 12 por encima de los 43 de 2005.
Además, que estos precios llevarán a la Secretaría de Hacienda un volumen de renta petrolera (derechos de extracción de hidrocarburos) próximo a 50 mil millones de dólares. Y, con ello, un volumen sexenal de renta cercano a 190 mil millones de dólares, no menos de 80 mil millones más de lo estimado al inicio del sexenio para todo el periodo gubernamental, buena parte de ella entregada como aportaciones a algunos gobernadores para garantizar su apoyo al continuismo. Sin duda, tampoco debiera dejar de mencionar que este año se destinará cerca de 4 por ciento del producto mundial al pago de petróleo.
Y que para que se iguale el pago registrado en 1980 y 1981, el crudo WTI debiera ser 30 dólares superior, es decir, de casi 100 dólares por barril, para alcanzar lo que se pagó en los años 1980 y 1981: poco más de 6 por ciento del producto mundial. Sí. Se trata de una realidad difícil de aceptar. Y se vuelve dramática cuando pensamos que -al menos todavía y probablemente durante cuatro, cinco o seis años más- no habrá precio inferior, pues prevalece la severa astringencia en la capacidad mundial de producción y el rezago en recuperación de reservas. Y todo por los 10 años de precios bajos registrados antes de 1999.
Pero, ¿por qué hablar de petróleo cuando hemos vivido una controvertida experiencia electoral, que a muchos nos ha dejado verdaderamente inquietos y molestos? Menos -de veras que menos- por el apretado recuento de votos. Más -de veras que más- por la forma desaseada y demagógica como se han manejado los plazos y las formas y recursos legales.
¿Qué problema hay en exigir -como las leyes y la Constitución lo permiten- un recuento que despeje las razonables dudas que se tienen en todo el país? ¿Sustentadas -qué duda cabe- en la podredumbre que se desplegó tanto en las semanas anteriores al día de las votaciones, como en estos últimos días?
¿Qué problema hay? Hemos sido testigos -lo seguiremos siendo- de la avalancha televisiva que ha denostado al adversario del candidato oficial. Y que hoy -antes que nada y antes que nadie- ha ungido a un candidato que -dejándose ungir por el poder mediático y sintiéndose presidente electo-, lleno de demagogia, ha ofrecido un pequeño plato de lentejas de poder a aquellos mismos a quienes días antes calificó de peligro para México. A quienes sus personeros y sus colaboradores llamaron remedos neofascistas, populistas regresivos, emisarios del pasado, desestabilizadores irresponsables, mesiánicos nacionalistas, cultivadores del odio, de la calumnia y de la estafa... para decir lo menos. Sí el lodazal no es de hoy. Empezó ayer. Y puede seguir mañana.
Se trata de un lodazal que -como diría y escribiría recientemente Jacobo Zabludovsky a propósito de la ley Televisa- amenaza con ser transexenal. Y es que además de la continuidad de perspectivas y de políticas que se garantizan con Calderón y el bloque de poder económico que lo respalda; y de la forma desaseada y oscura con la que se pretende legitimar su virtual triunfo, su "primera propuesta ante la soberanía de Televisa" no deja lugar a dudas.
Elaboraremos un programa de gobierno -parafraseamos a Calderón- con lo mejor de cada partido, de cada candidato. Incluso podremos compartir el gabinete presidencial a cambio de que nos entreguen sus votos en el Congreso para sacar las reformas que México necesita, diría a un complacido Joaquín López Dóriga quien además y de forma insiste pedía nombres para el gabinete. Fue entonces y de frente a la "soberanía" de Televisa, que mencionó a Josefina Vázquez Mota -la del "impecable manejo del padrón de Oportunidades-. Y a Camilo Mouriño y Ernesto Cordero, con quienes, desde la torre de Insurgentes y San Antonio, en plenas oficinas de la Secretaría de Energía y en pleno ejercicio de sus responsabilidades públicas, preparara una estrategia de campaña. La que comenzaría con su destape en la ciudad de Guadalajara y con un virtual enfrentamiento con el Presidente.
Sí, con los emolumentos que proporcionaba la nómina de esta sufrida secretaría, durante casi ocho meses trabajaron juntos para preparar una campaña en la que sobresalió -sin duda que en concordancia con su formación confesional- la diatriba del adversario y la condena del peligroso maligno. Paradójicamente es la misma secretaría que hoy ofrece al capital privado oportunidades de inversión en el Golfo de México, el de la renta petrolera.
Sí, los supuestos personeros respetuosos de la ley electoral, callaron y callan frente a las graves violaciones a la Constitución. Son los mismos que apresuradamente ofrecen ese poco de lentejas del gabinete presidencial a cambio del respaldo vergonzante a las reformas fiscal, laboral y energética. Y todo para llevar a México al mundo de más impuestos al trabajo, precariedad y flexibilidad laborales y privatización de petróleo y electricidad. Al menos.
Sí, por todo esto no hablaré hoy del cierre de 75 dólares del crudo WTI el pasado viernes. Menos aún de los casi 60 dólares en que cerró nuestra mezcla. No. Sólo pediré -con millones de mexicanos- apego a la legalidad. Respeto a la Constitución. No más, pero tampoco menos. Es decir, recuento de votos y máxima transparencia electoral. Y sólo para evitar -de veras que sí- un poco del lodo transexenal. Sólo eso.